Crónica negra del Viejo Pamplona: Crimen en la calle Mercaderes (1901)
En esta ocasión les traigo un truculento fracticidio que tuvo lugar el 30 de junio de 1901, en el nº 18 de la calle Mercaderes. Como en el caso anterior, rescato la crónica que del suceso hizo «El eco de Navarra». La crónica no ahorra, como verán, ningún detalle, por tremebundo que sea. Luego de las 7 de la mañana, la señora Doña Vicenta Senosiain, viuda de Don Andres Huarte, comerciante en curtidos, que tiene su establecimiento en la planta baja de la casa nº 18 de la calle de Mercaderes y habita en el entresuelo de la misma, se presentó al guardia municipal Félix Goñi que estaba de servicio en la plazuela Consistorial, rogándole fuese a su casa, pues a un hijo suyo le había ocurrido algo grave que por el momento no manifestó dicha señora. El guardia antes de acudir a dicha casa dió noticia al celador del cuerpo señor Cilveti quien marchó al momento a la mencionada casa en compañía del guardia, y una vez recibidos por la señora Senosiain entraron guiados por ella a un dormitorio, en el que encontraron un horroroso espectáculo
En una de las dos camas que en la pieza había yacía el cadáver de un joven con la cabeza materialmente destrozada a hachazos, sin que en las ropas de la cama se notará el menor desarreglo, pero sí grandes manchas de sangre de la que estaban salpicadas las paredes y la otra cama, viéndose además en derredor partes de la masa encefálica que, al golpe de los hachazos, había saltado en todas las direcciones. En la casa se hallaban la referida viuda y sus hijos Manuel, José e Irene de 23, 21 y 19 años, respectivamente, hallándose Manuel durmiendo en otra habitación y faltando otro hijo de la señora Senosiain llamado Carmelo de 17 años. El muerto tenía 26 años y se llamaba Vicente. El mencionado señor Cilveti después de haber interrogado a dicha señora e hijos y de practicar en la casa algunas pesquisas, envió aviso de lo que ocurría al juez de instrucción, al médico forense, y al inspector municipal.
Se incoaron las primeras diligencias. El asesinato se había cometido, según el calculo pericial, entre la una y las dos de la madrugada y el instrumento había sido, de acuerdo a las heridas encontradas, un hacha con la cual el autor había dado a la víctima tres golpes mortales, dos en el parietal derecho y otro en la sien y mejilla del mismo lado. Desde luego se sospechó que el asesino debía ser persona que habitaba la misma casa o que , por lo menos, conocía bien su distribución interior, que es bastante irregular y la presunción sobre cual había sido el instrumento del crimen se confirmó desde el primer instante pues habiendo preguntado el celador municipal señor Cilveti si en la casa existía algún hacha y habiendo encargado a la familia, después de contestar ésta afirmativamente que la buscasen, no fue encontrada en ninguna parte. Tanto la madre como los hermanos del interfecto, dice la crónica, se mostraron relativamente serenos e ignorantes de cómo, cuando y por quien se había cometido el delito, pero cuando se estaban instruyendo las primeras diligencias sumariales, de fuera de casa llegó una noticia que arrojó abundante luz para esclarecer el suceso.
El oficial de la estación telefónica interurbana Aurelio Rey se presentó en la casa del crimen manifestando el celador de la línea telefónica Estanislao Homebone, residente en Tafalla, le acababa de participar que en el tren procedente de Pamplona había sido detenido, por sospechas, un viajero que llevaba una hacha ensangrentada y las ropas también manchadas de sangre. Con nuevos informes del mismo celador de la red telefónica y por noticias oficiales recibidas de Tafalla se supo que el viajero detenido en el tren era Carmelo Huarte, hermano del interfecto y que estaba convicto y confeso de fracticidio. La captura se debió a que el interventor de ruta del tren mencionado, al llegar este a Tafalla denunció a la pareja de la guardia civil que en el mismo iba un viajero que no llevaba billete. La pareja de la Benemérita al reconocerle observó en su ropa machas de sangre y le encontró un un destral, un hacha pequeña también ensangrentada, con la cual confesó haber matado a su hermano Vicente. La Benemérita custodió al criminal hasta Castejón y desde allí le trajo en el tren correo del mediodía a Pamplona, conduciéndole inmediatamente al Juzgado de primera instancia que ya entendía en el asunto pues a media mañana habían acudido a la casa del crimen el juez señor Alvarez, el fiscal y el escribano, señor Itúrbide.
El preso ratificó su declaración pareciendo bastante sereno y después fue conducido a la cárcel. Entretanto los miembros de la familia estaban incomunicados, cada uno en distinta pieza de la casa, prestando servicio varios agentes municipales hasta las cinco de la tarde, hora, en que la autoridad judicial ordenó que cesara. El cadáver fue conducido al Hospital poco antes del mediodía habiéndose visto hasta entonces durante toda la mañana las inmediaciones de la casa llenas de gente. Como antecedente del crimen, se decía ayer, entre los muchos comentarios que motivó en la ciudad que su autor había sido maltratado todo el sábado a la noche por su hermano Vicente y que también lo había sido en otras ocasiones . A esto añadía la voz pública hechos y circunstancias que omitimos porque se refieren a cualidades personales y a la vida íntima de la familia. El muerto era escribiente del procurador señor Velasco y el fractícida pasaba la vida en la tienda de su madre o familia. El juicio a Carmelo Huarte se celebró el 4 de octubre de 1901. Le condenaron a 12 años y un día de prisión mayor.
Fotos: Las dos fotos de esta entrada se utilizan bajo la licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España. (CC BY-NC-ND 3.0 ES). Foto nº 1: Procesión en la calle Mercaderes. (1901). José Martínez Berasáin. Tras la comitiva religiosa, los números pares de la calle. El nº 18 de la calle de entonces se correspondería con el nº 12 actual, donde se encuentra actualmente Alimentación Iruña y hasta finales de los años 90 del siglo XX la tienda de calzado barato Calzados Fernández. Foto nº 2: Centro histórico de Pamplona desde la torre norte de la fachada occidental de la catedral de Santa María. José Martínez Berasáin. (1901-1930). En primer término las calles Curia y Navarrería, en segundo plano la fachada del palacio del marqués de Rozalejo, al fondo las torres de la iglesia de San Cernin.
Creo que fue en esa casa en la que unos años más tarde, mi abuela Isabel Zuasti ( viuda de Félix Sala) utilizó como vivienda y donde instaló un » costurero» donde enseñaba Corte y confección a las mujeres casaderas de su época ( entre 1940-1968). La otra mano del entresuelo ( parte interior) la ocupaba el Restaurante Blanca de Navarra.
En la planta baja del edificio, el dueño del mismo – que vivía en el 1º-, instaló una tienda de Comestibles.
Vaya, qué interesante que la prensa de aquella época se manifestara tan considerada a la hora de ciertos detalles de la vida de esa famiia… Me pregunto si en el caso de un asesinato de alguna mujer, se habrán conducido de la misma manera… Pero reitero, que detalle tan interesante, visto desde los primeros años del Siglo XXI.