Bares y tabernas de antaño (1844-1994). 1ª parte.
Esta entrada completa, -en cierto sentido-, la de «Los bares del Viejo Pamplona» (1960-1990), solapándose con ella, si bien aquella estaba redactada desde una perspectiva de recuerdo o vivencia personal y esta desde la más estricta investigación histórica. Como ya he señalado en otras ocasiones, hasta el derribo de las murallas en 1915, Pamplona era su Casco Antiguo, en él estaban sus comercios y, por supuesto, y quitando algún establecimiento «fuera puertas» en él estaban todos sus establecimientos de hostelería. A finales del siglo XIX no existían en Pamplona ni bares, ni cafeterías, ni restaurantes, ni pubs, ni hoteles ni nada que se le pareciese. Había, como he dicho en la entrada anterior de los oficios desaparecidos, tabernas, colmados, cafés, fondas, posadas, bodegones y figones. En 1908, había en Pamplona 60 tabernas, 48 de ellas dentro del casco histórico, a las que habría que sumar 12 bodegones y figones, 5 cafés públicos, 7 fondas y 27 posadas (25 de ellas también en el Casco).
A primeros del siglo XX comenzaron a abrirse los primeros bares y restaurantes así como también los primeros hoteles. Las tabernas que había hasta entonces, según dice José Javier Arazuri en «Historia, Fotos y Joyas de Pamplona» eran «modestos establecimientos, escasamente amueblados, con unas mesas y bancos de madera y al fondo del local un mostrador, con una parte amarmolada, aunque el mostrador también podía encontrarse en un lateral. Estos establecimientos estaban abiertos unas quince horas, desde las seis de la mañana a las nueve de la noche». Tantas horas, sin embargo, daban escasos réditos a sus dueños pues estos establecimientos se caracterizaban por vender básicamente vino y aguardiente; la gente incluso podía llevarse su comida, comérsela allí mismo y pedir solamente vino. Además del «morapio» se podía encontrar, -según Arazuri-, «queso de puchero, aceitunas verdes, pimientos, guindillas en vinagre, nueces y sardinas asadas». Dada la extensión de la entrada y la prolijidad de nombres, lugares o ubicaciones que introduzco, comparándolas, además, con los lugares o ubicaciones actuales, he creído conveniente dividir esta entrada en dos partes, una que se extiende desde 1844 a 1932 y otra que va desde 1933 a 1994.
Entre las tabernas que sobrevivirían más años, -pues a menudo tabernas y bodegones se confundían y un establecimiento podía aparecer en ambas tipologías o pasar de ser taberna a más adelante casa de comidas-, estaban las de Marceliano Anoz (fundador de Casa Marceliano en Carnicerías, 5), Evaristo Archanco, en Mañueta, que luego y hasta los años 30 se trasladaría, con su fonda a San Gregorio, 58, (cerca de donde esta hoy el Anaita); Narciso Bearan en San Nicolás, 25 donde hoy se encuentran el Iru y el Hostal Bearan; Candido Francia, al final de la calle Mayor que luego se trasladaría a la calle San Francisco; Basilio Fuentes en San Agustín, 4 (luego viuda de Basilio Fuentes e Hijos, con fonda y casa de comidas), o Leocadio Urtasun en el nº 81 de la Estafeta, esquina con Tejería (donde luego se pondría Casa Sixto, El Adoquín y el actual Cocotte,). Resulta curioso observar como ya desde hace un siglo, las zonas hasta hace poco más hosteleras, en general ya lo eran: San Nicolás, San Gregorio, Plaza del Castillo, Estafeta, Jarauta, San Lorenzo o Calderería. La reconversión de zona comercial en hostelera de las calles Mercaderes o Comedias y alguna otra es, sin embargo, un hecho bastante reciente.
En los bodegones, afirma Arazuri, «se servía generalmente vino de escasa graduación, chacolí cultivado por los dueños del local en las laderas del monte Ezkaba o San Cristobal, uno de los más famosos era el del «Culancho» en la calle Ansoleaga, donde estaba el Palacio de Aguerre o Casa del Orfeón antes de ser derribado, para construir el Maisonnave, aunque había alguno otro en Jarauta al que llamaban «La Casa del Capitán» o donde hoy está El Marrano en San Nicolás estaba el «Bodegón de Sanz», que durante muchos estuvo señalizado como Vinos El Cosechero». En Jarauta había, a principios de siglo, nada menos que cuatro bodegones y en Mañueta tres. Los figones eran tabernas de baja categoría. Había, además, en aquella época, en 1908, tres churrerías, la centenaria churrería de la Mañueta de los Fernández, otra en la calle Eslava (de Inés García) y una tercera al final de la calle Zapatería (en el nº 60, Vda de Aguilar) así como otras tantas horchaterías-chuferías, la más conocida la Casa Puyada de Mariano Pérez en Zapatería, 15, donde hoy está Calzados Goñi. Posteriormente en 1924 se instaló una nueva churrería en San Gregorio de corta vida y también hubo otra en Jarauta, 10, (la Churrería San Fermín de Bernarda Abaurrea) pero de fugaz existencia. En los años 30 se instaló otra churrería en el nº 80 de eslava (de José Roa). En 1928 teníamos las siguientes heladerías-horchaterías-chuferías: El Buen Gusto en en el nº 14 la calle Chapitela, también sería turronería, La Polar en el nº 29 de la Estafeta, la mencionada Casa Puyada y El Valenciano, en San Gregorio, 38 (cerca el actual Kaixo).
A mediados del S.XIX surgieron en Pamplona los primeros cafés públicos, la mayoría de ellos ubicados en la plaza del Castillo, eran cafés, la mayoría, de ambiente familiar y provinciano, el primero fue el Gran Café Suizo, en 1844, ubicado en el nº 37 de la plaza y que regentarían los suizos Matossi y Fanconi. A la Gran Pastelería Suiza se entraba por la entonces calle General Moriones, hoy Pozoblanco. También estaba El Español ubicado en el nº 43, regido en 1875 por los señores Monegatti que lo convirtieron en La Marina y más tarde por Luis Kutz en 1912 que lo convirtió en el famoso Café Kutz. En el edificio del Crédito Navarro, esquina con Espoz y Mina, estaba el Café Lardeli, también de origen suizo, que desapareció a finales de siglo y cuyo mobiliario se utilizó en el Café Roch (fundado por Eugenio Roch en 1898). En 1888 se inauguraba el café más emblemático de la ciudad, el Café Iruña.
Otros cafés más modestos algunos de finales del XIX y otros de principios del XX, algunos de los cuales se convirtieron en bar o café-bar, incluso en restaurante fueron: en Espoz y Mina, El Larequi y La Amistad; en la Estafeta, El Navarro (en el nº 32, gestionado por Nicomedes Paz, donde hoy esta Windsor Tabern y durante mucho tiempo estuvo la cristalería Adamas); El Macias (en el nº 45, cerca de Casa Lange); El Urrutia que luego fue El Lusarreta (1921) (en el nº 49, donde hoy está el Chez Belagua), El café del Circo (en el nº 65, donde hoy está una de las tiendas de Atanasio Echarri); en la plaza del Castillo estaban, El Ideal (en el nº 9, cerca de donde hoy está el Gure Etxea, regentado por los hermanos Peralta), El Cenizo (en el nº 3, donde luego, a primeros de siglo, se instalaría el famoso bar El Torino, (abierto por los señores Duhins y al que seguirían en la gerencia Melitón Ariz y Doroteo Cotelo, que en 1973 ocuparía el Windsor, tras el cierre del anterior dos años antes); El Mazuelas (donde el Casino Eslava); El Nacional (en la esquina con Chapitela); en el Paseo de Valencia estaban El Europa (en el nº 18, donde está hoy el Bankinter y anteriormente La Vital), el Noain (en el nº 14, donde hay hoy una agencia de viajes) y El Siglo y donde estuvieron Las Pocholas el Colmao de Carbonell. Otros fueron El Incendio en la Mañueta, El Bochas en la esquina de Carmen y Aldapa, El Almudí en el nº 64 de Nueva (plaza de San Francisco) y El café de la Aduana en el nº 18 de Taconera, la mayoría de los citados estaban abiertos en 1888, aunque otros no llegarían al nuevo siglo.
Como he señalado en la entrada anterior, los colmados fueron los precursores de los bares que aparecieron a principios de siglo, en los bares (del inglés, bar: barra) se tomaban las consumiciones de pie ante una alta barra y se servían licores, refrescos, vermuts, etc; Había a comienzos del siglo un colmado donde luego se instalaron Las Pocholas; El Nuevo Colmado donde luego estuvo el Dena Ona (abierto por el señor Blasco y que luego cogerían los señores Mazo y Zabalardo, convirtiéndolo en café-bar y restaurante) y más tarde el Bearin; en el local donde se puso La Vasconia estuvo el colmado de Justo Ibañez, y en Sucursal de Aldaz, luego bar El Espejo, de la calle Ciudadela, estuvieron antes el colmado de Zabalo y más tarde el bar El Siglo XX.
A finales de los años 20 (1927-1928) esta era una relación bastante completa, no exhaustiva, de bares, (algunos de ellos eran también casas de comidas y contaban con hostal o casa de huéspedes), ordenados por calles con su numeración en la calle y su referente más conocido, si lo hubiese actualmente, que había en Pamplona (algunos ya los hemos citado): En la calle San Lorenzo, el de la viuda de Jesús Anoz (en el 24) y La Maravilla de Echeverría y Apesteguía (en el 5, que fue luego la carnicería Bezunartea y hoy un locutorio); en Descalzos, el Iruña (en el 9, al lado del Lanbroa), Los Gabrieles (en el 26, cerca del edificio nuevo construido hace poco antes de llegar a la escuela infantil), El Pamplonés de Ambrosio Goñi (en el 11, también cerca del Lanbroa), El Izkiña o Eskiña de Raimundo Oderiz (en el 82, al lado del Bar Txiki, hoy no es más que el solar que hay en la esquina con Santoandia), y El Sánchez de Cipriano Goñi (en el 76, hoy hay un negocio de restauración de muebles); en Jarauta, el Beti-Jai de Santiago Martich que luego llevaría Salvador Eleta (en el 88, hoy el Bar Giroa), El Esparza (en el 59, al lado del Bar Gallego) y La Palma (en el 37, hoy Bar Roncal); en la plaza del Castillo, el Dena Ona (en el 32), El España de San Román y Zabalardo (en el nº 20) donde poco más tarde, a comienzos de los 30, abriría el Choko (así aparecía escrito antes, tras ampliar su espacio con el bar Villarosa que tenía justo al lado), (por cierto hubo un tercer Bar España aparte de éste y el de la Estación en la plaza del Consejo), El Ideal de los hermanos Peralta (en el 9), -una hermana, Deogracias, creo que había tenido una casa de huéspedes en la calle Comedias-, y El Torino de Doroteo Cotelo (en el 3); en Estafeta, El Lusarreta (primero en el 49-51 y luego pasó al 71, donde hoy está La Granja), El Navarro de Nicómedes Paz (en el 32) o el Pirineos en el nº 41 (abierto a comienzos de 1900, muy cerca de la fonda del mismo nombre); en San Nicolás, Feliciana Toni (en el 34-36, donde hoy está el Katuzarra) y Agapito Viscarret (en el 25, donde hoy está el Iru).
Otros bares que había eran El Espejo de Miguel Aldaz, el de Antonio Pérez en San Francisco, 14 (hoy Peña Anaitasuna y anteriormente el Montón de San Francisco), Casa Paco, abierto en 1908 por Tomas Pueyo (cerrado hace un par de meses, tras cuatro generaciones), el ya mencionado Olimpia de la avenida de San Ignacio, y el Sarasate de Martín Sotes en el Paseo de Sarasate. En el barrio de la Estación había nada menos que cuatro bares: junto al bar España estaban La Eibarresa (que luego subiría al 28 de Jarauta), el de José María Arizcuren y el Moderno Ona de Rosa Senosiain; en La Rochapea había cuatro bares: los de Juan Ayerra (El Abaurre), Carlos Eugui, García Vicente y Agapito Anso y en el Mochuelo el de Policarpo Martinicorena. Alguno de aquellos bares extramuros tenían, en ocasiones, algún juego en sus proximidades como el de las bochas, que vemos en una fotopostal adjunta o el de la rana. Quien con algún año de más no se acuerda de la antigua Casa Emeterio y su famoso juego de la rana.
Las fondas se asemejaban a los actuales hoteles y se diferenciaban de los albergues y posadas. En 1863 había en Pamplona 39 posadas y 10 casas de huéspedes. Las fondas más famosas de finales del siglo eran, en el Paseo de Valencia, la Fonda El Infante y la Fonda Otermin, luego, desde 1880 y hasta 1892, convertida en la Fonda Europa; en la plaza del Castillo, las de Goicoechea y Ciganda (luego Sotil), La Fonda La Perla de Miguel Erro y Teresa Graz (luego Viuda de Erro y más tarde Sucesores Vda de Erro) de 1881, y que es uno de los establecimientos hoteleros más antiguos de España; en Estafeta, 47, la Fonda de Florentino; y más tarde, a finales de siglo El Cisne (en plaza del Castillo, a cargo Francisco Echepeteleku), El Maisonnave (en Espoz y Mina, 5 -donde el actual bar Gaucho- y Estafeta, 60), de Carlos Maisonnave que pasó luego a su viuda y luego a su hijo Eladio y la Fonda de Angela (luego La Fonda Hispano Francesa, del artajonés Wenceslao Cilveti, en el nº 19 de la plaza del Castillo, cerca del actual Bar Txoko).
Algunas de casas de huéspedes se convirtieron, con el tiempo, en fondas y las posadas, tabernas y bodegones en restaurantes o casas de comidas. Entre los apellidos conocidos en el ámbito de las casas de huéspedes en 1908, estaban los Herederos de Diez de Ulzurrun (Campana 14 y Mayor, 2), Sucesores de Pedro Echarri (Dos de Febrero, 14, más tarde Comedias), Sucesores de Doroteo Izurdiaga, luego Olegario Recalde (con casa de comidas, en Lindachiquia, 4), Babil Landívar (en San Nicolás, 7 y luego 12, con fonda y casa de comidas, hoy en aquellos locales hay bien restaurantes u hostales), Cesareo Lezaun, más tarde La Roncalesa o Sucesores de Lezaun (Estafeta, 85, en el edificio en que estaba Casa Flores y ahora El Chupinazo) o la Fonda La Ramona de Juan Purriel (en Estafeta, 2). Lino Otano, creador de Casa Otano empezó en el nº 17 de la Mañueta, con una casa de huéspedes para pasar luego a San Nicolás, 5, con una tasca o casa de comidas sin olvidar por supuesto el servicio de la fonda o casa de huéspedes. Tras su fallecimiento pasaría el negocio por varias manos, entre ellas las de Severino Larrayoz (Sucesor de Otano) y Santiago Echechiquia (Fonda Santiago) hasta que en 1929 se hicieron cargo del negocio Isaac Juanco y su esposa Felisa Galar que inician la actual saga familiar que lo regenta. Junto a los citados hosteleros, figuraban en un año antes, en 1928, los siguientes establecimientos catalogados como fondas o casas de huéspedes: La Salacenca de Feliciana Toni en San Nicolás 34-36 (donde estaba la Fonda Aragonesa y ahora el asador Katuzarra) y la Bidasotarra de Francisco Aguerralde en el 24-26 (ahora está ahí el Hostal Dom Lluis), La Barranquesa de Daniel Bacaicoa en Javier, 1 y la fonda de Guillermo Larequi (en Espoz y Mina, 11, donde estuvo primero El Larequi y luego el Monasterio), Hijos de Basilio Fuentes en Estafeta, 55, Sucesores de Juan Oderiz en Santo Domingo, 31, Vicente Azanza en Calderería, 23 y Felipe Irigoyen en la nueva Casa de Cuevas (Dos de Febrero, 20; actual Comedias, al principio de la calle) con restaurante incluido.
Las tabernas se convirtieron, como he dicho, en restaurantes y casas de comidas: así encontramos en 1921 la de Matías Anoz (después sucesores de Matias Anoz), situado en el nº 5 de Carnicerías (luego en el 3, entonces era calle Carnicerías, no calle del Mercado), la de Narciso Bearan que cogió Agapito Viscarret (Sucesor de Bearan) en San Nicolás, 25 con su fonda o casa de huéspedes, la viuda de Candido Francia, en San Francisco, 32; la Casa de la Marcela (Marcela Elia, Viuda de Iriarte) en el nº 13 de San Nicolás, donde esta actualmente el Bar San Nicolás-La Cocina Vasca; la Casa de la Mariana en Jarauta, 34 (de Pablo Lizarraga), Tomasa Aznarez (luego Aniceto Bastarrica y Vda de Oyaga, Sucesor de Bastarrica) en Carnicería, 1, La Moderna en Navarrería, 12, en 1926, el Catachú de la mano de Isidoro Iturralde, en Lindachiquia, 16 y en 1928, La Navarra en Mañueta, 20; La Bodega, en Mártires, 48, Julián Indavere en Estafeta 41 y en Jarauta 34 y 80 respectivamente la Sucursal de La Mariana y la Sucursal de La Martina. La casa de comidas de la Estación la regentaba en 1908 Maria Sanchez y luego en 1921 Hijos de Tejedor. Todos los hoteles importantes contaban también con restaurante: El Cisne, La Perla, El Maisonnave, El Comercio, El Grand Hotel, El Pirineos, El Quintana, El San Martín. Resulta curioso comprobar que en la calle San Lorenzo el bisabuelo de los actuales propietarios del comercio centenario Cebrián, Demetrio Cebrián tuvo en los años 20 una fonda y casa de comidas.
Fotos por orden de aparición: Café Kutz.1952. Postal Viuda de Rubio; Sucursal Aldaz Hermanos, 1912. Archivo Arazuri; Casa Marceliano. 1925; Ante el Café Kutz. 1932. Galle; Edificio del Grand Hotel. 1914; Cafe Bar Torino. 1971. Zubieta y Retegui; Las dos últimas fotos son fotos cedidas por Iosu Txiki (biznieto de Agapito Viscarret que aparece el primero a la izquierda y de blanco en la foto de la derecha. Su hermano Teodoro es el primero que aparece con txapela en la foto de la izquierda. Según Iosu era primo de Lino Otano, el fundador de la célebre Casa Otano).