Las películas inicialmente (desde su apertura y hasta los primeros años 60) eran mayoritariamente en blanco y negro asi como posteriormente, en su segunda década de vida, lo fueron en color. Allí, en ese cine vieron nuestros convecinos o nosotros mismos películas históricas de la España de los 40 y 50 (Locura de Amor, Pedro I, el Cruel), películas como Marcelino, Pan y Vino o las películas de Joselito y Marisol, y luego más tarde películas americanas de aventuras, de Tarzan o las tipicas italianas peplum, de romanos, u otras de serie B, tardes de sesión continua, con sesiones de cuatro de la tarde hasta las 10 de la noche.
Recuerdo las fotos descoloridas del último estreno en las carteleras que estaban expuestas afuera en la calle ya en sus últimos años de existencia. Se cerró en julio de 1970. El edificio del cine aun aguantaría en pie algo más de veinte años hasta que en septiembre de 1992 la excavadora, que comenzaba a cambiar la cara del barrio, borraría esta sala de cine de nuestro familar espacio urbano, no asi de nuestra memoria personal y de nuestras vidas.
El viejo camino del Plazaola (1954-1986)
En la foto se puede ver también en paralelo a Perfil, la tapia y almacén de la Compañía General de Carbones. Detrás aun no se había construido la UDC Rochapea. Más a la derecha de la foto y sobre los bloques de la 2ª fase del Salvador vemos casi superpuestos el barracón de los Camineros de Diputación y la Estación del Empalme aun sin derribar. Antes de llegar a la Estación, recuerdo que había una especie de naves (creo que serían los antiguos andenes) que en aquellos últimos 60 y primeros 70 estaban llenas de barriles de brea. Imagino que también esta zona anexa a la vieja estación del Empalme era utilizada en aquellos años por el Servicio de Obras de Diputación, para el asfaltado de las carreteras de Navarra.
Aquellos cálidos veranos… (1968-1973)
Julio de 1968. Atardece sobre el barrio y los campos cercanos. Junto a un parachoques de ferrocarril, cerca de la vía y enfrente de la antigua fábrica de Perfil en Frio escucho junto a una nutrida asistencia el extraño recital musical de «los mayores del barrio» que con latas, botes y palos emulan a las estrellas del verano que escuchamos en las radios y transistores: «Al terminar aquella noche..» o «Tengo tu amor», los últimos éxitos de Formula V. En la noche de mi calle, la Travesía, la amarillenta luz de las bombillas ilumina debilmente los juegos de los muchachos del barrio: «tres navios en la mar» se oye a lo lejos. El día, como casi siempre había sido caluroso, sofocante incluso, como todos los días de aquellos veranos, hoy perdidos entre el polvo de los recuerdos más lejanos de la infancia. De vez en cuando, sin embargo, la tarde se ponía terriblemente oscurecida por negros o casi amoratados nubarrones. Ráfagas de viento levantaban grandes remolinos de polvo en la carretera que pasaba, y todavía pasa ante mi ventana. Un olor inconfundible a ozono presagiaba la proximidad de la tormenta. Gruesas gotas caían sobre la reseca tierra del viejo campo de futbol de las escuelas o sobre el amarillo palido del viejo campo del Gure (por el Gure Txokoa).
Estampas de antaño: Los juegos del Viejo Pamplona (1966-1976)
ACTUALIZADO. ¿Y a qué se jugaba en aquellos años?. Había juegos para niños y para niñas y otros que eran indistintos para unos y para otros. Para niñas estaba la comba o la goma (saltando y cantando alguna de aquellas tonadillas infantiles), el corro (en mis años ya pasado de moda), las tabas (también pasado de moda) o la china. En este último juego las chicas empujaban, saltando sobre un solo pie, un trozo de piedra plana entre unos cuadros numerados. También, con frecuencia hacían el pino. Sus cuerpos siempre han sido mucho más flexibles que los cuerpos masculinos.
Había juegos que eran indistintos para un sexo u otro, que eran todos los de pillar, entre estos estaba «el escondite» (o «esconderite»), «el tente», «tres navios en la mar… (otros tres en busca van)», «el pote pote» y «la llevas», herederas alguno de algún otro juego anterior como «el marro». Recuerdo que tenía su atractivo jugar esos juegos con el otro sexo. Había también otros juegos que se solían jugar juntos como «El pañuelo» o «la palabra», «el telegrama», «cara ví, cara va…» o «el disparate». Se comenzaba a tontear ya entonces con lo de los novios, ¿Quien va a ser tu novio o novia?, Me gustaría que fuese… Había juegos más intelectuales para jugar entre dos como el «vivo o muerto», las adivinanzas (como aquellas que decían: es amarillo, blanco también, oro parece, platano es; la mujer del quesero que será; blanco por dentro, verde por fuera si quieres que te lo diga espera) o el «cesta y puntos». Juegos crípticos de comunicación como el silabeo, combinando una silaba repetida, por ejemplo «epe respe tonpo tonpo» o juegos como el de «piedra, papel y tijera».

Otras actividades infantiles de aquellos años eran la construcción de cabañas. Recuerdo las que se construían en el parachoques, cerca de Perfil o en el lecho de los regachos secos. En aquellos años infantiles solían nacer las primeras amistades, se empezaban a crear los grupos o pandillas y se fortalecía el compañerismo y el trabajo en equipo. Eran tiempos en los que las bicis, de marca BH o GAC llevaban redecilla en la rueda de atrás y se alquilaban por horas en el parque de la Taconera. En aquellos años, la vida se hacía en la calle y los juegos en la calle ocuparon un lugar importante en nuestras vidas.
Derribos en la avenida Marcelo Celayeta en el año 1996


La Travesia Ave María hasta los derribos de fines de los 90
La vieja Rochapea que conocí era un barrio formado por muchos barrios: El Salvador, formado por las casas de las dos fases, en ambos lados de la avenida de Marcelo Celayeta, la Rochapea Vieja que era como llamábamos al viejo barrio más cercano al rio, las casas de San Pedro, las Casas de Oscoz, las Casas de Lainez, Cuatro Vientos-Santa Engracia y el Ave Maria, entre otros.

Eran tiempos en los que las industrias estaban instaladas en las bajeras, bajo las viviendas. Asi durante años, tuvieron su sede en la calle la fábrica de la Colamina, un taller de recauchutado, Mitxi, los depositos del Kas, etc.
También en la calle, y junto al número 10 tuvo su sede la sociedad Gure Txokoa, cuyo campo de futbol estaba muy cerca en los terrenos que ocupó durante más de 30 años la fábrica de piensos Caceco. Posteriormente ese local sería ocupado durante algún tiempo por la Peña Rotxapea antes de su traslado a la calle rio Arga.
Eran tiempos en los que se hacía vida en la calle, especialmente en el verano, como en los pueblos, todo el mundo se conocía en el barrio por el apellido (a la calle le llamabamos barrio) y todos nos conocíamos y nos saludabamos en las viviendas. En la «travesía» vivían, en aquel entonces, los Tornos, Arriaran, Marin, Visus, Del Valle, Garriz, Meoqui, Cantero, Viedma, Anaut, Pardo, Goñi, Biurrun, Casado, La Fuente, Zunzarren, Sádaba, y tantos y tantos otros. Eran tiempos que hace décadas pasaron y que no volverán.
La Avenida de Marcelo Celayeta en 1967
La primera foto que ilustra esta entrada es del tramo más cercano a Cuatro Vientos, cerca del cruce con la calle Rio Arga. A la derecha, la carpintería de Garaicoechea, metida en el hueco que no se ve, la pescadería Galar, y en esa especie de barracones de planta baja diferentes establecimientos comerciales entre los que destaca la librería de la Pachi, uno de los más entrañables personajes del barrio, en nuestra más tierna infancia.En su librería compraríamos los primeros dulces y golosinas (ah, aquellas mantecadas y tortas de txantxigorri), los primeros albumes de cromos, los primeros libros…Estas viejas construcciones serían derribadas cuatro o cinco años más tarde, primero esa construcción de planta baja y en torno al año 1972 o 1973 la carpintería y la pescadería citadas. Y aun la Pachi nos acompañaría durante 12 o 15 años más, hasta su jubilación en el nuevo edificio que ocupasen los viejos barracones.
Más adelante se observa uno de los pocos edificios que se conservan en la actualidad, la Iglesia de la Clínica Psiquiatrca de las Hermanas Hospitalarias (Padre Menni), seguido del edificio del antiguo Banco Central (hoy en sus bajos hay una academia de baile) y que conocería un espectacular atraco en los primeros años 70, el cine Amaya, perteneciente a la empresa Saide, cerrado en el año 1971 y derruido veinte años más tarde con las nuevas construcciones y viales del barrio, las llamadas Casas de Oscoz, con el Bar Feliciano y la Senda como algunos de los hitos más importantes (junto al bar Porron) para los andarines del barrio, (hubo tiempos en los que también se chiquiteaba en este barrio).
En la segunda e invernal foto foto, de algunos años antes (febrero de 1963), podemos ver, además de un curioso rebaño de ovejas que circula por una mal urbanizada avenida, a la izquierda el grupo de Casas del Salvador, más adelante lo que conocíamos como la Casa de la Marichu, seguido del edificio donde durante décadas estaría la tienda de las Hermanas Amezqueta. Más adelante, la casa y cuadras de los Goñi, la Casa Parroquial y al final de la foto se atisba en ese día brumoso la inconfundible torre de la Iglesia del Salvador. Las últimas construcciones que alcanzamos a ver son un par de manzanas cercanas a Cuatro Vientos, uno de los edificios sigue actualmente en pié, allí donde estuvo el Bar la Cabaña y hoy es un kebab y al que se trasladó tras el derribo de las casas de Cuatro Vientos, Eliseo. En el otro estaba el antiguo bar Cuatro Vientos.(Fotos: J.J. Arazuri)
Las antiguas escuelas del Ave Maria (1916-1977)

La escuela de planta baja y con grandes ventanales que se ve en la fotografía anexa a la iglesia del Salvador (popularmente conocida como la iglesia del Ave-Maria) y que inicialmente apenas contaba con unas 2-3 aulas se fue ampliando en sucesivas fases, hasta contar con 3 más siguiendo la línea de las escuela de la foto superior y otras 4 aulas más, (las que se ven en la fotografía inferior) y que popularmente conoceríamos (no se porque) como las escuelas de las chicas, pues en los años en que yo conocí la escuela las clases eran ya mixtas, eso, si, los chicos separadas de las chicas. En la foto superior se puede observar a la izquierda de la foto, la entrada a la sacristía de la iglesia del Salvador, enfrente una de las entradas a la escuela. Al fondo de esta entrada se vislumbra (por el tejadizo superior) otra construcción que era lo que conocíamos como el salón de actos. La escuela contaba con un campo de fútbol de tierra, bastante amplio, separado por una tapia de las calle Carriquiri (es un decir lo de calle porque como hemos visto hasta bien entrados los años 80 era un camino de tierra) y de la Travesía del Ave María. En este campo que era utilizado no solo por los alumnos de la escuela sino por muchos jóvenes del barrio para jugar al fútbol se instalaba en las fiestas de la Rochapea que tenían lugar a mediados de agosto, coincidiendo con la festividad de San Lorenzo, una animada verbena y otras atracciones que concitaban el interés de muchos vecinos no solo del barrio sino de otros barrios de la ciudad.

Recuerdo de aquellos años en las escuelas, la botellita de leche que nos daban en los primeros cursos, después de comer, antes del tiempo de la siesta, algunos expeditivos métodos de la «vieja escuela», la bata grisácea o negra del maestro, las clases grandes, muy grandes, como para 40 alumnos, los grandes ventanales, el negro encerado que cubría todas las paredes, el crucifijo entre los retratos de Franco y José Antonio, las mesas de pizarra verdinegras, con un agujero para los tinteros de otras épocas, una antigua estufa de carbón y leña, situada en una de las esquinas de la clase que sin embargo lograba atenuar el frío de ciertas mañanas y tardes invernales, el recreo de las 11.00, las clases de gimnasia en el campo de futbol, el serrín en el suelo cuando nevaba o llovía (aún me acuerdo del olor del serrín mojado), las vacunaciones en el Instituto de Higiene de la calle Leyre o las revisiones médicas anuales que nos hacían en las escuelas de San Francisco. Alguna vez me traía mi madre el almuerzo al recreo a la entrada de las escuelas, junto a las puertas rojas. Las clases eran de 9 a 12 y de 3 a 5. Luego en casa, la tarea, la merienda y a la calle a jugar. Tras sus grandes ventanales vimos pasar las estaciones y los primeros años de nuestras vidas.
La calle Nazario Carriquiri en el año 1984
Foto: Imagenes Rotxapea. (Revista Ezkaba)