Los Sanfermines de principios del siglo XX (1900-1930)

Comienzo cronológicamente esta serie de los sanfermines del siglo XX, con la apertura del nuevo siglo. Hemingway no la había dado a conocer internacionalmente pero la fama de sus fiestas y encierros se extendía a las provincias limítrofes, incluso al sudoeste francés. Ya entonces acudía al calor de la muchedumbre festiva una buena hornada de rateros y carteristas así como de mendigos procedentes de otros lares. También formaban parte de la fauna local de esos días charlatanes, vendedores ambulantes, organilleros, limpiabotas y un sinfín de curiosos personajes, Se acababa de inaugurar la nueva Audiencia Provincial y ese primer año del siglo se ponía la primera piedra de la nueva cárcel de Pamplona. La anterior prisión estaba situada en la actual plaza de San Francisco. Se iniciaban las fiestas de San Fermín con disparos de cohetes y repique de campanas. Los encierros se corrían a la temprana hora de las 6 de la mañana y las corridas se celebraban a la no menos temprana hora de las cuatro y media de la tarde. Recordemos que los encierros se corrían hasta 1843 por la Calle Chapitela y que desde 1856 comenzaron  a recorrer la Estafeta.

Los actos más destacados de las festividades eran la Procesión y el acto de las Vísperas, recordemos que aun no se había instaurado el famoso Riau Riau, sin olvidarnos de  los tradicionales fuegos artificiales, con todo tipo de aparataje pirotécnico en la plaza del Castillo, entonces de la Constitución, donde destacaban las bombas japonesas que lanzaban caramelos a los crios. También en la plaza se celebraban cucañas, el baile popular al son y acordes de los famosos chunchuneros. Las barracas se colocaban entonces en el primer ensanche con atracciones, todo hay que decirlo, bastante rudimentarias, detrás de la Calle Navas de Tolosa aunque también se colocaban casetas de feria en el lado izquierdo del Paseo de Sarasate, según se mira la Audiencia, mientras el ferial de Ganado se ubicaba junto al Portal de San Nicolás, en los glacis del lado izquierdo, saliendo de la ciudad. También solían organizarse kermeses o tómbolas benéficas, alguna de ellas en la zona de los jardines de la Taconera. Y lo que mayormente se bebía estos días era vino y cerveza. Las corridas de toros no se celebraban durante nueve días, como ahora, sino cinco, el programa oficial de las fiestas llegaba como mucho  hasta el día 11, luego se amplió al 12, si bien era tradicional que se prolongasen buena parte de actividades hasta el día 14, por ejemplo las barracas o el Ferial de Ganado y otras. No hacía demasiados años, concretamente en 1888, había llegado la luz eléctrica a la ciudad y en este primer año de siglo se colocaron unos focos eléctricos en la entonces llamada plaza de la Constitución, actual plaza del Castillo, que estaba engalanada, a la sazón, con abundancia de banderas y gallardetes.

Visitaba durante estos primeros años del siglo, la ciudad,  el insigne violinista pamplonés Pablo Sarasate que se solía hospedar, desde 1888, en el Hotel La Perla, ofreciendo sus célebres conciertos matinales.   En 1900 fue declarado  hijo predilecto de la villa. Don Pablo no faltaría a su tradicional cita festiva durante muchos años, concretamente hasta 1909. Y es que en septiembre de 1908 fallecía en su residencia de Biarritz. En aquellos primeros años del siglo el gentío acostumbraba a pasear por la calle Mayor y sobre todo por la calle Estafeta, verdadero escaparate social de la ciudad, en estos primeros años del siglo. En 1901, el encierro del día 7 se retrasaba media hora por la lluvia. Fueron alcaldes de Pamplona en esta primera década los señores Agustín Lazcano (1900), Javier Arvizu y Górriz (1901), Joaquín Viñas (1902-1903-1905-1906), Salvador Ferrer y Galbete (1904), Daniel Irujo (1904-1907-1908) y Juan Pedro Arraiza (1909). El 7 de julio de 1902 se tiene constancia de los dos primeros heridos por asta de toro. Los caballos en las corridas no tenían protección por lo que morían a mansalva. En 1903 se erigía el Monumento a los Fueros. El Teatro Principal pasaba a llamarse Gayarre y el Paseo de Valencia, Paseo de Sarasate. La iglesia de San Lorenzo estrenaba una nueva fachada muy diferente a la pétrea y con apariencia amurallada de la anterior. Tres años más tarde tapiaban la puerta de acceso al templo existente en la fachada de la calle Mayor, si bien en 1908 el párroco D. Marcelo Celayeta abría otra puerta por la calle San Francisco. En 1903 se colocaba en la plaza del Castillo, cerca del Iruña, un túnel luminoso que estuvo muy animado durante todas las fiestas. A mediados de la década de los 20 se comenzó a colocar una iluminación a base de bombillas perfilando el edificio de la Casa Consistorial, y se seguía iluminando con bombillas la plaza del Castillo.

El 10 de julio de 1904 se formó el primer montón a la entrada del coso, al parecer el último tramo estaba muy masificado por el entendible deseo de los mozos de entrar en la plaza de toros delante de los toros ante el gentío. Ese año, el día 8, hubo que hacer un segundo encierro con un solo toro que se había quedado rezagado en Santo Domingo. Recordemos que antes de la construcción de la actual plaza de toros, en el último tramo de la Estafeta se giraba hacia la derecha en vez de hacia la izquierda, por lo que hoy sería la calle Duque de Ahumada hasta la antigua plaza situada al comienzo de Carlos III, en las traseras del antiguo Gayarre. Dos notas extraordinarias de ese año fueron el terremoto que se sintió el día 13, de cierta  intensidad (hubo otro también en los sanfermines de 1923) y la calorina reinante que supero los 40 grados aunque en 1909 pasó todo lo contrario. Tuvimos unos de los sanfermines más desapacibles que se recuerdan. En 1905 se tiene noticia del primer paseo de autoridades previo al encierro. En 1906, la calle Pellejerías pasaba  a llamarse de Jarauta. La fama de las fiestas iba traspasando fronteras siendo cada vez más frecuente la presencia de extranjeros en nuestras fiestas, sobre todo franceses aunque también ingleses y de otras latitudes. Nuestras fiestas comenzaban a tener fama nacional. El 9 de julio de 1908 hubo dos encierros de tres toros cada uno. El motivo,  el de siempre, los toros se habían quedado en el corral. En la plaza del Castillo se habilitaba una caseta para la venta de billetes de las corridas que hasta entonces se dispensaban en diferentes lugares aunque no será hasta 1914 cuando realmente se centralice la venta de los diferentes tipos de billetes. Entre los diestros de esta primera década del siglo destacan nombres como los de Mazzantini, Lagartijillo, Machaquito, Lagartijo, Fuentes, Bombita, Quinito, etc.

Comenzamos la segunda década con otro montón en el encierro, justo en la puerta del plaza, el 7 de julio. Fueron  alcaldes de Pamplona, esta década, Joaquín Viñas (1910-1913), Alfonso Gaztelu (1914-1915), Manuel Negrillos (1916), Demetrio Martínez de Azagra (1917) y Francisco Javier Arraiza (1918-1919). Los actos festivos venían a ser prácticamente los mismos que durante la primera década: chupinazos y repique de campanas, vísperas, procesión, paseos, bailes, barracas con sus churrerías cercanas, cohetes artificiales (a cargo de Oroquieta y más tarde también de Caballer, entre otras pirotécnicas), bandas de música, teatro, toro de fuego, feria del ganado que luego se trasladaría a la zona de la Media Luna y desde 1922 a las cercanías del antiguo hipódromo y campo de deportes (donde hoy esta el Larrabide), teatro en el Gayarre, cine al aire libre en la plaza de la Constitución, conciertos matinales con el Orfeón y la Sociedad Santa Cecilia  en el Gayarre o los conciertos al aire libre en la Taconera, eventos deportivos (fútbol en el campo del hipódromo, pelota en el Euskal Jai, ciclismo, tenis en el Law Tennis Club, tiro al pichón, etc), paseo social por la Estafeta que luego se trasladaría al Bosquecillo, la comparsa de gigantes y cabezudos, en 1910 acompañadas por el celebre gargantúa vizcaino,  «varietés» criticadas por la moral bienpensante de la pacata y provinciana Pamplona de aquellos años y las casetas de venta de ajos en la plaza de Recoletas. También había cine en el Salón Novedades (también he oído hablar del Cinema Actualidades, Belloch (situado junto a la plaza de toros) y del cine de Rocamora y Montero)  así como el circo Feijoo.

En 1911 fallecía el célebre chunchunero Javier Echeverría, gitano para más señas,  que acompañó a la comparsa durante más de 60 años, prácticamente desde mediados del siglo XIX. Este año el encierro del día 8 duró más de una hora, al negarse un toro a entrar en el corral. Hago un inciso para referirme al Riau Riau. Es tradicional referirse a este año como el primero en el que Ignacio Baleztena junto a unos amigos  instauró el famoso riau-riau acompañando al vals de Astrain. El Vals que tiene por título «La alegria de San Fermin»  parece que ya se interpretaba en 1909 y según dicen las crónicas de la época probablemente tuviese bastantes años de antigüedad. De hecho Miguel Astrain lo compuso a finales del siglo XIX y con toda seguridad se interpretó al menos desde 1883. La letra es posterior, de 1928, y había sido escrita por María Isabel Hualde Redín. Y como muchas costumbres empezó de la manera más espontanea posible. Un grito festivo de aprobación por parte de Baleztena por lo bien que había tocado el vals el maestro Cervantes, (era costumbre en la montaña navarra acabar las canciones festivas con este grito),  tuvo su continuación en la repetición del grito al término de cada estrofa. Este comportamiento no fue bien visto por buena parte de la sociedad respetable pamplonesa y el propio ayuntamiento, durante unos cuantos años, como veremos.

Leon Salvador fue unos de los personajes más conocidos de aquellas primeras décadas, no solo en Pamplona sino en buena parte del norte de España. Su presencia en la ciudad se hacía notar. Era el rey de los charlatanes, capaz de vender lo que se propusiese. No había otro como él con tanta elocuencia y perseverancia. Formaría parte del paisaje festivo de nuestra ciudad hasta los años 50. En estas primeras décadas además puede considerársele un generoso benefactor pues  se prodigaba en regalos para la ciudad: música, cohetes  y otros actos festivos que pagaba de su bolsillo, y que posteriormente reemplazaría por generosos donativos a entidades benéficas locales. No obstante era un personaje que provocaba la ira de los comerciantes locales pues en sus deslenguados discursos de venta se metía con frecuencia con los comerciantes de la ciudad, hecho que llegó a provocar la advertencia municipal de retirarle su permiso de venta. En 1912 coincidieron en julio diferentes eventos junto a las fiestas: una semana social, otra relacionada con la aviación, el congreso de viticultura y el 7º centenario de la batalla de las Navas de Tolosa, con la presencia el 16 de julio del rey Alfonso XIII. Se incorporaron a la comparsa los kilikis Napoleón y Patata así como dos nuevos zaldikos. Se inauguraba la plaza de San Francisco, presidida por la Mari Blanca, hoy semiescondida en los jardines de la Taconera. En 1913 hubo que celebrar, otra vez,  dos encierros por un toro que se negó a salir de los corrales. A partir de 1911 y de 1914 llegaron a la ciudad, respectivamente los ferrocarriles Irati y Plazaola.

Con la masificación de las fiestas se incrementaron los hurtos hasta el punto de que en 1914 se enviaron refuerzos policiales desde Madrid, deteniendo a más de una treintena de carteristas procedentes de toda la geografía española. La 1ª guerra mundial se dejó sentir con la ausencia casi total de extranjeros. Pero busquemos notas de color y sabor de aquellos sanfermines de antaño. Ya hemos dicho que el recinto ferial estaba ubicado en el 1º ensanche: en 1915 encontrábamos un cine, dos circos (Feijoo y el Reina Victoria), columpios, toboganes, tiovivos y otros carruseles (las olas), barcas colgantes, fieras y animales domesticados, casetas de tiro, varias churrerías, photocalls, puestos de dulces  y casetas de bebidas. Chunchuneros en la plaza del Castillo, orquestas callejeras, vendedores ambulantes y un ejército de limpiabotas en alegre algarabía. Algún periódico local se quejaba del creciente gamberrismo y el cada vez mayor consumo del alcohol en las fiestas lo que provocaba la huida durante estos días  de algunos vecinos, ¿les suena? El 9 de julio de 1915 un toro caía a la orilla del río en el acto del encierrillo aunque sin mayores consecuencias. De vez en cuando se celebraba algún espectáculo diferente como la lucha grecorromana en el Euskal Jai,   con el conocido luchador navarro Javier Ochoa o funambulistas en la plaza del Castillo, eso sucedía en los sanfermines de 1916. Ese año nacían «Los amigos del Arte».

Con Martínez de Azagra (1917) en la alcaldía comenzaron los bandos restrictivos de las conductas incívicas  lo que provocó cierto malestar fundamentalmente entre la gente joven. De esta oleada represiva no se libró ni el Riau Riau de este año ni del siguiente. Por su interés reproduzco algunos párrafos de dicho bando que se aplicó durante los años 1917 y 1918: 1º.- Que cuando el Excmo. Ayuntamiento se dirija a la iglesia de San Lorenzo la víspera de San Fermín, deberá el público, tanto a la ida como a la vuelta de la comitiva, dejar desembarazadas las calles del tránsito, absteniéndose de formar grupos que vayan tumultuosamente delante de la comitiva, así como corear la música. 2º.- Queda prohibido interrumpir los paseos públicos molestando a los paseantes con gritos, canciones y ademanes impropios de personas bien educadas. 3º.- Se prohíbe circular por las calles, sea aisladamente o en grupos, profiriendo gritos o tocando instrumentos que produzcan ruidos estrepitosos, llevando objetos sucios o extraños, o vestidos de un modo extravagante y carnavalesco. 4º.- Queda prohibido, desde las doce de la noche hasta las cinco de la mañana, cantar, gritar, tocar instrumentos músicos, y producir por las calles todo ruido de cualquier clase que sea, que pueda molestar al vecindario turbando su reposo. 5º.- Se prohíbe implorar la caridad pública en cualquier forma que sea. De la cordura, sensatez e ilustración de este vecindario espero que no dará lugar ni motivo de represión, pues de lo contrario me veré obligado, bien a mi pesar, a imponer el correctivo que corresponda, sin contemplaciones ni miramientos, quedando los agentes de mi autoridad encargados de que se cumplan puntualmente las disposiciones contenidas en este bando. En 1919 dejó de publicarse dicho bando.

En 1918, Pamplona homenajeaba a Sarasate con la colocación de la primera piedra de su monumento en los jardines de la Taconera. El encierro se retrasaba este año y el siguiente una hora, pasando a celebrarse a las 7 de la mañana y la corrida a las cinco y media, aunque en 1920 se volvería al horario habitual de las 6 y de las 4.30 las corridas y luego en 1924 se volverían retrasar a las 7 y cinco y media, para volver a adelantarlas en 1925 y retrasarlas en 1926 manteniéndose así durante los años siguientes. Ese año, 1918 hubo un montón en el encierro del día 10. En 1919 se hablaba de unos 7.000 turistas en fiestas, una cifra respetable si tenemos en cuenta que la ciudad tenía poco más de 30.000 habitantes. Seguramente la finalización de la 1ª guerra mundial que había sacudido a toda Europa había contribuido a ello. Entre los diestros que destacaron en esta segunda década se encontraban alguno de los años anteriores como Bombita y Machaquito y otros como Cocherito de Bilbao, Pepete, Vicente Pastor,  Rafael Gómez Gallo, Gallito, Chiquito de Begoña, Bienvenida, Vazquez, Rodolfo Gaona, Salieri,  Posada, Ballesteros,  Fuentes, Belmonte, Joselito y  Fortuna.

Llegaban los felices años 20 y con ellos quedaban atrás las prohibiciones municipales. El riau riau volvia a celebrarse sin cortapisas. En 1920 actuaba por primera vez, por encargo del Ayuntamiento  la banda de música «La Pamplonesa», fundada el año anterior. Hasta entonces había tres bandas de música militares, la de lo regimientos Almansa, América y Constitución que animaban las fiestas. El director de la banda del regimiento América Silvanio Cervantes había formado en la década anterior una banda de música: la  Banda de Música de los Exploradores. Esta banda desapareció en torno a 1917 porque los ciudadanos de Pamplona no querían una banda dirigida por militares. En 1919 Silvanio  Cervantes junto a D. Manuel Zugarrondo y D. Vicente Sádaba creaban “La Pamplonesa”  formada inicialmente por 37 músicos. La primera actuación se produjo el once de octubre. La banda recorrió Pamplona con un pasodoble y una jota. Puesta en marcha la banda, el primer presidente de la Asociación promotora  D. Vicente Sádaba, presentó la dimisión. A partir de entonces el nuevo presidente de la Asociación  hasta 1942, año en que el Ayuntamiento se hizo cargo de “La Pamplonesa”, fue D. Manuel Zugarrondo. En sus primeros sanfermines de 1920 la banda participó en todos los actos organizados en la calle; el cohete, el Riau Riau, las dianas que eran a las 5 de la madrugada, la procesión… incluso se ofrecieron algunos conciertos en el bosquecillo de La Taconera. En 1987  “La Pamplonesa” se convirtió en Asociación Cultural, pues en origen fue  una Asociación Civil. Como Asociación Cultural la banda firmó un convenio con el Ayuntamiento de Pamplona con una duración de 30 años que regulaba las relaciones entre ambas partes. Por  ese convenio el Ayuntamiento se comprometía  a convocar, con carácter exclusivo, a “La Pamplonesa” para acompañar musicalmente a la corporación en cuantos actos oficiales de carácter corporativo se celebrasen. En esta tercera década del siglo fueron alcaldes de Pamplona, José María Landa (1920-1921), Tomas Mata (1922), Joaquín Iñarra (1923), Leandro Nagore (1924-1926), Joaquín Canalejo (1927), Jenaro Larache (1928), José Sagardia (1929) y Francisco Javier Arvizu (1930).

Como ya he señalado en otra entrada en estos años se plantea la construcción de una nueva plaza de toros, la construida en 1852 detrás del Teatro Principal, luego Gayarre, se había quedado pequeña. Se comenzó a construir la nueva a principios de 1921 quedando terminada para junio de 1922. El 10 de agosto de 1921 un incendio arrasaba el viejo coso taurino, incendio que todo el mundo entonces consideró que fue intencionado. En 1920, al término de los sanfermines se celebró el II Congreso de Estudios Vascos, cuya clausura corrió a cargo del propio rey Alfonso XIII. La nueva plaza se estrenó el día 7 de julio de 1922 con un montón  sin mayores consecuencias. En el encierrillo del día 10 se volvió a escapar un toro que fue localizado horas más tarde en el barrio de la Magdalena. Este año volvieron los bandos prohibitivos, orientados al Riau Riau, se prohibía corear la música y obstruir el paso de la corporación así como «circular abrazados por calles y paseos». Incluso el alcalde Tomas Mata estuvo a punto de prohibir a la Pamplonesa que tocase en 1922 el vals de Astrain si bien en este toma y daca el consistorio cedió un poco en los años siguientes. Eso si, se prohibía enmascararse o disfrazarse  en fiestas y se intentó poner coto a la invasión de mendigos y limpiabotas. Las fiestas oficiales  recordemos acababan en la media noche del día 11, luego del 12 aunque muchas actividades se prolongaban hasta el día 14, incluso hasta el día 18.

Sería en 1922 cuando Ignacio Baleztena publicaría en el Pensamiento Navarro la famosa canción sanferminera de «Levantate Pamplonica» que hacía referencia al encierro y al horario de su celebración y que se  convertiría en un clásico de nuestras fiestas. En 1923 se inauguraba el Teatro Olimpia y el periodista americano Ernest Hemingway visitaba por primera vez nuestras fiestas. Se quedó prendado de nuestras fiestas  y se convertiría en su mayor divulgador mundial. Lo volvería a hacer en otras ocho  ocasiones: de 1924  a 1927, en 1929, 1931, 1953 y 1959. La lluvia suspendió la mayor parte de los actos del día 11 de julio. El 13 de julio de 1924 se producía la primera cogida mortal del encierro, la víctima el joven de Sanguesa, Estebán Domeño, lo que provocó un encendido debate sobre la celebración del encierro. También este año se quedó algún toro en los corrales que obligó a realizar un segundo encierro. La segunda cogida mortal se producía el 8 de julio de 1927, la víctima, el mozo pamplonés Santiago Martínez; este año hubo también algún pequeño montón y algún otro herido por asta de toro.   Desde este año se lanzan cuatro cohetes en el encierro para señalar la apertura de los corrales, la presencia de los toros en la calle, la llegada a la plaza de toros y la entrada en los corrales de la plaza. En 1924 las barracas se trasladaron junto a la plaza de toros, en los terrenos que ocupan hoy las calles Amaya, Roncesvalles y principios de Carlos III, aunque al año siguiente volvieron a su ubicación tradicional en Padre Moret y en 1928 el ferial del ganado a los glacis de la cuesta de la Reina. Las autoridades reconvenían a los hosteleros sobre los precios en estas fechas. La llegada de turistas iba en aumento. En 1925 a la corporación le costó 45 minutos llegar a San Lorenzo. Aun quedaban lejos las más de tres y  cuatro horas de los años 70 y 80.

En 1929 se inauguraban los actuales retretes subterráneos de la plaza del Castillo y se inauguraba el Monumento al general Sanjurjo. Al margen de las peñas que señalé en la entrada correspondiente (La Unica, La Veleta, etc), en estas primeras décadas del siglo había otras peñas y cuadrillas menos conocidas que conviene destacar como La Cuatrena, La Olada, La Marea, La Navarra, La Polar, La Ochena, La Cometa, Unión Pamplonés, Gente del Bronce (desde 1902), Los de ahora, Los de siempre; Peña Indarra, Peña San Fermin (nada que ver con la actual), La peña «La Benéfica», Peña Aurrera, etc. Entre los diestros que destacaron en esta tercera década se encontraban Ignacio Sánchez Mejias, Manuel Varé Varelito, Rafael Gómez, Gallo, Domingo Gonzalez «Dominguin», Diego Mazquiaran Fortuna, Juan Belmonte, Granero, Saleri, La Rosa, Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, Joselito Martin, Francisco Vega «Gitanillo de Triana», Olmos, Antonio Marquez; José García «Algabeño», Chicuelo, Manuel García, «El Maera», Luis Fuentes Bejarano, Nacional, Cayetano Ordoñez «El niño de la Palma», Martín Aguero, Rayito, Vicente Barrera, Armillita chico, Francisco Tamarit, Joaquín Rodríguez «Cagancho»,  Manolo Mejias Bienvenida, Victoriano Roger Valencia, Antonio Posada, Felix Rodríguez, Antonio de la Haba Zurito y el navarro Saturio Torón, que tomó la alternativa de manos de Marcial Lalanda.

Fotos por orden de aparición: Nº 1 (1927),6 (1923),11 (1921),15,16 (Años 20) y 26 (1924). Luis Rouzaut. Nº 2 (1920. Ricardo Martin), 8 (años 20),17 (1925. Pascual Marin),23 (1930),24 (años 20) y 25 (1927. Pascual Marin). CC BY-NC 4.0 2015 / KUTXATEKA. Fondo Marín. Nº 10 y 12 (1ª década del siglo XX), 18  y 20 (1918). Fotos extraídas de «Eternos Sanfermines» de José María Baroga. Nº 13 (13-7-1913), 22 (1930) y 28 (9-7-1923). Fotos extraídas de «Sanfermines» de José María Iribarren. Nº 3, 4, 9 y 14. Postales de primeros de siglo (1900-1930). Foto nº 5: Foto extraída de «Pamplona estrena siglo» de José Joaquín Arazuri (1900-1908). Foto nº 7. (1909-1920) Cesareo Castillo Moleda. Foto nº 19. Encierro de San Fermin de 1927. Foto nº 21. Revista «Blanco y Negro» (1923).

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