Pamplona año a año: 1882: Remigia Echarren. Gayarre y Sarasate mano a mano

Tras la desaparición, a finales de 1881, del periódico fuerista «El Arga», el 1 de de enero de 1882 nacía «Lauburu», como continuación del anterior , quizás con un tono más radical y nacionalista. Su lema era «Diario de Pamplona», «Dios y fueros». Son interesantes sus transcripciones de las sesiones municipales de las que he sacado numerosas notas. Resulta llamativo lo acontecido a propósito del encargo de un plano de la ciudad al topógrafo Dionisio Casañal y Zapatero y es que se encontró con la oposición de las autoridades militares ya que creían comprometidas las instalaciones militares. La edición del plano cuyo trabajo de campo se realizó entre noviembre de 1880 y marzo de 1882 encontró numerosas dificultades hasta 1883 año en que otorgaron permiso al autor para su impresión sin la parte de la Ciudadela. La impresión de un centenar de ejemplares se realizó a lo largo de 1884. El trabajo de Casañal es probablemente uno de los más completos  y exactos que se hicieron sobre Pamplona hasta tiempos modernos. El 19 de enero fallecía el que había sido gobernador civil de la provincia, el baztanés José María Gastón, cuyos funerales tuvieron una nutridísima asistencia social e institucional.

El asunto del abastecimiento de agua seguía siendo uno de los principales temas a resolver por el ayuntamiento de la época. El caudal procedente de Subiza, cuya traída de aguas se realizó en 1790,  era  a todas luces insuficiente. Se habló de destinar el agua de Subiza para la bebida y echar mano del agua del Arga para la higiene, pero esta solución no convencía demasiado. Se aspiraba a que el agua llegase hasta los domicilios, pues parecía que era lo que pedía el espíritu de modernidad y desarrollo de la época. Hasta entonces existía el oficio de aguador que se encargaba de acarrear  el agua hasta a las casas o en su defecto había que desplazarse hasta la fuente pública más cercana para avituallarse. El  proyecto que el Crédito Navarro propuso al Ayuntamiento para reforzar los recursos hídricos de la ciudad no salió adelante prevaleciendo la corriente partidaria de que fuese el propio consistorio exclusivamente el impulsor de este proyecto  de interés público y no una entidad privada. Resultaba clave de donde tomar las aguas. El 19 de mayo se presentó un informe técnico. Las opciones eran dos: o tomarla del Rio Arga antes del pueblo de Zubiri o traerla de un manantial del valle de Ollo. La votación final  de los concejales se decantó por el manantial de valle de Ollo que conoceremos después como Manantial de Arteta, aunque el manantial se encontraba a dos kilómetros del pueblo, en un barranco de la Sierra de Andia, a unos 24-25  kilómetros de Pamplona. No obstante aun tendrían que pasar 13 años para que la traída de aguas se hiciera realidad.

En los inviernos de estos años,  el Ayuntamiento solía contratar a jornaleros que se quedaban sin trabajo para realizar obras públicas menores, limpieza en las calles, retirada de nieve, etc. El 12 de enero de 1882 el concejal Francisco Húder proponía en un pleno suspender las corridas de toros, aunque solo cuatro concejales votaron a su  favor contra catorce. El concejal Campión pedía que los perros circulasen con bozal  y que el incumplimiento motivara la muerte del can mediante estricnina u otro procedimiento así como otra del concejal Ascunce proponiendo una contribución especial a los propietarios de perros. Ninguno de los dos acuerdos, de Campión y Ascunce,  prosperaron porque Diputación consideraba que era posible prevenir los accidentes por mordeduras de perros  mediante la aplicación de la normativa ya existente. Cada vez con más frecuencia se planteaban cuestiones en el que los diferentes corporativos mantenían posturas discrepantes y la presencia de los concejales en las manifestaciones religiosas era una de ellas. La petición de la Hermandad de Labradores para sacar en procesión a la virgen del Rosario a fin de conseguir el beneficio de la lluvia y la posible participación de los concejales en el evento provocó que el sr. Húder propusiera que  no fuese el Ayuntamiento a las manifestaciones  religiosas como cuerpo de corporación. El resultado de la votación fue de 11 votos a favor y 10 en contra, por lo que el Ayuntamiento acompañó oficialmente a la procesión.

En los carnavales se celebraban con gran profusión bailes de máscaras aunque la alegría carnavalera no se limitaba a sociedades, casino y otros espacios  sino que transcendía a la vía pública donde el paseo de Valencia y la plaza del Castillo se llenaban de gentío. La prensa de la época, concretamente «Lauburu»,  destacaba, no obstante,  la escasa originalidad de los disfraces rayana en muchos casos en la chabacanería. Los Padres Capuchinos continuaban quejándose del impuesto municipal que tenían que pagar por los líquidos, mayormente vinos, que introducían en la población. Este año del cupo de 60.000 hombres  para el ejercito fueron 1.127 sobre 2.900 los que correspondieron a Navarra. En el periódico «El Navarro» del 13 de junio aparecía un minucioso desglose de los mozos llamados a filas y en ese desglose aparece nada menos el número de 126 sustitutos. Se solicitó la plaza de toros al Ayuntamiento para diversos espectáculos: uno gimnástico-acrobático y una corrida  de toretes, espectáculos una parte de cuya entrada iba al Ayuntamiento. Se suprimió el llamado «banco de la paciencia» situado a la altura de Casa Baleztena, a la salida de la calle Comedias.

En este año 1882 Gayarre y Sarasate actuaron por primera y única vez juntos en el Teatro Principal. Los recibimientos a cada uno de estos próceres fueron apoteósicos en Pamplona. Nunca, en unos sanfermines como los de este año, se había juntado semejante número de figuras: Ruperto Chapí, Emilio Arrieta, Juan Guelbenzu, Dámaso Zabalza y un joven Joaquín Larregla. Dicen que el día 9 de julio Gayarre desde el balcón de su habitación de la Fonda Europa en el Paseo de Valencia, se arrancaba a cantar, a instancias de un multitudinario público el Gernikako Arbola seguido de  un zortziko, aunque la insistente y sin medida petición de los exaltados mozos hizo que aquel bonito gesto se trocase en cabreo del célebre tenor, según recuerdos familiares de Luis del Campo. Se habían programado cuatro conciertos de estas figuras universales que constituyeron un éxito histórico. Los pianistas  Zabalza y Guelbenzu participaron en el tercer y cuarto concierto. Al margen de los conciertos, la ciudad celebró sus actos tradicionales como cualquier año. Se iluminaron con 4.480 bombillas la fachada del Teatro, la Fuente, el Kiosko, la fachada de Diputación, la casa de Correos y las farolas. No hubo heridos de consideración en los encierros. Se celebraron cuatro corridas y una de prueba con toros de Lizaso, Carriquiri y Diaz para diestros como Lagartijo y Cara Ancha. La primera corrida se suspendió por la lluvia. Caballos muertos a mansalva, como detalle, siete en la segunda, veintidos en la tercera, quince en la cuarta. La cuarta celebrada el día 11 se suspendió al final de la tarde también por la lluvia  lo que provocó la ira de parte de los mozos que se encararon con el alcalde-presidente señor Colmenares, interviniendo la fuerza pública con las bayonetas caladas. Posteriormente los incidentes se trasladarían a la plaza del Castillo y la calle Chapitela, con apedreamiento a la casa del Alcalde, ataques al mobiliario urbano y a la fuerza pública aunque sin desgracias personales que lamentar.

Otros actos destacables de las fiestas serían los fuegos artificiales a cargo de la viuda de Berástegui, alguno de ellos tuvo que ser suspendido por la lluvia, los partidos de pelota en el paseo antiguo de la Taconera, las músicas de gaiteros, chunchuneros, dulzainas, bandas militares; la compañía de la Zarzuela en el Principal, las comedias en el Teatro Circo de la Estafeta, la retreta de las bandas militares suspendida por los incidentes del día 11. De las barracas del ferial destacaban los espejos que deformaban la imagen de los cuerpos, como los del Callejón de Gato, que diría Vicente María del Valle Inclán y las figuras de cera. Este año, el Ayuntamiento convocó un certamen literario de prosa y verso en castellano y euskera. Las compañías de Thomas Teresy y Agustín Velazquez se unieron para dar representaciones en la plaza de Toros de Pamplona. Además de numerosos actos acrobáticos-gimnásticos se presentó como novedad a Mademoiselle Agustini. En realidad se llamaba Remigia Echarren, más conocida popularmente como «La Remigia». En 1883 pasó el río Arga en maroma por la zona de «Las cadenas» proeza que repitió en años posteriores. Hasta nuestros días ha llegado con el sobrenombre de «La Reina del Arga». Tuvo un accidente en 1892 que la apartó de  su carrera. Acabó de mayor, vendiendo décimos de lotería y murió en 1929 a los 67 años de edad. Su primera actuación este año fue el 12 de julio en la plaza vieja, un gran ejercicio de funambulismo, actuación que repetiría el 16, 23, 25 y 30 de julio. Varios vecinos de la calle San Gregorio solicitaron al Ayuntamiento el cambio de nombre de su calle por Calle de Sarasate, alegando haber nacido en ella el célebre violinista, pero la petición no prosperó. Algunos pamploneses pedían al Ayuntamiento permiso para limpiar sus caballerías en la calle en vez de en sus cuadras. Comenzó  a proliferar el absentismo de los concejales en las reuniones estivales. San Fermín Chiquito solo contó con funciones religiosas.

El 10 de octubre se acordó la alineación de la calle Mayor y el derribo de casas de la calle Pellejería. También se trabajaba  por el proyecto de prolongación de cubiertos o soportales en la Casa del Café Español, la construcción de una comunicación peatonal entre la plaza del Castillo y la calle Zapatería, así como una proposición de compra del exconvento del Carmen y el arreglo de cuarteles. En noviembre la comisión municipal de obras informaba que no era posible habilitar el pasaje peatonal entre la plaza del Castillo y Zapatería por la oposición de los herederos de Blas Lipúzcoa a ceder espacio de su edificio. Sin embargo se avanzó en los soportales de Casa Garbalena. Tendría que pasar una década para acometerse el pasaje de comunicación conocido como Pasaje de la Jacoba. Una pena que no prosperase  igualmente un pase entre Plaza del Castillo y Plaza del Ayuntamiento. En 1892  se acordaba la construcción de un pasaje de tres metros de anchura en la zona, obra posible al haber comprado el municipio la casa nº 19 de la calle Zapatería. Con los años se convertiría en el pasaje propiedad de Doña Jacoba San Miguel Murillo, casada con Don Bernardo Machiñena, famoso comerciante de la época. Continuaban los roces entre Ayuntamiento y Diputación a propósito de la modificación de aranceles o «derechos de puertas». En el transcurso de 1882 disminuyó el número de habitantes de Pamplona en 282 vecinos. La contabilidad municipal finalizaba así: 55.332 pesetas de superávit con 929.431 de pesetas de ingresos y 874.099 de gastos.

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