Comercios del Viejo: Pamplona: Plaza del Castillo (1908-1963)
Termino la serie, dividida en tres entregas, que nos ha permitido recorrer el itinerario comercial de las calles Ciudadela, San Gregorio, San Nicolás y Plaza del Castillo entre los años 1908 y 1963. Nos situamos, como en el resto de calles, en la plaza del Castillo, llamada plaza de la Constitución a comienzos del siglo, concretamente en 1908. La plaza, calificada tradicionalmente como cuarto estar de los pamploneses, albergaba a principios de siglo, una heterogénea mezcla de negocios. Su nombre, como he dicho, ha variado a lo largo del tiempo: plaza de la Constitución a lo largo de buena parte del siglo XIX y principios del XX alternando con el tradicional plaza del Castillo y plaza de la República, durante el período de la 2ª República. Nos situaremos a la altura del Hotel La Perla, que tradicionalmente ha ostentado el nº 1 de la plaza. En 1908, había tres fondas en la plaza, la de Teresa Graz, viuda de Miguel Erro, (dueña de La Perla), la de Aramendía en el nº 16 y El Cisne de Balbina Vera, en el nº 24. Aquí tenían también su sede reputados fotógrafos, Agustín Zaragüeta, un poco antes del actual bar el Kiosko, con un próspero negocio de fotografía que seguiría su hijo Gerardo aunque ya en el nº 31, al menos hasta los años 50 en que se traslada al nº 6 de la calle Amaya; Emilio Pliego, primero en el nº 35 de la plaza y luego en el nº 21, en el edificio del Crédito Navarro hasta 1934 en que cerró el local y José Roldán Bidaburu, inicialmente en el edificio del Iruña (nº 48, actual 44 y 44 bis), primero asociado con Mena y luego con su hijo, José Roldán Zalba. Fallecido su padre será solo Hijo de Roldán, pero ya en el nº 40 de la plaza, a donde se traslada en 1910. Posteriormente el negocio seguirá apareciendo como Fotografía Roldán. En los años 50 aparecía Nicanor Roldán y en los 60 Ana María Roldán; A tan destacado plantel de fotógrafos se le sumaría en los años 30 un tal Iglesias y en los 60 un tal Arturo Mene (en el nº 6). Dentro de poco publicaré una entrada dedicada por completo a este gremio.
Siguiendo el orden de los portales, y en la parte este y en dirección sur encontrábamos, desde la segunda década del siglo a Adolfo Navarlaz y Juana Echavarri, en el nº 1, una perfumería, con guantes y pieles, y una década más tarde una administración de lotería que continuaría durante largo tiempo, compartiendo este mismo número en los años 20 con la sastrería de Pedro Lozano que vemos en la fotografía adjunta de 1915, tenía también entrada por Chapitela, 23, entonces Héroes de Estella; en el nº 3 el bar Torino, abierto como bar, restaurante y casa de comidas por los señores Duhins y al que seguirían en la gerencia Melitón Ariz y Doroteo Cotelo, -ya después de la guerra-, que en 1973 daría paso al actual Windsor, tras el cierre del Torino en 1971; en el nº 4, desde 1908, hallábamos la tienda de licores de Jenaro Pascual y la platería de Lafuente.
En el nº 5, en los años 30, estaba el estanco de Eulalia Perugorría; en el nº 6 el salón de peluquería y barbería de los hermanos Soravilla, uno de ellos se llamaba Arturo. Había nada menos que cinco peluquerías-barberías en la plaza en 1908. Además de la citada de los hermanos Soravilla estaban las de Severiano Martín (nº 14), Martín Goñi (nº 40), Ignacio del Valle (nº 24) y García (nº 35) sustituido, este último, en los años 20, por Antonio Razquin y más tarde por Juan García y Rafaela Zalba. Algunos de ellos como Soravilla, Razquin y Martín seguirían hasta avanzados los años 30 y aún mucho después, aunque por los años es de prever que continuasen sus herederos, supongo. Hasta los años 50 llegaron las peluquerías de Juan García y Severiano Martín que también eran de señoras a las que se sumaron las de José Muñoz y Pedro Suescun (en los números 6 y 29 respectivamente). Entre las peluquerías de señoras estaba la de José María Villafranca, en el primer piso del nº 28 de la plaza, la de Martin Ayerbe, luego Josefa Ayerbe (nº 36) y la de Rosario Domeño (números 1-3, 1º) y también en los 60 Pilar Ilarregui (nº 18) y Josefina Zubeldia (nº 30). También disponía de peluquería el Casino Principal. En los años 20, en el nº 6 bajo estaba la mercería-quincallería de las Hermanas Eguiguren a quienes también veremos en la plaza consistorial años más tarde.
En el nº 8, cerca del actual Gure Etxea, y desde comienzos del siglo aparecía el zapatero Bruno Avalos, en el nº 9 (Bar Gure Etxea) y ya en la segunda década de siglo el bar Ideal, café regentado por los hermanos Peralta, Deogracias Peralta aparecía como titular en los años 30. Donde el Bar El Kiosko, desde 1907, García Arilla y Compañía con quincalla fina, aunque posteriormente, ya sólo como Arilla, se traslada al nº 11 con venta de pianos y otros instrumentos musicales, además de abrir una segunda tienda en el nº 55 de Mayor, esquina con Eslava, y más tarde incluso una sucursal en San Sebastián, y Rufino Olaz, sastre con venta de género. Un poco antes, en el nº 12 y en los años 20 estaba la librería-papelería de Higinio Coronas, con imprenta y un poco más adelante, donde hubo una barquillería, había otro negocio similar de papeles, postales y otros artículos a nombre de Viuda de Roldán.
También en esta zona, hoy llena de bares, estuvieron José Les, (posteriormente Alfonso Les), en el nº 11, inicialmente con objetos de escritorio, aparatos de radiotelefonía, bazar y bisutería y más tarde, -en los años 50 y 60-, aparatos de radio y televisión y en el nº 13 una tienda de confección de señoras regentada por Mercedes Jimenez. En los años 20, donde el Casino Eslava, estaba el Hotel Vasco Navarro de los hermanos Larrayoz y muy cerca, en el nº 19, y en los años 30, la fonda de Wenceslao Cilveti. A la altura del antiguo Tropicana había sendas posadas a comienzos del siglo, las de José Serrano y Saturnina Urra pero al poco tiempo descubriremos en este rincón, donde anteriormente estuviese la fonda La Manuela, el Hotel Quintana que regentarían su viuda e Hijos. De Juanito Quintana he hablado en otras entradas del blog y seguiré hablando seguramente. Cerrando la plaza por la zona donde se abriría Carlos III, encontramos el Teatro Gayarre con su «foyer» o «ambigú». Y en el otro lado de la plaza, en la parte oeste, en el nº 32 estaba el Dena Ona abierto por el señor Blasco, que luego cogerían los señores Mazo y Zabalardo, convirtiéndolo en café-bar y restaurante. En el nº 33, cerca de la actual Turroneria había otro sastre con género de apellido Horcada cuyo negocio, luego, en los años 20, continuarán sus hijos.
Donde el estanco de las Viñes, estaba el tintorero Martínez, que en los años 30 da paso a la tienda de calzado de Fermín Atozqui que perduró desde entonces y al menos durante los años 50, a continuación venía la joyería-relojería Astrain, fundada en 1850 que continuará durante largo tiempo hasta principios del siglo XXI (primero fue Lorenzo Astrain, luego Viuda de Lorenzo Astrain y hermano y luego sus descendientes). Un poco más adelante, donde estuvo la peletería Rome, estaba el platero de origen italiano Florenzano así como el zapatero Gutierrez. Por cierto, en los años 30, había una tal Francisca Florenzano en el nº 58 con confección de señoras. Donde el Banco de la Vasconia, en nº 39, estaba el negocio de papel, postales y objetos de escritorio de Eusebio Rubio, y un poco más adelante, en el nº 42, cerca del pasadizo de la Jacoba, y desde los años 20, la librería papelería Sucesores de Casildo Iriarte que más tarde cogería Aniceto Urmiza Gómez y sus herederos que continuarán con el negocio hasta finales de siglo, bajo el conocido nombre de El Secretariado Navarro.
En la misma ubicación estaba Agustín Trías con tienda de guantes y mercería, mientras que Federico Trias regentaba una camisería en el nº 39. En el nº 43 estaba, desde 1912, el Café Kutz donde antes estuviesen El Español, regido en 1875 por los señores Monegatti que lo convirtieron en el Café La Marina. El Kutz duró hasta 1961. En el nº 44 bis, un poco después del Café Iruña, estaba la pastelería de Ariz y en la esquina de la Plaza del Castillo con Chapitela, Luis Leache, (Sucesores de Mosso y Francisca Osiniri), que entonces correspondía al nº 49 de la plaza de la Constitución y al 26 de Héroes de Estella. Leache se trasladaría luego al nº 34 de la calle Mayor. En este lugar, 49 de la plaza y 26 de Chapitela, encontramos años más tarde a Antonio Archanco con artículos de viaje, guantes, mercería, quincallería, con tienda abierta, como he dicho, también hacia Chapitela. En cercana posición se debía encontrar la heladería Alaska. También en estos años estaba en la plaza la conocida Casa López, joyería, platería y relojería, junto a las escalerillas.
¿Qué quedaba de todos estos negocios después de la guerra?. Continuaban el Iruña, el Suizo de Matossi, el Dena Ona que era ahora el Bearin, el Kutz (con Elvira Muñagorri a la cabeza), el Torino de Doroteo Cotelo, El Cisne (de Lucia Agorreta Orio) y La Perla (con Rafael Moreno Erro, desde el año 1936). En la vecina Espoz y Mina, los Alemán había comprado el Maisonnave en el año 1945 y desde los años 30 estaba en funcionamiento el Hotel Europa de Espoz y Mina, si bien bajo la dirección de Isidora Valencia Alcoz primero y de Francisca Ibarrola después. Fuera del Casco estaban ante otros, los siguientes hoteles: el Valerio de la avenida de Zaragoza, el Yoldi en la avenida de San Ignacio o el Comercio de la avenida de Franco. En la década de los 30 había nacido el popular Choko de la mano de la sociedad Alcaine y Beaumont, donde antes estuviera el Bar España. Beaumont también tenía en estos años un taller de confitería o fábrica de caramelos en el nº 10 de la plaza. Pero pronto comenzarían a proliferar los bancos, desalojando a los antiguos cafés: al Crédito Navarro y La Vasconia se sumarían el Banco de Bilbao, emigrando del nº 19 de Chapitela, donde antes estuviese el Banco Vasco y en los 70 el Banco Exterior, hoy General Optica, a la plaza y ocupando lo que fuera el histórico y centenario Café Suizo (cerrado en 1952), mientras el Banco de Vizcaya ocuparía el lugar del antiguo Café Kutz en 1961. ¡Qué pena!
En 1942 se había instalado en el nº 28 Felipe Gómez Alonso con su popular y hoy desaparecida, desde hace unos pocos años Librería Gómez. Tenía, además su propia empresa editorial, su imprenta y su academia de enseñanza de la que ya hablé extensamente en la entrada que dediqué al sector. En los años 40, las obras de remodelación de la plaza del Castillo obligaron a Antonio Leoz a cerrar su quiosco de prensa de madera para trasladarse a un bajo de un edificio cercano, concretamente al nº 38 de la plaza, donde mantiene actualmente el negocio su nieto. En los años 60 Antonio Leoz Goñi se hará cargo también del kiosko de prensa de la plaza, cercano al edificio del Crédito Navarro. Después de la guerra, en el nº 12 encontramos la tienda de Pablo Esparza, el popular fabricante de licores, y sobre todo de Anis Las Cadenas. También vendía bebidas el establecimiento Solera, en el nº 35 de la plaza. En el nº 4 estaba la librería con objetos de escritura de Aramendía que continúa en la siguiente década. Revisando el tramo existente entre la bajada hacia Estafeta y el Choko encontrábamos en aquellos años 50 y 60, el bar Rhin de Julia Alcayaga, en el nº 8, el bar Guría de Ricardo Zalba Martínez en el nº 10, en el nº 12 el bar-restaurante Maitena, de Jerónimo Ibarrola, en el nº 13 y 14 el Bar Sevilla de Julián Ramírez Alvarez y en el nº 18, Miguel Yoldi y Jesús Rada con el bar Brasil que en los 60 asumiría Juan Gazpio que después sería el Tropicana. Había por último, una administración de Lotería en el nº 35 a nombre de María José Beunza y Aquilino García de la Peña vendía y reparaba máquinas de escribir, las populares Underwood, en el nº 31 de la plaza.
En los años 60, comenzando por el lado más cercano al Paseo de Sarasate teníamos, entre otros negocios, en el nº 27 la tienda de antigüedades de José Garisoain , en el nº 33 la confitería de Pilar Onsalo, (donde la actual Turronería), un poco antes la tienda de venta de material de escritorio y estilográficas de Jesús Antón, que yo conocí abierta hasta finales de siglo XX. En el primer piso del nº 35, estaba la agencia de viajes de Eusebio Cafranga y en el bajo María Patrocinio Viñes ya llevaba un negocio de venta de libros rayados, asi tal cual suena, antes de convertirse en un estanco o establecimiento dirigido al fumador. Aun estaba el Muthiko Alaiak en el nº 38 de la plaza del Castillo antes de su paso a Comedias. Abajo, en el local comercial, había una tienda de confección a nombre de José Rosano, donde luego encontraríamos Peletería Rome. El Club Taurino tenía sus sede en el 1º piso del nº 40, aunque antes estuvo en el otro extremo de la plaza, donde el hotel Quintana, de hecho Juanito Quintana fue presidente del primer Club Taurino en los años 30. Muy cerca, del Taurino, tan cerca como en el local de abajo Juan Arbizu abría una de sus primeras cafeterías Delicias que marcaron toda una época en Pamplona, mientras que en el otro lado de la plaza, en el nº 5 María Pilar Legaz vendía artículos de marfil.
Fotos por orden de aparición: Nº 1: fotopostal Viuda de Rubio. Plaza de la Constitución y Hotel La Perla. 1910-1925 ,Nº 2: Plaza de la Constitución, delante de los soportales del Hotel La Perla. 1915.Sin filiar , Nº 3: Foto postal de la plaza de la República o plaza del Castillo. 1935. Luis Roisin. Nº 4: Plaza de la Constitución. 1910-1925. Foto postal de Viuda de Rubio, Nº 5: fotopostal de la plaza de la Constitución 1915-1920, Nº 6: Plaza del Castillo. 1953. Fondo Galle. Archivo General de Navarra , Nº 7:. Bar Choko. Plaza del Castillo, 1962. Colección Arazuri. Nº 8: fotopostal del Cafe Kutz, Nº 9: Club Taurino en el nº 18 de la plaza del Castillo. Clubtaurino.es, Nº 10: Foto postal de la plaza de la República o plaza del Castillo. Años 30, Nº 11: Plaza de la Constitución en las primeras décadas del siglo XX. Sin filiar, Nº 12: De izquierda a derecha, Paco Cano, «Canito», Ernest Hemingway y Juanito Quintana. Años 50. En los años cincuenta, tras una larga ausencia de España, Hemingway regresó y reanudó su relación con Juanito Quintana. Quintana se ocupó de buscarle alojamiento en sus visitas a Pamplona en 1953 y 1959, y le acompañó en sus viajes por diversas ciudades unidos por su afición a los toros.
me han servido para recordar cosas antiguas y mas recientes ,que he conocido.mucha nostalgia y a la vez mucho cariño.de todas formas ,nos enseñaron muchas cosas y las personas muchas noserian inteligentes pero tenian una intuicion asonbrosa.