Crónica gráfica del Viejo Pamplona a través de las pancartas de las peñas (1959-1969)
Continuo con la segunda entrega de la crónica gráfica del viejo Pamplona a través de las pancartas de las peñas. Nos habíamos quedado en 1959. Como en los años anteriores, salía a relucir con frecuencia la actualidad municipal y otros temas de la ciudad, pero también se reflejaban acontecimientos nacionales o lo que pasaba en el mundo. Pero la evolución de los temas de las pancartas es sobre todo fruto de la evolución de nuestra comunidad y de sus usos y costumbres sociales. Este año el Irrintzi se refería a la motorización de la ronda volante, «Ahora les ponen motos y a todos nos tienen locos», esa ronda volante en bicicleta que veíamos en la pancarta del Bullicio de 1948 se había modernizado diez años más tarde y ahora corría de manera apresurada con sus motos, persiguiendo a unos mozos vestidos de pamplonica, un poco «cocidos». Un toro se subía a uno de aquellos primeros semáforos, mientras otro arreaba al agente desde la parte de atrás de la moto y un asustado edil ascendía por el tronco de un árbol. El tema de la brigada volante también era objeto de atención por parte del Anaitasuna que detenía a un par de astados subidos en una vespa de aquel entonces mientras se vislumbraba una cierta critica a la creciente costumbre de arrojar objetos al ruedo. La pancarta de Aldapa hablaba de la apertura de los primeros supermercados que coincidieron, casualidad, con el aumento de la contribución municipal. ¿Se acuerda alguno de aquellos supermercados Spar o Vegé que yo recuerdo de los primeros 60?. En la pancarta un recaudador municipal le pedía una contribución de 1.000 pesetas a una sufrida tendera bovina rodeada de «havas» (así con V), cortas a 15 pts y largas a 45, «huevos rusos» y alpiste para cotorras, mientras, detrás, un par de ediles se carcajeaban subidos a un cofre lleno de monedas. Como era habitual en las pancartas el acertado o desacertado pareado, esta vez decía, «recauda el ayuntamiento y pal tendero el sufrimiento».
Oberena se tomaba a broma la idea municipal de sacar una «cartilla ciudadana» en la que se daban normas a peatones, automovilistas, amas de casa, etc. Un estudioso astado sentado sobre unos libros de contabilidad leía un manual de impuestos y contribuciones mientras un edil montado sobre un carro tirado por un burro en una suerte de «biblioteca ambulante» iba repartiendo a un paisano ejemplares de la mentada «cartilla ciudadana», que perplejo preguntaba «cartilla de ciudadanía pa ke?. En Alegría de Iruña se hablaba del problema de la vivienda, el precio de los pisos estaba no por las nubes sino en la luna que era a donde se dirigían, propulsados por un cohete, un edil tras de la que estaba una novia que alertaba «que nos alcanza» . Se alquilaba por horas una caseta de perro. El Bullicio aludía en su dibujo a la necesidad de piscinas municipales. Unos ediles observaban tras de una tapia a unos sufridos pamploneses que se bañaban en unas modestas bañeras caseras aludiendo con humor al «baño (de) María» y al precio y condiciones de los baños domésticos. Armonía Chantreana criticaba el hacinamiento de los pamploneses en las villavesas. Ibamos como «sardinas en lata» recuerdo se decía a menudo en mi casa, hablando de las villavesas. Los del Bronce «saludaban a los fenómenos» mientras mandaban al cuerno a los malos toreros.
En 1960, la pancarta del Irrintzi criticaba la desaparición del estanque de los patos a causa de la construcción del Hotel Tres Reyes. Se podía ver un edil empuñando una cachiporra detrás de un muro en el que había una pintada que decía «fuera gansos», mientras un astado sorprendido veía como una grúa de las obras del hotel enganchaba por la levita al concejal de turno. Completaba el cuadro un turista cargado de maletas que decía «Pampeline, nuevo hotel habitación nº 100». Oberena hacía también alusión a la desaparición de los patos del estanque de la Taconera: «los patos de los jardines venimos a Sanfermines». Un cuenquero venía con su camioneta cargada de patos con el pañuelo rojo anudado al cuello, mientras uno de ellos afirmaba que venía de Arazuri. Un guardia conminaba a un toro con los cuernos enfundados a que circulase por la acera. Alegría de Iruña era mucho más duro en este tema: un grupo de concejales daba cumplida cuenta en un terreno vallado (el espacio donde se construía el hotel), de una barbacoa de patos bajo un cartel que decía «nuevo hotel, platos exkisitos». El Bullicio ponía de manifiesto la mala cosecha del año. «Poco trigo, poca paja, año de grandes rebajas». Una pobre vaca soportaba el peso de un ciclista sobre el que a su vez cabalgaba un turista haciendo fotos. De la cola del bovino colgaba un cartel que decía «tour Pamplona Bayona», imagino que haciendo alusión al hermanamiento de ambas ciudades. Aldapa se refería al reciente descenso de Osasuna a 2ª división, con un grupo de jugadores jugándose los dineros a las tabas, ante un toro que hacía equilibrios con la pelota: «Ni a tavas». En una tribuna un cartel rezaba «likidación por falta de medios». Era muy habitual utilizar la k en vez de la q en muchas pancartas. Anaitasuna hacía referencia en su pancarta al plan de estabilización aprobado aquellos años. Un mozo daba una patada a un ricachón al que se le caían los billetes mientras un gráfico marcaba un record de beneficios.
Del minizoo que había en la zona del Redín desapareció este año 1961 un gamo lo que dió lugar a algunas malpensadas especulaciones. La pancarta del Aldapa se refería con fina ironía a este hecho: un par de concejales sentados en una mesa del Mesón del Penko Blanco pedía gamo para comer. De los cañones colocados en la reciente urbanización del lugar salía un toro que decía «yo carne de cañón». Parecido argumento ofrecía la pancarta del Irrintzi. Dos concejales avivaban el fuego de un calderete del que sobresalían un gamo y un jabalí. «Antes comimos los patos, ahora gamo y jabalí». La acusación de que tanto los patos de la Taconera como el gamo ahora habían ido al estomago agradecido de algún concejal no tiene desperdicio. Un toro de pega bajo el que sobresalían dos mozos con la leyenda «todo tergal menos las patas» completaba el cuadro. Oberena salía al paso de la polémica municipal a propósito de la instalación de los cañones del Redín. «Los cañones del Redín arman guerra concejil». Alegría de Iruña se centraba en los viajes tripulados a la Luna, con un toque muy español. El Anaitasuna dudaba de la utilidad de la flamante nueva Universidad de Navarra, si después no había trabajo. Un esforzado pamplonica pretendía mover una gigantesca calabaza mientras decía «pa septiembre me la como», al tiempo que el tribunal académico amenazaba al pobre e ilustrado astado con «tenga cuidau que repite». El Bullicio jugaba también con la ironía al tratar la campaña municipal «Por una Pamplona más limpia». Fue entonces, creo recordar, cuando el consistorio sacó aquellas bolsas de papel marrón rotuladas con el lema de la campaña. Una ama de casa subida a lomos de un simpático astado miraba como limpiaban las calles los concejales mientras otra que estaba barriendo afirmaba «así da gusto limpiar, una a una con la autoridad». La Jarana saludaba a Burlandongo. En la tela aparecía un mozo a lomos de un toro con las astas enfundadas o manipuladas mientras un municipal dice «Kuliki cacu» ante unos sorprendidos hombres de color, uno de los cuales acompañaba a una señorita.
1962, El Bullicio se reía de una campaña institucional que provlamaba «Pamplona, ciudad de verano» y que pretendía vender la ciudad y atraer turismo a nuestras calles y piscinas. Un grupo de pamploneses en traje de baño no apartaba la mirada al paso de una estupenda turista que pasaba por el lugar. Todo muy tipical spanish. Mientras el imprescindible astado, -el toro es siempre el gran protagonista de la fiesta-, se bañaba feliz en la piscina. La Unica saludaba a la Unesco. Un mozo azuzaba a un toro con los cuernos afeitados que perseguía a un heterogéneo grupo de personas que entraba en un lugar donde había una leyenda que decía «duchas, barbería y decencia» y un cartel apoyado sobre una pared en la que se decía «se afeita por arriba y por abajo». Lo que parecía el bonete de un cura sobrevolaba sobre el grupo de fugados. Oberena también hacía una cierta crítica social cuando mostraba a unos operarios que enterraban un cofre, el cofre de «las arcas municipales» en una zanja de «las obras de Tejería». Un pamplonés repasaba la lista de precios de los alimentos de 1920 mientras comentaba socarrón «poco menos que ahora». Un par de concejales aparecía buscando algún tesoro. Por ahí aparecía también un pedrusco que titulaban como la «la primera piedra» imagino que aludiendo a la fiebre de inauguraciones. Cambio de horarios, critica social, señalizaciones y circulación eran los temas de los que se ocupaba el Muthiko Alaiak. Armonía Chantreana criticaba a los jugadores de Osasuna que huían perseguidos por una manada de toros. «A españa» señala un cartel mientras un jugador corría, presuroso, cargado con una bolsa de dinero. Un espectador comentaba «no dan una», mientras el único jugador que no corría y que iba en dirección contraria al de los otros jugadores y a la manada comentaba que «a el no le dejaban correr en este encierro». Aldapa, por último, presentaba a un toro leyendo un libraco, «el reglamento taurino», mientras comentaba «caracoles, como pica», y es que en la pancarta aparecían además un gran televisor y un picador que picaba con denuedo a un caracol.
La pancarta de Oberena de 1963 tocaba, de nuevo, el tema de la construcción del nuevo hotel de los Tres Reyes. En el lienzo aparecía tres reyes de la baraja de cartas española; el de copas, beodo, el de bastos y el de espadas subido a lomos del inevitable toro, de cuyo rabo tiraba un aldeano que con el naipe del rey de oros en la otra mano exclamaba: «ya tengo «dubles»». La construcción del hotel se ve que fue bastante polémica aunque dados los tiempos que corrían no llegó la sangre al rio. Anaitasuna mostraba a un vecino de la Cuenca montado en un «biscuter» de la época buscando aparcamiento. En aquellos años, a tenor de lo contestado por el edil al guardia vestido de gala, se podía aparcar en la plaza del Castillo. Aldapa reclamaba en su pancarta nuevamente piscinas municipales cubiertas. Por lo que se ve no existían en la ciudad muchas piscinas como sí existen hoy en día. La pancarta mostraba a tres concejales jugando y nadando en una improvisada piscina circular, mientras un mozo resbalaba sobre un toro, bajo el lema «agua pal vino». Alegría de Iruña se hacía eco del viaje del capitán Etayo con su barco Niña II, mientras el Bullicio hacia lo propio con la política internacional en un tema como el desarme, en un dibujo de marcado carácter local: un negro, un chino, un indio y un pamplonica manteaban a un toro sobre una bandera de Pamplona que exhibía el lema «viva el desarme». En la pancarta del Irrintzi aparecía, este año, un novillero de cierta fama entonces apodado «El bala» exclamando «misericordia, ke mieo tengo» al tiempo que un astado salía del cajón y saludaba a un mozo con el euskérico saludo de «ser modú» (zer moduz).
En 1964 parece que ya existía el problema de las multas impagadas. Un enfurecido edil asegura a un par de mozos que cargan conun saco de multas que las van a pagar, multas «por malos aires», «por silvar por detrás», «por faltar al conde Coro» mientras un toro pedía en la taquilla de la plaza de toros entradas de «general» recibiendo una contrariada respuesta del taquillero de que «tiene de comandante». La película de Paco Martínez Soria «La ciudad no es para mí» aparecía reflejada en la pancarta del Bullicio: un aldeano veía como se le escapaban las gallinas ante el acelerado paso de un motocarro que acarreaba un par de astados y que era conducido de manera imprudente, a una velocidad excesiva, por un concejal de la Comisión Municipal de Transportes. El guardia municipal tocaba el silbato de manera reiterada sin demasiado éxito. La Armonía Chantreana volvía a sacar a colación el problema del transporte público, esta vez agravado por la presencia de socavones, un problema endémico en aquellos tiempos en la ciudad. Una atestada villavesa, «aun cave una pulga» vociferaba un pasajero, estaba a punto de caer por un precipicio tras sortear baches de diferente naturaleza. Como siempre la ironía presente en la mayor parte de las pancartas. En la pancarta de Aldapa aparecía la consigna de la estación de autobuses. En tiempos pasados muchos productos de la cuenca pasaban por ella. La tela mostraba varias maletas abiertas por los que se escapaban patos y gallinas o dejaban a la vista docenas de huevos. Algún cuenquero acarreaba una desvencijada maleta por la que sobresalían igualmente algún pato o algunas gallinas.
Oberena se refería en su pancarta a la proliferación de carteles indicadores que se colocaron este año en la ciudad para orientar a los turistas y visitantes. Dos toros bastante cabreados preguntaban a un guardia «A la calle Estafeta, ¿por donde?» Los carteles indicativos hacían referencia a direcciones tan conocidas como «el chirrión» o vertedero municipal, el Gas, Francia (sin portugueses, señalaban), o a la ciudad medieval (murallas, urinarios, etc), sin olvidar uno que marcaba el itinerario de los pobres toros: Plaza, Matadero, Supermercau. En la pancarta del Anaitasuna se criticaba la tasa o impuesto de uso y tenencia de televisores, una tasa foral, de unas 500 pts, impopular como todas las tasas e impuestos, y que casi nadie pagaba. En el dibujo el toro salía del televisor con cara de pocos amigos embistiendo a un concejal que gritaba a otro «enchufa mientras cobra». El poste repetidor debía fallar entonces más que una escopeta de feria. Y creo que el Ayuntamiento también debía cobrar lo suyo, por lo menos y por lo que dice la pancarta 50 pesetas. La pancarta de Alegría de Iruña nos mostraba que ya entonces empezaba a ser problemático aparcar en la plaza del Castillo. Un concejal consiguió que se prohibiera aparcar frente al Iruña. Como recuerda el municipal en el dibujo a un aldeano que se está tomando algo en la terraza del Iruña, acompañado de su vaca «suiza», «criada en Funes»: «ya lo dijo el concejal, si aparcas en el Iruña, denuncia municipal». Por lo que se ve hubo más de una discusión entre guardias y automovilistas a propósito de ello. Por último en la pancarta de la Peña San Fermín se hablaba de la subida del precio del pan y de sus presuntas manipulaciones, con un panadero echando agua al pan, un saco de harina del cupo del año anterior y un agricultor con un saco con la cosecha del 65 y en la otra mano un fajo de billetes verdes. Y es que las pancartas de las peñas no dejaban títere con cabeza.
En 1965, los temas tratados en las pancartas fueron igualmente muy variados. El Irrintzi trataba del futuro proyecto de pantano en Eugui pues era insuficiente el agua que nos llegaba de Arteta, ¡que fría estaba!. Entonces nadie se creía demasiado su construcción tal y como se deja ver en el dibujo: un concejal trae un mulo cargado de cantaros de agua procedentes del susodicho pantano, mientras proclama «a peseta el sorbete». Un mozo da de beber a otro concejal montado en un toro de juguete que dice «hagan pantano o no hagan, sea en Eugui o Arteta, a mi los tragos de bota, todos me saben a teta». La peña San Fermin hablaba del problema de la escasez de viviendas y su promoción de las más diversas formas, no siempre muy claras. Ya se criticaba entonces la especulación inmobiliaria, conchabada a veces con intereses concejiles. En el dibujo, un promotor inmobiliario huía con una bolsa de millones en una mano y el proyecto en la otra, donde decía «Polígono, compra y…revienta». El famélico toro se erigía en verdadero símbolo del sufrido pamplonica «progreso municipal…con kiebra del animal» mientras los diversos barriles y macetas, estas de diverso tamaño («los grandes para los ricos, los pequeños para los pobres»), se constituían en símbolos de los diferentes desarrollos urbanísticos («polígono sin arte ni oficios: 900 millones») («polígono muguetajarrra, una robada y muchas manguadas». Armonía Chantreana se cebaba en la campaña municipal de recogida de basuras. El pareado de la pancarta tan común en aquellos años decía: «No solo basta «figura» para ser buen concejal, hay que bajar la «basura» agarrándose al pozal». Cada uno puede buscar los dobles sentidos que quiera. La censura obligaba a hacer grandes esfuerzos imaginativos para decir mucho sin decir aparentemente nada o jugar con los dobles sentidos. En este caso y acompañándose del dibujo, también se podía entender que había que dar ejemplo como hacía el concejal bajando la basura en los cubos de hierro identificados con el nº del piso que había en aquel entonces. En la pancarta, un fotógrafo inmortalizaba la embestida del morlaco contra otro concejal que llevaba un cubo lleno de mierda (con el indicativo de Comisión de Higiene) del que sobresalía, nada más apropiado para la ocasión, un rollo de papel higiénico.
El Bullicio trataba monográficamente el tema del turismo, bajo el lema de «turismo con curvas peligrosas», con una óptica muy de aquellos años que hoy sería calificada, tanto en esta pancarta como en otras muchas de trasnochada, machista o sexista. Una despampanante turista que llevaba un letrero que decía «turista de alta tensión» suscitaba miradas tanto en la torada como en unos fotógrafos bañados en una cuba de vino (turistas de cuba, je, je), como en un mozo que exclamaba como si de un Alfredo Landa se tratase en una de sus películas, viendo a la moza: «vaya plan…en desarrollo». Aldapa criticaba la subida de los precios de las localidades para las corridas de los toros, precios a los que no se llegaba ni con la ayuda de las horas extras, como mostraba el dibujo de la pancarta: a los mozos no les llegaba con las horas extras mientras que al concejal le daba igual: «que suben las entradas que suban…yo voy gratis». Un tipo con pinta de tejano acaparaba todo tipo de entradas mientras se les escapaban los billetes de color verde, los dolares por todos lados. Oberena hacía alusión, este año, 1965, a cierto incidente que se produjo entre el Cordobés y otro compañero de terna, al tiempo que se criticaba su melena, poco común aquellos años. Anaitasuna mostraba las proezas televisadas del aizkolari navarro Astibia y Alegría de Iruña se hacía eco del popular ritmo de la yenka. En su pancarta bailaban este ritmo un par de concejales, un guardia en traje de gala («alante, atrás, 1-2-3») mientras el músico de la Pamplonesa marcaba el ritmo con un trombón subido a lomos del morlaco. El pareado del dibujo decía esta vez: «Mientras la contribución aumenta, los del Ayunta bailan la yenka»
En 1966, colocaron en la calle Mercaderes una isleta para dividir las vías de circulación. En la pancarta del Irrintzi aparecía esa isleta como si fuese una especie de piragua en la que remaban un par de astados, mientras el guardia les tocaba el silbato y un par de ancianos se reían de la escena. La frase o pareado decía: «Nos han plantao un jardín que parece una piragua, llegará otro San Fermín, y en Eugui no habrá agua». La pancarta del Oberena hacía referencia a su 25º aniversario. Un mozo daba de beber de la bota al toro que sostenía con sus pezuñas un cartel con la siguiente coplilla: «Nació la peña Oberena con gaseosa y con sifón, la verdad es que no nos pena, pero lo bueno es el mol», mientras una vaca nodriza daba de beber a un «baby «con la gaseosa de bolo mientras en la mesilla de noche, tal y como decía el pareado había una botella de sifón. La ciudad se llenó este año de señales de circulación: Stop, Ceda el Paso, Prohibido girar, Prohibido aparcar, etc. En la pancarta de Anaitasuna una pobre señora parecía perdida en este mar de señales: «Ulojia, en menudo lio tas metido con eso de la señalización», le gritaban mientras el guardia le ponía una multa y un paisano circulaba en un descapotable acompañado de dos toretes. También la Jarana se centraba en este tema. Toros, mozos y otros personajes eran amonestados por el silbato del guardía entre un mar de señales. Casi casi como ahora con la amabilización, que por cierto también ha sido objeto de numerosas menciones en las pancartas de las peñas de este año. Alegría de Iruña criticaba el proyecto del Plan Sur, una especie de gran globo, como aparecía en la pancarta que al final se pinchó y se quedó en nada. Junto a un espantapajaros había un cartel que decía: «Para ahuyentar a los pájaros que quieren comerse el grano». En la pancarta de la peña San Fermín un mozo realizaba su paseo especial y espacial en su particular cohete con forma de cuba «Gemini X», de la que sobresalía la cabeza de un toraco, la faja roja anudada al asta le servía de amarre al sorprendido pamplonica. La proliferación de viajes de rusos y americanos aparecía reflejada en la distribución de aparcamientos en la luna, a través de la correspondiente señalización de tráfico.
Armonía Chantreana criticaba las numerosas obras y zanjas en la ciudad a las que se habían acostumbrado los pamploneses de entonces. El Bullicio hacía alusión a la entrega de los pañuelos de honor que se otorgaron esos años. En la pancarta el alcalde otorgaba el pañuelo de honor al toro manso, «por sus años de servicio», al sereno, «por mártir de la serenidad» (para entonces ya había desaparecido de la ciudad) y a una vaca embolada («por fura y revolvedora»). Aldapa ponía de manifiesto bajo el lema de «Año Iberduérico» como en los últimos años Pamplona había visto crecer de forma exponencial el número de farolas. Y parecía que nunca lloviese a gusto de todos. Un mozo beodo se agarraba a una farola mientras en un cartel se leía: «Mil farolas nos han puesto y más nos van a poner. Los chisporros y los perros que felices van a ser». Y así parecía ser, al menos en el lienzo: un chucho orinaba sobre una farola mientras un guardia y un turista huían despavoridos ante la presencia de un toro con la «fuerza de 10.000 voltios». «A»pagar» los bomberos», decía el texto, mientras el bombero resbalaba sobre el lomo del astado. Los del Bronce hacían de la bomba nuclear y el baño de Palomares el centro de su mofa, con el «tio Sam» y un jovencísimo Fraga pescando la citada bomba nuclear mientras un cartel prohibía bañarse. Un mozo les decía «están ustedes frescos». Incluso aun había tiempo para homenajear en la pancarta a un ciclista de entonces, Patxi Gabicagogueascoa. La Unica hacía referencia en la pancarta a su traslado de la calle Amaya a Jarauta, tras años de multas y denuncias por ruidos y escándalo público. No en vano el lema que aparecía era «A la rue (a la calle), largo, por malos!. La pancarta mostraba a un sufrido miembro de la peña que musitaba «con la música a otra parte» mientras sudaba la gota gorda porque empujaba con gran esfuerzo un carro cargado con diversas pertenencias de la peña (la tele, la bombona de butano, etc). El mozo llevaba el bombo a su espalda que a su vez era empujado por un toro, mientras un guardia le indicaba que debía ir en dirección contraria a la que iba. Unas vecinas de la calle comentaban desde su ventana: «Por fin los echan, ¡ya era hora!.
1967, Irrintzi se ocupaba de la instauración de la zona azul, con su correspondiente control horario y de la subida de los precios, un tema, por lo que se ve de preocupación permanente. El Bullicio criticaba la moda de las melenas masculinas. El dibujo no tenía desperdicio. Una peluquera minifaldera cortaba el pelo a un melenudo, mientras que otro mozo aparecía abrazado en simpática camaradería a un toro que mostraba un cartel con la leyenda «abajo la democracia piojeril». Este mozo se dirigía a otro melenudo que está esperando su turno preguntándole con un expeditivo «te corto arriba o abajo» mientras empuñaba una navaja de afeitar. Alegría de Iruña trataba de nuevo el tema de las señales de tráfico. Un agente municipal llamaba la atención con su silbato a un aldeano por amarrar su vaca a una señal de tráfico, mientras un guardia motorizado expedía la consiguiente multa al incauto baserritarra, procedente, a tenor del letrero que exhibía la vaca, de la Ulzama. ¿Alguien se acuerda de los uniformes que llevaban entonces los distintos tipos de policías?. Anaitasuna volvía a sacar a colación el Plan Sur, criticando la indecisión municipal mientras los propietarios de los terrenos se negaban a facilitar dicho plan. En la pancarta de Armonía Chantreana se reían de los difíciles exámenes de una convocatoria para guardias urbanos y sus escasos emolumentos. Un guardia escribía en una pizarra: «Por muchas cuentas que «agamos» todas nos salen muy mal. Con el pan y la lejía se nos acaba el jornal».
En la pancarta de Aldapa un par de toros que doblaban sus patas delanteras «babean» ante unas espectaculares señoritas, mientras el toro manso reflexionaba certeramente: «estos se caen o se echan con buena vista». Tras el burladero de la plaza dos miembros de la cuadrilla torera exclamaban «vaya par…» «ole, que chicuelinas». Oberena se refería en su pancarta a un tema de actualidad en ese año, el del Peñón de Gibraltar. En esta también aparecía el elemento femenino como objeto de atención del sector masculino. Y es que el cambio en la moda femenina, la creciente liberalización de la moda en el vestir (minifalda, etc) y otros cambios y evolución en los hábitos y costumbres sociales habían provocado un resurgir del asunto sexual, impensable hacía unos pocos años. También aparecía el tema del peñón de Gibraltar en la pancarta del Bronce, junto al de la calidad en la leche. La Jarana transmutaba la Feria del Toro en Feria del Gato. La pancarta de La Unica parecía querer decir más de lo que realmente decía. En la tela aparecían diversos personajes que representaban al poder político y económico mientras el lema de la peña afirmaba «a las marionetas les desea felices fiestas». Un guardia enfurecido farfullaba a un ricachón que iba a meter dinero en la Caja ¿grrr…es que no ve los semáforos?, mientras un toro embolado comentaba al ver a otro bien armado de pitones, «mucha presencia y poca resistencia, je, je». La Peña San Fermín se quejaba de la subida del precio del tabaco y finalmente el Muthiko Alaiak criticaba la proliferación de impuestos (circulación, radicación, plusvalía), la subida de las localidades para la corrida, el plan sur y los problemas en el suministro municipal de las aguas.
Anaitasuna hablaba en 1968, en su pancarta, de la subida del precio del vino y hacia una referencia al siempre polémico periodista Alfredo Amestoy (que yo recuerde tuvo algún contencioso aquellos años con nuestra ciudad o comunidad). Había terminado la venta al granel. Todo o casi todo se embotellaba. De este asunto trataba la pancarta del Bullicio. Entre los embotellamientos varios aparecía una corrida, un ensueño, una señora…enfajada y el embotellamiento corriente de tráfico, mientras un mozo iba desembotellando su cargamento de botellas de vino. Alegría de Iruña se refería al torero Miguelín a quien contraponía con otros diestros de más tronío (El Cordobés, Palomo Linares etc). La frase del dibujo lo decía todo: «Pa torero, Miguelín, yo pa billetes de mil», puesto en boca del popular diestro Manuel Benitez, que aparecía semienterrado entre un mar de almohadillas, jugando con toritos de juguete, mientras Miguelín se recostaba sobre un miura. Armonía Chantreana se mofaba del mal negocio que había hecho el Ayuntamiento al comprar un coche oficial, un dodge dart: «600.000 nos costó. Se vendió en 200.000. Con la ganancia que dió que se compren un patín». Y, en efecto, así aparecía el edil, montado sobre un patín mientras el dodge se quedaba sobre un pedestal en exposición. Asistía a la escena un mozo acompañado de su vaquita de la que el mozo decía : «tardonaaa pero segura».
Aldapa ponía de manifiesto el déficit de las cuentas municipales que el chiste estimaba en unos 60 millones: la caja fuerte vacía, aunque de ella salía una rata, parece que ese año había una plaga de roedores en la ciudad, «ratas a montones, faltan los millones». Irrintzi criticaba el sistema de distribución de subvenciones entre las peñas, lo decían bien claro en la viñeta, «al repartir el dinero, justicia piden los mozos. Pa los de fuera lo mucho, pa los de casa lo poco». Oberena aprovechaba el recurso de las bolsas de basura municipales marrones dentro de la campaña «Por una Pamplona más limpia», -yo he conocido esas bolsas, enormes y gruesas como de papel de estraza- y las utilizaba para tirar a la basura algunas cosas: a los jugadores de Osasuna, por malos jugadores, y a los melenudos de los conjuntos musicales de aquellos años, porque esas apariencias no encajaban entonces en nuestra conservadora ciudad. Por lo que podemos ver con los ojos de hoy, de liberalismo na de na en algunas peñas. No hacía muchos años que las peñas habían colocado al Ministro Fraga el Pañuelo Rojo. Y no olvidemos que hasta la transición, la mayoría de las peñas aun nombraban sus correspondientes madrinas.¡ Cuanto ha cambiado Pamplona, desde entonces!. La peña San Fermín hacía sangre en la nefasta trayectoria de Osasuna. Un mozo perseguía con un garrote a un grupo de jugadores de Osasuna que huían con los dineros. El pareado de la pancarta decía así: «El sufrido aficionado y el chico de la portera les desean felices fiestas y después, a la tercera». un cartel prohibía la mendicidad, mientras un tipo a lo Groucho, parecía un concejal, pasaba la bandeja pidiendo 18 millones, ¿sería un aval para el club, como en otro tiempo?. Recordemos que el año anterior Osasuna había inaugurado su nuevo estadio del Sadar.
Acabo esta segunda entrega con las pancartas de 1969. Alegría de Iruña se hacía eco de la desaparición de la isleta-jardín-piragua de la calle Mercaderes colocada seis años antes. El pareado no tiene desperdicio «Nos han «kitau» el jardín que era feo y solitario. Cuanto lo van a sentir todos los perros del barrio». El Bullicio hablaba de nuevo de los viajes espaciales. No nos olvidemos que estamos en la época de los «apolos». Los trompicones de los toros a los mozos harían ver a más de uno las estrellas. Anaitasuna plasmaba la creciente popularidad de nuestros deportes rurales. Un levantador de piedras levantaba una de 1.000 kilos, «de mechero», mientras pensaba «si se pudiera levantar así la fiesta». Una ama de casa preguntaba a un mozo cargado con unos carneros si iba a la plaza (el mercado municipal), a lo que respondía éste, «Si, a Sevilla». Parece que ambos carneros tenían un claro destinatario pues en cada uno de ellos aparecía una etiqueta: «Pa Manolo», «Pa Palomo», haciendo referencia a los diestros Manuel Benítez el Cordobés y a Palomo Linares. Irrintzi reflejaba en su pancarta algunos de los programas de televisión de aquellos años: «La casa de los Martínez», «Un millón para el mejor», «Galas del sábado», etc. Aldapa reflejaba en su tela la negativa de algunas figuras del toreo a venir a la Feria de Pamplona. La escena dibujada en la pancarta no tiene desperdicio. Palomo Linares y El Cordobés aparecían sentados en el sillón de un barbero. Un peluquero pamplonica amenazaba al Cordobés. «Manolo, que te la corto». La frase de la escena decía asï: «No se atreven a venir, por los toros, por las peñas y por algo que nos sobra aquí». En el suelo un comedero con un rótulo que decía «pa pollos y gallinas» Oberena recordaba en su tela la reciente implantación de la grúa municipal. Un niño de papa era izado por la grúa municipal al tiempo que arrastraba su cochecito de juguete, un edil montaba una vaca «exenta de multas» al tiempo que jugaba al yo-yo y un mozo enarbolaba una pancarta que decía «Los que no pagan las multas por ser hijos de papa que los cuelguen de la grúa, pa que aprendan a pagar». En la pancarta de Armonía Chantreana, los chantreanos habían ocupado la luna ante la sorpresa de astronauta americano a punto de alunizar. La Jarana emulando otros tiempos en que era muy común esta frase «saludaba a los superfenómenos». La pancarta era una dura critica a algunas figuras del toreo, entre ellos a Manuel Benitez, El Cordobés. Un mozo pamplonés jugando con el nombre del popular programa de televisión, hablaba de «un millón para el peor».
Fotos: pancartas de las peñas, aparecidas en el libro «Las pancartas de las Peñas» editado por la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona en 1981 y de que fueron autores José Luis Larrión Arguiñano y José María Rodrigo Jimenez. Para las fotos 10, 28 y 32 «Peñas de Pamplona, una historia viva». Federación de Peñas de Pamplona. 2014.