Los Sanfermines de los años 30 (1930-1939)

Con esta entrada inicio una nueva serie que revisará la evolución de los sanfermines a lo largo del siglo XX, ofreciendo algunas notas historiográficas y costumbristas de esas fechas pero sobre todo rescatando algunas fotografías bastante desconocidas de fondos como el del fotógrafo tudelano afincado en Donosti, Pascual Marín que son un magnífico documento gráfico donde se retratan una sociedad y una época.  Empezaré por los convulsos años 30. Las fiestas de San Fermin de los años 30 no fueron ajenos al revuelto clima político que vivía nuestra ciudad y nuestra comunidad. En 1931 era alcalde de Pamplona el republicano Mariano Ansó Zunzarren. Anuladas las elecciones del 12 de abril se habían convocado a finales de ese mes otras nuevas elecciones en las que  habían ganado los republicano-socialistas con 15 concejales frente a 14 de la derecha católico-fuerista (los nacionalistas y conservadores no participaron). En las elecciones a Cortes del 28 de junio, Navarra aparecía dividida electoralmente casi al 50%. Al término de los sanfermines se iba a debatir  un posible estatuto de autonomía vasco-navarro, debate que se produciría, sin embargo, finalmente, un año más tarde, en junio de 1932, con un cambio de postura de algunas fuerzas políticas, tanto de derechas como de  izquierdas, (fundamentalmente carlistas y socialistas), que haría que finalmente se posicionasen en contra del estatuto conjunto 123 ayuntamientos navarros, frente a 109 que lo hicieron  a favor. Pese a las dudas sobre la participación de las nuevos munícipes republicanos en los actos religiosos, la corporación participó ese primer año republicano, (1931), en las Vísperas, la Procesión y la Octava si bien en traje de calle. El día 6 de julio, los concejales republicanos se trasladaron a la plaza del Castillo para cambiar el nombre de Plaza de la Constitución por el de Plaza de la República. Entre las peñas y cuadrillas de aquellos años destacaban La Unica (1903), La Veleta (1930), El Bullicio (1933)  pero también se oía hablar de cuadrillas como la de Los Irunshemes (1917), Denak bat y otras menos conocidas  como La Polar, Gau-Txori o Arin Arin. El encierro se celebraba a las 7 de la mañana y las corridas a las 4,30 de la tarde.

Parece que nuestros actuales munícipes han puesto de moda, ahora, el laicismo en las fiestas de San Fermin y en otras celebraciones de marcado origen religioso. Sin embargo su comportamiento no llega, ni de lejos, al comportamiento de los concejales republicanos en el año 1932 y  años posteriores. En 1932, siendo alcalde el médico y político republicano Nicasio Garbayo, tras la marcha de Mariano Ansó a las Cortes Generales, el Ayuntamiento suprimió del programa de fiestas cualquier acto religioso: Vísperas, Procesión u Octava, no obstante buena parte de los pamploneses seguían acudiendo a un riau-riau de carácter espontáneo, acompañados por La Pamplonesa y asistiendo a las misas en honor a San Fermín el día 7 y el 14, de julio, oficios religiosos que se pudieron realizar ese año gracias a una colecta popular, colecta que se llevaría a cabo también en años posteriores. Por cierto, parece ser que el Riau-Riau, tal y como lo hemos conocido a lo largo del siglo XX, pues las Vísperas son mucho más antiguas, -datan del siglo XV-, tuvo su origen el 6 de julio de 1911 cuando un grupo de pamploneses, encabezados por Ignacio Baleztena, decidieron, de manera improvisada, acompañar, en el acto de la marcha de la Corporación  a las Visperas, el final de cada estrofa de «La Alegría de San Fermín», -el conocido vals de Miguel Astrain-, con esa expresión con la que finalizaban algunas canciones festivas en la montaña navarra, una expresión que causó, entonces, el enfado de algunos circunspectos ciudadanos y la hilaridad de los más. Parece que carece de rigor histórico esa teoría que alude al deseo de un grupo de carlistas, entre los que se encontraba Baleztena, de bloquear o ralentizar el paso de la corporación liberal de la época a su paso por la calle Mayor, ya que ni todos los amigos de la cuadrilla de Baleztena eran carlistas ni toda la corporación de aquellos años era liberal. Las organizaciones tradicionalistas promovieron  en los sanfermines de 1932 campañas de solidaridad con los presos carlistas de la ciudad que se encontraban en la cárcel de Pamplona, entre ellos el conocido Jaime del Burgo Torres. Y es que el 17 de abril de ese año se había producido un enfrentamiento entre carlistas y socialistas con el resultado de 3 muertos: 2 ugetistas y 1 jaimista. Hubo una huelga general al término de la cual hubo un ataque a Casa Baleztena. Días más tarde se detuvo a un grupo carlista armado y entre las personas a las que la autoridad republicana había inculpado figuraba, al parecer, el citado Jaime del Burgo, que fue absuelto posteriormente por falta de pruebas.

En 1933 acudía a las fiestas el embajador de Estados Unidos, Claude Bowers. Comenzaba a ser cada vez más frecuente la presencia de extranjeros, dada la enorme popularidad que había cosechado la novela de Hemingway, publicada en 1926. En el ámbito político, las elecciones de noviembre del 33 habían dado el triunfo a las derechas, surgiendo en la ciudad los primeros grupos de Falange Española que contribuyeron a incrementar el clima de violencia en la ciudad y en la provincia.  A los sanfermines acudían compañías de teatro,  como la Compañía de Revistas del Teatro Maravillas, que actuó en el Gayarre o la compañía del Teatro Lara, que debutó en el Olimpia y en el que también actuaría, al final de las fiestas,   el tenor aragonés Miguel Fleta. La Feria de Ganado se celebró en 1933 en la Magdalena, luego se trasladaría a una zona cercana al puente de San Pedro, en la zona de Errotazar más próxima al Molino de Alzugaray, y los días 12 y 13 de julio se instaló una tómbola en los jardines de la Taconera a beneficio de la Casa de Misericordia. Las barracas, salvo el año 1924, que se instalaron enfrente de la plaza de toros,  se colocaban en los terrenos del antiguo Ensanche, en la calle Padre Moret, -lo hicieron, desde 1900 a 1944-, en los terrenos donde luego se construiría el estadio Mola. Constaban del tradicional circo, casetas de tiro, carruseles, tobogan, caballitos, aparatos de fuerza y puestos y casetas de caramelos, refrescos, churrerías, quincalla, etc. En la plaza de Recoletas, se instalaban las tradicionales casetas de venta de ajos así como puestos de  vasijería o cacharrería.

En 1935, el Gobierno Civil multaba a la Diputación y al Ayuntamiento por exhibir símbolos religiosos, dado que estas instituciones contaban con una mayoría política  confesional y hacían gala de ello. Se produjeron roces entre el Ayuntamiento conservador, presidido por el carlista Tomas Mata y algunas peñas y cuadrillas, por negarles la subvención a algunas de ellas, al considerar el consistorio que estas hacían alarde de indumentarias y comportamientos inadecuados. La Veleta no salió varios días protestando por la política municipal, en este sentido. Por contra se hizo muy presente la actividad en la calle de la peña Muthiko Alaiak, fundada por Ignacio Baleztena en 1934, donde abundaba el componente carlista, que acompañó los principales actos religiosos de las fiestas. La división política llegaba, pues,  al ámbito festivo. Como curiosidad, el día 14 se celebraba una corrida extraordinaria organizada por la Cámara de Comercio con toros de Pérez Tabernero. Entre las principales actividades festivas destacaban, además de las barracas en el antiguo Ensanche, los fuegos artificiales en la plaza del Castillo, los  Gigantes y Cabezudos por las calles, la salida de las peñas, la feria de ganado, las verbenas del Larraina, y otro tipo de eventos como las cucañas en la plaza del Castillo o proyecciones de cine al aire libre  en la plaza del Vinculo. Era tradicional encontrarse en las calles o plazas con el famoso vendedor y charlatán León Salvador que acudía a Pamplona todos los Sanfermines.

En 1936, se había incrementado la agitación social y política en la ciudad, ya patente a lo largo de 1934 y 1935, con abundancia de conflictos laborales de contenido reivindicativo y mejora de las condiciones laborales. Hasta los portadores de los gigantes y cabezudos amenazaban con no salir, ese año,  si no se producía un aumento de sueldo, aunque finalmente el conflicto no fue  a mayores. El día 6 de julio el silencio de las campanas de las parroquias de Pamplona, que habían permanecido mudas  los últimos años, en la hora del chupinazo,  fue roto por un atronador repiqueteo que desafiaba el laicismo oficial imperante. Ese año se celebró la primera exposición de pancartas de las peñas en la Oficina de Turismo que había en el Paseo de Sarasate. Y hablando de turismo, en 1936 se hablaba de que habían entrado a la ciudad más de 4.000 vehículos y 270 autobuses. Cinco días después del final de las fiestas, Pamplona se convertía en protagonista activo del golpe militar contra la República y el orden constituyente. La ciudad se quedaría sin sus fiestas patronales durante los dos años siguientes: 1937 y 1938.

Los sanfermines de 1939 estuvieron imbuidos por el clima eufórico del bando vencedor, en una ciudad, en una comunidad que nunca fue frente de batalla pero en la que se sintió, como en otros lugares de la zona nacional, las represalias sobre la gente de izquierdas, especialmente en los primeros días y semanas de la guerra, con más de 3.000 asesinados, más de 300 de ellos en Pamplona. A los sanfermines de ese año se acercaron militares de alta graduación e importantes cargos del Régimen, entre ellos varios ministros y otras personalidades. Seguía siendo alcalde de Pamplona el que lo fue en los años anteriores a la guerra, desde 1934, el carlista  Tomas Mata. Este fue el primer año que un concejal del Ayuntamiento, en este caso Joaquín Ilundain prendió el cohete que anunciaba las fiestas en la plaza del Castillo. Nacía oficialmente el chupinazo.  Hasta entonces, desde 1901, se lanzaban cohetes por parte de empleados de la empresa pirotécnica desde la plaza del Castillo pero el acto no tenía un valor especial  como tal. Fue en 1931 cuando un conocido republicano llamado Juan Echepare Aramendia, que tenía un estanco en la calle Mayor,  se encargó de encender la mecha del primer cohete. Lo hizo hasta los sanfermines de  1936. Echepare sería asesinado poco después, en los primeros días del golpe militar. A partir de 1941, el chupinazo se tiraría desde el balcón del Ayuntamiento. Este año fue famoso también por el suceso acaecido en el encierro del día 8 de julio cuando un toro de  Arturo Sánchez Cobaleda, de nombre «Liebrero» rompió el vallado, cerca del callejón de los toros provocando el pánico tal y como recogí en la entrada «Imagenes del Ayer. Estampas sanfermineras. Imagenes del encierro: 1914-1949» y en donde resultó herida la señora Doña Clara Herrera que estaba acompañada de su tres hijos. El toro fue abatido por el guardia civil Cipriano Huarte. A partir del año siguiente se puso un doble vallado en el recorrido del Encierro para evitar circunstancias como la comentada.

Fotografías: Las fotografías recogen el ambiente de los sanfermines entre los años 1931 y 1939 y pertenecen todas ellas al Fondo de Fotografías Marín de la Kutxateca. Su autor es en todos los casos el fotógrafo Pascual Marin: CC BY-NC-ND-3.0-ES 2013. KUTXATEKA. Fondo Marin. Pascual Marin. Fotografías por orden de aparición: 1.-Salida de mozos de la plaza de toros (1932). 2.-Fotografía de un encierro sanferminero a la altura de la plaza Consistorial del año 1932.  3.-Público en la terraza del Cafe Kutz de la plaza del Castillo (1932). 4.-Procesión de San Fermin. Iglesia de San Lorenzo (1930). 5.-Jovenes y niños en la plaza del Castillo (1932). 6.-Entrada de las peñas a la plaza de Toros (1931). 7.-Comida sanferminera en el Restaurante Iruña (C/Mercaderes, 7) (1935). 8.-La comparsa a la salida de la Iglesia de San Lorenzo. Notese la presencia del componente músico-militar (1939). 9.-Dianas Sanfermineras en la plaza del Ayuntamiento (1932). 10.-Mozos dando cumplida cuenta de un almuerzo sanferminero en plena calle (1939). 11.-Ambiente sanferminero de una mañana en la calle Calceteros (1939).12. La plaza del Ayuntamiento. Ambiente festivo (1939).13. Paso de los Gigantes por la calle San Saturnino (1939). 

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