En nuestra tierra los bares se constituyen en los más importantes centros de encuentro y relación social. Imagino que todos tenemos asociados estos lugares a nuestra memoria, tan diferentes ellos a lo largo del tiempo como diferentes han sido las etapas de nuestras vidas. Mis recuerdos más tempranos, de la infancia, asociada a los bares, están vinculados a algunos establecimientos de lo Viejo (de la plaza del Castillo o de la calle Ciudadela) o de mi barrio, la Rochapea. Del Casco, tengo fugaces recuerdos, acompañando a mis padres allá por el año 1966 o 1967 y siguientes, de algunos establecimientos de la plaza del Castillo, como el Txoko, el Tropicana, el Casino o el Cafe Iruña, seguramente en algún encuentro con amigos y familiares, alguna bulliciosa y soleada tarde de domingo. En aquellos finales 60, recuerdo la presencia de abundantes rótulos luminosos sobre los tejados de los edificios como los que aparecen en la fotografía que encabeza esta entrada. También tengo un claro recuerdo del Anaitasuna, en la esquina de San Gregorio con Ciudadela y del Espejo, ya en esta última calle. En aquel tiempo, y por lo que recuerdo también mucho más tarde, el Anaita tenía un aspecto más de cafetín que de simple bar, con sus juegos y partidas de cartas en las mesas de marmol blanco sobre pies de hierro colado de color negro. En este lugar tuvo la Sociedad del mismo nombre algunas de sus primeras reuniones tras una fugaz etapa en Paulino Caballero. En cuanto a El Espejo nació como Sucursal de Aldaz Hermanos en las primeras décadas del pasado siglo.
Aunque citados en otras entradas vuelvo a referirme a ellos en esta su entrada natural. Me refiero a los bares de mi barrio: el bar Cuatro Vientos, La Cabaña, Casa Feliciano, La Senda, El Rodriguez y sobre todo El Bar Porrón, de los cuales el único que sobrevive actualmente es Casa Feliciano, que vemos en la fotografía, viejo testigo de los muchos cambios que ha sufrido el barrio y la avenida de Marcelo Celayeta. Fueron muchos de aquellos bares de nuestra infancia, bares de flipper, futbolín y sinfonola, sinfonola como la que aparece en una de las fotografías siguientes. Más tarde aparecerían también en algunos bares algunas recreativas que llamábamos de “matamarcianos”. Las sinfonolas comenzaron a proliferar desde finales de los 60 en muchos establecimientos hosteleros. Metías una o varias monedas y seleccionabas la canción o canciones de tu gusto. Así escuchábamos los éxitos de aquellos años y, según los bares podías encontrar un tipo de música más convencional o no. En aquellos bares, convivíamos pequeños, jóvenes y mayores, estos últimos generalmente jugando a la típica partida de cartas o de dominó. Y en aquellos bares de barrio no podía faltar tampoco la omnipresente televisión, primero en blanco y negro y desde finales de los 70, en color. Cada uno de aquellos bares del barrio tenía su propio ambiente y su personalidad: El Porrón y Feliciano eran más de mayores, chiquiteo y comidas. Probablemente los que más frecuentábamos eran La Cabaña y el Cuatro Vientos, además del “Centro” (por el bar del centro parroquial de la iglesia El Salvador), sobre todo los domingos.





La plaza del Castillo, escenario de los principales acontecimientos de la vida de la ciudad a lo largo del pasado siglo, conoció hasta los años 60 y aun después algunos celebres cafés ya desaparecidos cuyos nombres nada dirán a las nuevas generaciones pero que estarán cargados de imagenes, recuerdos y resonancias para los más viejos del lugar. Entrando por el Pasadizo de la Jacoba, donde hoy está una sucursal del BBVA, estaba el Cafe Kutz que vemos en la fotografía (de la izquierda) de 1952, de José Joaquín Arazuri. El Café fue fundado por el donostiarra Luis Kutz en el año 1912 donde antes estuviese el Café La Marina. Kutz regentaba en San Sebastián otro café Bar y una fabrica de cerveza, además de un cine. Tras el fallecimiento de Luis, en 1942, el Café pasó a manos de su esposa, Elvira Muñagorri quien con la ayuda de sus hijos José Luis y María Luisa mantendría el Café abierto hasta el año 1961. Por cierto José Luis fundaría en 1947 la Cooperativa de Hosteleros de Navarra siendo su primer presidente y la única que funciona aun en el norte de España.
El Cafe Torino, fundado en la primera década del siglo XX, estaba situado junto al Hotel La Perla, tal y como vemos en la fotografía superior derecha que precede este párrafo, obra de Zubieta y Retegui de 1971, tomada en los días de su cierre. Sus primeros propietarios fueron los señores Dihins, luego D. Melitón Ariz y más tarde D. Doroteo Cotelo, cuyos herederos fueron los últimos propietarios del bar. Hemingway lo definía en su libro Fiesta como “un local medio bar, medio cervecería, donde se podía comer algo y bailar en una habitación trasera”. El Torino ocupaba la sucursal de Caja Navarra de la plaza del Castillo y el actual Windsor Pub. El Café, como he dicho, cerró sus puertas en 1971, siendo sustituido por el Windsor Pub dos años más tarde, en 1973. Del Cafe Suizo, fundado por los suizos Mattosi en 1844 ya hablé en la entrada dedicada a la calle Pozoblanco. El mítico Cafe Iruña, cuyo interior reformado vemos en la fotografía de la izquierda, toda un institución en la ciudad, fue fundado el 6 de julio de 1888. Dicen que su apertura sirvió para inaugurar oficialmente la llegada de la luz eléctrica a la ciudad. En marzo de ese año se había creado, por iniciativa de Serafín Mata, la sociedad Iruña, impulsora del citado Café, con una amplia base de accionistas. Hoy en día sigue manteniendo, tras su desacertada etapa como bingo, de 1977 a 1998, su aire y decoración estilo “belle epoque”, con sus mesas de mármol, sus abigarradas columnas, sus artesonados y sus grandes espejos. Lugar de obligada visita para los turistas, por él han desfilado las más importantes celebridades que nos han visitado y ha servido de escenario de todo tipo de reuniones. En este mismo edificio, en el primer piso, se instalaba en aquellos años el actual Nuevo Casino Principal llamado anteriormente Casino Principal, Nuevo Casino (1856) e inicialmente Sociedad de los Doce Pares (1851). La decisión de fundarla nace de personas como Juan Jose Egozcue, Tadeo Gandiaga, Florencio Sagaseta, Patricio Sarasa y Mariano Martinez. De él recuerdo su trasnochada elegancia, sus grandes lamparas y sus artesonados decimonónicos, tal y como aparecen en la fotografía de la derecha.
En la otra esquina de la plaza te encontrabas con el Casino Eslava. Fundado por un centenar de pamploneses en julio de 1884, con sede en el nº 18 del Paseo de Sarasate, tuvo una fugaz existencia hasta que en 1898 se volvió a fundar, bajo el nombre de Nuevo Casino Eslava. El actual edificio del Casino Eslava, obra del arquitecto Victor Eusa, se inauguró en 1932. Junto a él estuvo hasta 1936 el Hotel Quintana y en sus bajos, durante los años 50 el Bar Brasil, hasta que a finales de los 60 daría paso a la entonces moderna cervecería Tropicana y junto a esta otro referente de la ciudad, el Txoko. Cuantas veces habremos escuchado aquello de “quedamos donde el Txoko”. De aquellos lejanos tiempos aun sobrevive en uno de los laterales de la plaza, el más cercano al Paseo de Sarasate, un viejo rótulo de un hotel desaparecido, quien sabe cuando, el Hotel El Cisne. Parece ser que este hotel se abrió a finales del siglo XIX.
Y no podemos irnos de la plaza sin referirnos al hotel más antiguo de la ciudad, el tercero más antiguo de España: el Hotel La Perla que fue fundado por Miguel Erro y Teresa Graz en 1881, como Fonda La Perla y que fue objeto de una renovación total en el año 2007, convirtiéndose en el único hotel de cinco estrellas de la ciudad. En el se ha alojado reyes, artistas y todo tipo de celebridades. La Fonda contaba con su propio servicio de carruajes para recoger los viajeros desde la Estación. Tras la muerte de Miguel Erro dirigió el negocio su esposa Teresa que falleció en 1921. Tras ella se encargaría de dirigir el hotel su hija Ignacia junto a su marido Jose Moreno. Actualmente lo hace Rafael Moreno, de la cuarta generación. Hablando de hoteles, no podemos olvidarnos tampoco de otro de los hoteles históricos de la ciudad: el Hotel Maisonnave situado a principios de los años 20 en la calle Espoz y Mina, junto a la plaza del Castillo. Sus fundadores fueron Carlos Maisonnave y su esposa Francisca Echeverría que comenzaron con una fonda y coches de caballos en el año 1883. Para 1900 la fonda tenía calificación de 1ª categoría y hasta fines de los 20 vivió su epoca de mayor esplendor. En 1945 el hotel pasó a manos de su actuales propietarios, la familia Alemán, que construyen, en 1966, el actual edificio del hotel en la calle Nueva que experimenta en los últimos años diferentes reformas y ampliaciones. Con la última remodelación del pasado año se ha convertido en un hotel de cuatro estrellas. Y en cuanto a la faceta gastronómica no podemos olvidarnos tampoco de dos referencias culinarias del máximo nivel: la del restaurante Hostal del Rey Noble más conocido por Las Pocholas, fundado el 15 de abril de 1938 y que cerró en el año 2000, regentado por las hermanas Guerendiain y el Hotel Restaurante Europa, cuyo origen se remonta a la década de los 30 si bien es a partir de 1973, cuando se hacen cargo del negocio los hermanos Idoate y lo convierten en una de las principales referencias gastronómicas de la ciudad.
Otro salto y nos colocamos en la calle San Francisco. De esta calle recuerdo el bar Montón, antes de que se convirtiese en la sede de la Peña Anaitasuna, el Centro Riojano y a continuación el Monterrojo, y tras esta calle nos adentramos en la vecina calle de San Lorenzo, en otros tiempos, otra de las rutas típicas, con la Cepa, todo un referente, refugio de trasnochadores y amantes del Dios Baco, abriendo la calle y los restaurantes Erburu, Lanzale y Askartza, además de algún bar como el Piskolabis, alguno de ellos cerrado, como el Erburu (en la foto vemos el interior de su comedor, donde por cierto se comía bastante bien) y otros reconvertidos en sedes de peña o en otro tipo de bar o negocio, como el Lanzale y el Piskolabis, una lastima. En más de una ocasión cenamos en alguno de estos lugares. Enfilando la Jarauta, plagada de sedes de peñas, que visitábamos sobre todo en sanfermines destacaban, en aquellos años 70 y 80 el Urricelqui con su higados y riñones a la plancha, el Oreja con sus raciones de pulpo y otras exquisitices gallegas, el Montón y la Viña.
Del resto de bares del Casco habría que que señalar alguno de Calderería como el Garazi o del final de la Tejería como las Bodegas Riojanas, el Primi o el Malkoa, muy en boga a finales de los 80 y primeros 90, o los de la bajada del Labrit, algunos de ellos en otros tiempos disco-bares, y como establecimientos singulares fuera de rutas, Casa Paco, en el Rincón de San Nicolás y sus famosas albondigas, el bar Bilbao (en franco declive cuando lo conoci) o Casa Marceliano. Casa Marceliano era la típica tasca o bar de antaño, que popularizó Hemingway en sus escritos, hasta el punto de convertirla en un lugar de visita obligada para los muchos turistas que siguieron sus pasos (En la foto vemos a Hemingway en una de sus visitas a Casa Marceliano). Una tasca donde se podía degustar acompañado de un vino recio de la tierra tan pronto una fritada de sardinas, como en sanfermines un estofado de toro, un buen ajoarriero o un cordero al chilindrón, con los dichos siempre singulares y a menudo cortantes, de fondo, del amigo Juantxo. Casa Marceliano cerró sus puertas hace 20 años, en 1993, cuando los hermanos Arraztoa vendieron el edificio, que reabrió el Ayuntamiento en el año 2001 como oficinas municipales. Una pena.
Fuera del Casco cabría recordar el bar de la Servicial Vinicola en la calle Navarro Villoslada. Cuantos estudiantes del cercano Instituto Ximenez de Rada habrán recalado de forma habitual en este bar. Hay muchos otros bares y restaurantes en el Ensanche pero destacaría un clásico, el Niza, fundado en torno al año 1936, poco después de la construcción del Teatro, lugar de reuniones de escritores, artistas y demás gente de la farándula, El California (más conocido como El Cali), el Reta, el Candilejas, y en la zona más cercana al Casco el Cinema, con un decorado que homenajeaba el séptimo arte, no en vano, tenía cerca cuatro o cinco salas de cine, el Palace, propiedad del empresario hostelero Javier Miranda. Y en San Juan el Agoizko, el Hip-Hop, el Trebol o el Zapata, aunque en mi memoria personal este barrio sea para mi más de pubs que de bares. Para recenar había algún abierto allá por las cinco de la mañana como el Alesves de San Jorge.
Fotos: Foto Plaza del Castillo de Galle (sin datar, aprox. años 60), Archivo Bar Restaurante Baserri, Foto Cafe Kutz de J.J. Arazuri (1952), Cafe Torino de Zubieta y Retegui (1971) y Casa Marceliano, de Julio Ubiña (sin datar).
He llegado a este artículo porque busco fotos del café Kutz. Mi abuela tenía un espejo de grandes dimensiones del interior de este mítico café, testigo entre otras historias del nacimiento de Osasuna. ¿¿Tiene alguien fotos de su interior?? Agradecería alguna información al respecto dado que estoy interesado en vender dicho espejo.
Antes del Bar San Miguel en la calle San Nicolas numero 50 donde hoy se ubica el Hotel Javier,estaba el Bar Valero fundado aproximadamente en 1952(antes fue tienda de ultramarinos) por mis abuelos Valero Iribarren y María Elizondo. Estuvo activo hasta el año 1966 o 67 y fue un Bar muy conocido en Pamplona en su época. Desde comuniones y bodas hasta comidas de números chóferes del viejo autobuses y preparación de meriendas para ver a Osasuna en el viejo San Juan.
Hola, he llegado aquí buscando fotos anriguas del Bar California (calle Amaya) y el ambiente que se movia a su alrededor.
Si alguno sabe dónde podría empezar a buscar.
No solo el bar sino exteriores.
Se debía organizar un torico de fuego y todo…
Gracias