




Recuerdos, imagenes e historias del Pamplona de ayer y hoy
ACTUALIZADA. Es una frase ya hecha sobre todo en personas de cierta edad decir aquello de ya no nieva como antes o ya no hace el frio que hacía antes. De vez en cuando un temporal de frio o una ola de calor nos hace volver la vista atrás para ver en qué fecha tuvimos aquella gran nevada o aquella ola de frio que heló el rio Arga o la última ola de calor que derritió el asfalto. De alguna de ellas me acuerdo porque las he vivido, para hablar de otras echaré mano de la hemeroteca. Empezaremos por el frio y las nevadas, dejando el calor para otra entrada posterior. En febrero de 1956 se registró una de las peores olas de frio que se conocen en la historia climatológica de nuestro país, de las 25 habidas desde 1900. El día 22 de febrero el termómetro llegó en Pamplona a los 15,2 grados bajo cero. Las temperaturas bajo cero se prolongaron durante varios días. Sin duda esta es la más famosa ola de frío de la climatología española. La ola de frío de febrero de 1956, contó en España con 25 días consecutivos de heladas, (comenzó el día 1 y terminó el día 25). Fue el mes más frío desde 1833. Tres oleadas sucesivas de aire siberiano alcanzaron de lleno la península. Fue tal su intensidad que se formaron carámbanos de agua marina en la Costa Brava, algo absolutamente insólito. La mínima la marcó un lugar de montaña de Lleida que superó los 32º bajo cero.
Habían sido también inviernos gélidos los de enero de 1945 y enero y febrero de 1954. Tras la ola de frio de 1956 vendrían las de diciembre de 1962-enero de 1963, diciembre de 1970-enero 1971 (con cerca de medio metro de espesor) y enero de 1983 y enero de 1985. Es un hecho constatable que en las décadas de los 60 y 70 las nevadas se producían con más frecuencia y yo creo que con mayor intensidad que en la actualidad ¿razones de esto?, ¿el cambio climático? ¿Quién lo sabe?. Algunos dicen que esto es una impresión subjetiva: que antes nevaba igual que ahora pero que había muchos menos coches circulando en la ciudad y no se limpiaban las calles como ahora. Puede haber algo de cierto pero solo en lo del tráfico y la limpieza de los viales pero el hecho es que esas nevadas de 20, 30 o 40 centímetros de espesor no las he visto yo en ningún parque de la ciudad desde finales de los 80 del pasado siglo y aún antes. Hubo temporales de nieve destacables en 1966 (el 19 de enero), 1967 (el 10 de enero), en 1973 (el 9 de abril, tras unos días inusualmente supercalurosos), en 1978 (el 18 de noviembre), en 1979 (el 16 de febrero), en 1980 (el 14 de marzo y el 1 de diciembre, esta última con 40 cm de nieve en la capital) Estas últimas con desastrosas consecuencias por el deshielo de la nieve en los valles y rios del norte de Navarra, que hizo que se desbordará el Arga, como vimos en la entrada dedicada a las inundaciones.
Si por edad, no pude conocer la ola de frio de 1956 o la del 1963 si que recuerdo lejanamente las nevadas de la navidad de 1970-71 (estaba en las escuelas del Ave María, haciendo 2º de Primaria, con Don Emilio Loitegui), fue la segunda ola más importante (se llegó a 12 grados bajo cero y también se heló el rio como en 1985) y sobre todo recuerdo las olas de frio de 1983 y 1985. En 1983 estaba yo haciendo 2º de periodismo en la Universidad de Navarra. También fue en febrero, el día 7 de febrero, para ser más exactos. Nevó con intensidad en la ciudad cubriéndose ésta con una espesa capa de nieve de más de 20 centímetros. La temperatura descendió hasta los 12 grados bajo cero por lo que la ciudad se convirtió en una autentica pista de hielo. Sin embargo la helada no duró tanto como la siguiente, la de 1985, pues solo duró diez dias, hasta el día 17 de febrero.
Fotos: Nº 1: el rio Arga en la zona del puente de San Pedro (enero de 1971); Nº 2: Avenida de Carlos III (enero de 1966), a la altura del teatro Gayarre, ambas de Zubieta y Retegui; Nº 3: Avenida de Roncesvalles (febrero de 1970). Foto Gomez; Nº 4. calle Mercaderes (febrero 1970). Foto Galle. Archivo Municipal de Pamplona.
Con el fin de facilitar la lectura de las entradas del blog y de conocer y acceder a todo su contenido, actualizo esta entrada-resumen de todas las entradas publicadas desde diciembre de 2012 hasta la fecha, nada menos que casi 300 hasta el momento, ordenadas por años. Puedes acceder a cualquier entrada del blog desde los dispositivos móviles (teléfonos o tablets) pulsando sobre el título de cada entrada. En la versión web puedes encontrar también esta sección, en la columna de la izquierda, junto a las otras secciones del blog.
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El 30 de marzo de este año, hace exactamente nueve meses, escribía una entrada en la que recordaba la gripe de 1918 y la comparaba con la pandemia que empezábamos a sufrir entonces, apenas incipiente: hablaba entonces de un millón de afectados y 50.000 muertos en todo el mundo. Hoy, en el día de Nochevieja, una fecha que no celebraremos como otros años, como no hemos celebrado tantas otras cosas en este 2020, -sin ir más lejos los tradicionales sanfermines-, podemos hablar de más de 80 millones de afectados y camino de los 2 millones de muertos en todo el mundo, esto si nos quedamos con las cifras oficiales, porque cuando esto pase, conoceremos, de verdad, el exceso de mortalidad que ha habido en el mundo y probablemente las cifras se multipliquen al menos por dos, de eso estoy casi seguro. Cuando son más las dudas que las certezas, cuando tímidamente se empiezan a inocular las primeras vacunas entre la población más vulnerable y la pandemia lejos de remitir se expande con inusitada velocidad por el Reino Unido y otros países de Europa, algunos de los cuales sufren un estricto confinamiento, miro hacia atrás y también hacia adelante y creo que solo la capacidad de resiliencia, -esa extraña palabreja que tan de moda se ha puesto en los últimos tiempos-, nos permitirá seguir adelante, como personas y sociedades, sin demasiados traumas o efectos secundarios.
Para la historia de la humanidad quedará el confinamiento, en un determinado momento, de más de 3.000 millones de personas, los efectos devastadores sobre las economías de los países y en última instancia sobre la vida de las personas. Recordaremos, de Pamplona, en los momentos más duros, sus calles extrañamente vacías y desiertas, casi todos sus establecimientos cerrados y ello durante casi dos meses, los que van del 15 de marzo al 11 de mayo; la hostelería el doble de tiempo (de marzo a mayo y de octubre a diciembre) y el resto del año, con severas restricciones; los centros sanitarios al borde del colapso en determinados momentos, sobre todo en la primera ola; los entierros rápidos sin haber tenido la oportunidad, en muchos casos de despedir, en el postrer aliento, a esa persona tan querida; los ancianos más débiles falleciendo en las residencias, a veces sin auxilio, porque había que priorizar los escasos recursos de las UCIS en la salvación de otras personas con más posibilidades de supervivencia, así de duro pero así de cierto. Que se lo pregunten, sino a algunos familiares que padecieron esta experiencia.
Son muchos los amigos y conocidos que han pasado la enfermedad, con mayor o menor fortuna, con mayor o menor virulencia. La segunda ola que tocó techo en octubre en Navarra, con casi 700 infectados diarios, elevó la cifra de contagiados de forma vertiginosa. Navarra, durante algunas semanas, tuvo el dudoso honor de convertirse, por desgracia, en una de las regiones con más incidencia del virus, por número de habitantes de Europa. Hoy en día ha habido más de 40.000 infectados y cerca de un millar de muertos en nuestra comunidad, aunque según las pruebas de seroprevalencia casi 100.000 navarros, uno de cada seis, ha podido estar en contacto, en algún momento con el virus, incluso pasarlo sin síntomas aparentes. Nos ha tocado incorporar como prenda permanente a nuestro vestuario la mascarilla, -a poder ser FFP2-, tanto en la calle como en interiores, el gel hidroalcohólico, las rutinas de limpieza y autocuidados que, en otras circunstancias nos habrían parecido estrambóticas o exageradas. Ya no nos besamos, ni nos damos un apretón de manos. La prevención, la necesidad del distanciamiento social para contener la propagación del virus ha dejado atrás elementales normas de cortesía o educación largamente asentadas. En nuestra vida laboral, incluso social, se ha incorporado de forma natural la videoconferencia.
Ha habido también en estos meses espacio para el justo reconocimiento de algunos colectivos profesionales que han dado el do de pecho pero también habría que recordar las actitudes egoístas e insolidarias de algunos individuos, a los que pareciese que la pandemia no iba con ellos. Y que decir de la clase política: no han estado a la altura en muchísimas ocasiones, les ha faltado altura de miras y velar por los intereses generales de la población. Tampoco los gobernantes han estado acertados: infravaloraron el peligro de esta pandemia, nos trataron como a niños, nos mintieron con el tema de las mascarillas diciendo al principio que no eran necesarias cuando hubiera sido más honesto decir a la población la verdad, que no había existencias ni de este producto ni de otros tantos elementos de protección, repitieron, como un mantra, que no se dejaría a nadie atrás pero buena parte de los autónomos de este país corren serio peligro si esta situación se prolonga. Muchos se han quedado ya por el camino. A veces la situación que hemos vivido, que estamos viviendo, tiene una apariencia de distopía que nunca hubiéramos imaginado que fuera a suceder pues situaciones como las vividas tan solo las habíamos visto en algunas películas catastrofistas o de ciencia ficción.
En lo personal, vamos a decir que hasta el momento hemos tenido suerte, en cuanto a la salud, de todos modos vamos a tocar madera, por si acaso; el blog ha estado, este año, poco activo porque su creador, un servidor, como imagino que todos este año, ha tenido sus altibajos anímicos y escribir una entrada como las que escribía habitualmente hasta este año exigía mucho tiempo y una adecuada disposición y, la verdad, no he andado muy sobrado de ellas, sobre todo de la segunda. Somos humanos y estas cosas nos afectan y yo no he sido un caso aparte. Confío, espero, que este año 2021 podamos ver la luz al final del túnel y que podamos salir reforzados de esta dura experiencia. En cuatro o cinco generaciones nadie se había visto en una situación similar. Insisto lo más parecido por su carácter planetario fue la pandemia del 18 y allá queda. Tras ella vinieron los felices años 20. ¿Vendrán también ahora?. Quiero pensar que si este cataclismo no nos ha hecho mejores, que lo dudo, si nos dará a muchos una perspectiva diferente en la que prioricemos verdaderamente otros principios y valores y sobre todo seamos conscientes de la enorme fragilidad de nuestras vidas, para no desperdiciar nuestro tiempo en nimiedades.
Fotos: Nº 1, 2, 3, 4, 5 y 7. Fotos de diferentes zonas del Casco Antiguo a lo largo de este año de pandemia. Adoquines y Losetas. Autor: Javier Muru Fraile. Foto 6. cartel de la campaña. «Casco antiguo, comercio seguro». Archivo Asociación Casco Antiguo de Pamplona.
A finales de julio de este año cerraba otro comercio, esta vez casi centenario: perfumería Galle. Echaba el cierre a su última tienda, situada en el nº 45 de Carlos III. El negocio tenía su origen en el establecimiento de fotografía y perfumería fundada por José Galle Gallego en los años 20, en el nº 7 (luego 11) de la calle Mercaderes, hasta 1972, calle Blanca de Navarra. José Galle, su fundador, había nacido en Valladolid en 1898 y tras ejercer como fotógrafo en Madrid y San Sebastián, llegó a Pamplona en 1919. Inicialmente Galle entró a colaborar con el conocido fotógrafo Benito Rupérez. Poco después se estableció en el nº 38 de la calle Zapatería asociándose con su hermanastro Rafael Bozano, de quien se separaría en 1949. Según la familia, 1922, es la fecha en la que se iniciaron las actividades comerciales de Galle, aunque otras fuentes, la retrasan hasta 1924. Lo cierto es que en 1926 ya aparecía bajo el epígrafe catastral de «industria de la fotografía» aunque posteriormente lo hará como establecimiento de fotografía, droguería y perfumería al por menor. Compraba los productos fotográficos en Francia y aprovechaba también para traer perfumes. Por lo que yo sé no es el único caso en Pamplona en el que fotografía y perfumería (y droguería) fueron de la mano, aunque este es el más paradigmático, pues su faceta como fotógrafo nunca fue en menoscabo de la comercial de perfumería, ámbito en el que también Galle se ganó, con todo merecimiento, un nombre dentro del ámbito de la perfumería local. Aun no habían llegado las grandes cadenas y franquicias de perfumes, que como en otros sectores, afectarían al comercio local.
Galle fue corresponsal gráfico en Navarra para la prensa nacional durante el primer tercio del siglo. En Navarra se convirtió en un reportero especializado en deporte y actualidad local, de lo que da buena muestra el amplísimo fondo de fotografías donado por la familia Galle al Archivo General de Navarra, parte de las cuales se pueden encontrar, además en la Sección Archivo Abierto del Gobierno de Navarra. En este blog aparecen un buen número de ellas. Esta ciudad tiene una deuda impagable con fotógrafos como Galle y otros que cité en la entrada correspondiente y que han contribuido a plasmar la historia gráfica o visual de esta ciudad. A partir de 1949, la segunda generación personificada en Fernando Galle Zumealde (1928-1982) siguiendo los pasos de su padre, continuaba con tradición familiar, en su doble faceta: fotográfica y comercial. Con su padre compartió estudio durante algún tiempo, hasta el punto de que a veces es difícil atribuir muchas fotografías a uno u otro ya que todas iban con la firma de Foto Galle. Posteriormente Fernando abrió su propia tienda y estudio de fotos en Joaquín Larregla, 2 así como perfumerías en Bergamín, 5 y Carlos III, 45. La tienda de Carlos III la abrió en 1969. Más adelante abrieron otra tienda, en la avenida de Bayona ya desaparecida. Hasta los años 80 se mantuvo la tienda de la calle Mercaderes, como tienda de fotografía y perfumería, bajo la figura de una sociedad limitada. En 1983 fallecía José Galle mientras su hijo Fernando, lo había hecho también prematuramente un año antes, en 1982, tomando las riendas del negocio la tercera generación; Patxi Galle. Junto a la competencia de los grandes formatos, el incremento de la venta online en el sector y finalmente la pandemia contribuyeron a su cierre final.
Fotografías: Foto nº 1: Procesión de San Saturnino a su paso por la calle Mercaderes, donde, como se puede comprobar en la foto (ver la parte izquierda) estaba radicada la droguería-perfumería Galle. 1943. Fondo Galle. Archivo Real y General de Navarra. Fotos nº 2 y nº 3: Escaparates de la droguería-perfumería Galle en el nº 7 de la calle Mercaderes, entonces Blanca de Navarra (Años 40). CC BY-NC-ND 3.0 ES. José Galle Gallego. Fondo Galle. Archivo Real y General de Navarra.
En esta ocasión recordaré no crímenes acaecidos en el Viejo Pamplona sino una veintena de crímenes cometidos en Navarra desde finales del Siglo XIX hasta mediados de los años 20, algunos de los cuales se juzgarían en la capital. Un breve repaso a algunos crímenes acaecidos en cuatro décadas, las dos últimas del XIX y las dos primeras del XX. No me referiré, más que citándolos, a los que ya han tenido una entrada propia como los de Rocaforte (1911) o Beruete (1924), pero recogeré la mayoría de los que ya cité en la entrada sobre «Crímenes y ejecuciones al filo del siglo XX», amen de otros que no señalé. Empezaré por el, ya mencionado en dicha entrada, doble asesinato perpetrado por Toribio Eguía en Atondo en noviembre de 1884, en las personas del cura del pueblo, Manuel Martiarena y su ama de llaves, Martina Babace. Toribio Eguía sería ejecutado, por garrote vil, el 15 de octubre de 1885 en la Vuelta del Castillo, junto al Portal de la Taconera.
El 10 de febrero de 1896 Andrés Navarro, alias «Malacabeza» mató a su mujer y su suegra en el pueblo de Maquirriain. El 16 de abril de 1896 se producía el crimen de Sartaguda, por la que el rico propietario Juan Garralda era asesinado por Joaquín García, alias Cascarilla que fue condenado a muerte el 8 de diciembre de 1897 en Estella. El 13 de enero de 1897 fue ejecutado en Tafalla, en el garrote Luis Medrano Solabre, alias «Chorchi» por haber asesinado el 15 de junio de 1895 en una casa de Murillo El Fruto a dos mujeres, María Ausejo e Hilaria Goñi. El motivo, una deuda que presuntamente tenía con él, el dueño de la casa donde fueron asesinadas las dos mujeres.
El 13 de mayo de 1897 se produjo el llamado crimen de Uterga. Ese día Victoriano Echarri mató en Uterga a su hermano Leandro por haber pegado a un perro cachorro con una azada. Luego huyo en compañía de un tal Joaquín Azparren. A su paso por Pamplona camino de Francia se refugiaron en las calles del Carmen y Mercado. A Victoriano le condenaron a 14 años de cárcel. Entre crimen y crimen se sucedían otros luctuosos incidentes, asaltos y agresiones sin resultado de muerte. El 22 de mayo Carlos Iribarren mataba a Pablo Semberoiz por un azadonazo en Yesa. El resultado, ocho años de prisión. El 26 de mayo en Fuente Amarga (Viana) Leonardo y Gregorio Dueñas, a la sazón padre e hijo, asesinaron a Jacinto Arrieta. El motivo real nunca se supo, tal vez antiguos rencores. Les cayeron 15 años al padre y 12 al hijo. El 14 de junio asesinaron en Funes a Feliciano Bretón, lo curioso del caso es que aparte de robarle 100 pesetas le cortaron los dedos de las manos.
Aunque sucedió fuera de nuestra muga foral, tuvo gran repercusión un crimen acaecido ese año en la vecina provincia de la Rioja. Ese año Catalina Muñoz, de Igea, envenenó a su marido Florencio Echave para fugarse con su amante, Lucio Alvarez El Trabas. Catalina y el Trabas fueron detenidos y juzgados en Logroño y más tarde ajusticiados a garrote vil en la plaza pública de Cervera del Río Alhama que por entonces era cabeza de partido judicial y a la que asistieron miles de personas. De todos modos, de los crímenes más famosos acaecidos a lo largo del siglo XX en España haré una entrada en el futuro. El 6 de diciembre de 1902, Felipe Ruba asesinaba en Lodosa por la espalda para robarle a Nicasio Zamora, concretamente 3500 pesetas y un reloj. Fue condenado a muerte.
En el mes de agosto de 1905 se produjo un suceso violento, que tuvo gran repercusión en la prensa. Fue conocido como el crimen de Zuza, en el que resultó muerto Don Miguel Arbeloa y con diversas heridas su mujer y uno de sus hijos. El autor del crimen fue Nicolás Esparza, un individuo de Riezu, de vida errante y azarosa, que se presentó en la casa del señor Arbeloa con intención de robarle y que a la postre acabó con su vida. Entro en su casa, le intimidó con un revolver, tras lo cual hubo un intento de defensa de Arbeloa que saldó con su muerte por disparos de su atacante. Al huir se encontró con la mujer de Arbeloa, Casilda Larraya, a la que también disparó causándole varias heridas y más tarde a uno de sus hijos. Logró escapar y permaneció huido un mes hasta que fue detenido en Castejón. En junio de 1906 se celebró el juicio por este suceso y Nicolás Esparza fue condenado a cadena perpetua. Esparza había salido de su casa a los 10 años, entró en el ejército con 15, participó en la guerra de Cuba durante 3 años y fue procesado varias veces por diversos delitos. Fueron célebres, además, en aquellos años los crímenes de Andosilla (1903), Mendigorría y Cáseda (1904) o Unciti (1907).
En 1906, Germán Maximino Barandalla Esparza, apuñaló en la pierna al entonces alcalde de Echarri-Aranaz, Juan Garciandía, e intentó herir igualmente al sereno del pueblo Juan Ijurra Lacunza, provocando la muerte del primero en la calle tras un rápido desangramiento al seccionarle la femoral. Su causa fue revisada por el supremo en 1907, siendo condenado a muerte. El 18 de noviembre 1907 Bonifacio García Martínez asesinaba en Oteiza al matrimonio formado por Santiago Arandigoyen y Petra Igúzquiza a los que pretendía robar. Condenado a dos penas de muerte fue ejecutado el 12 de junio de 1909 en la prisión de Pamplona. Esta fue, además, la primera pena de muerte que se ejecutaba en la nueva Prisión Provincial de Pamplona, inaugurada el otoño anterior. En 1908 un desconocido asesinaba a Ricarda Oses en el valle de Lana. Tras el crimen estaba su marido Pablo Mendaza. Se le condenó a muerte en 1923.
En 1913 era indultado de la pena de muerte Rafael Cancio Expósito, de 22 años, recadero y natural de Pamplona, condenado a muerte un año antes por acuchillar, con resultado de muerte a Carmen Calvo. En 1913 Lorenzo Bun Expósito (conocido como Lorenzo Perurena Errocharena, dice la sentencia) mataba con un hacha a Juan Bautista Lacunza en el caserío Estebanea de Leiza para robarle 100 pesetas. La sentencia del Tribunal Supremo de 4 de marzo de 1914 ratificaba la pena de muerte impuesta por la Audiencia Provincial. En 1924 se produjo el asesinato de una joven de 15 años embarazada en manos del practicante de la localidad de Carcar quien fue absuelto por Alfonso XIII y que desapareció de la localidad. Se decía que la joven había muerto cuando el practicante intentaba practicarle un aborto. Fue conocido como el crimen de la Cueva de la Peña Caída y sobre este crimen la escritora Estela Chocarro ficcionó su novela «El próximo funeral será el tuyo».
Fotos: Nº 1: Vista general del puente recto del ferrocarril de la línea Castejón – Alsasua sobre el río Araquil en la vertiente sur del desfiladero de Osquía, en Atondo, tomada desde la carretera (actual NA-7010) hacia el oeste. Al fondo, el monte Gaztelu. Julio Altadill (1892-1918), Nº 2: Vista de la casa consistorial de la localidad de Viana tomada desde el sureste, situada en la plaza de los Fueros, 1. En la izquierda la calle Navarro Villoslada. José Martínez Berasain (1901-1930), Nº 3: Vista general de la calzada del puente sobre el río Arga en Funes, tomada desde su extremo oriental. Rafael Bozano Gallego (1975). Nº 4: Vista general de la carretera de acceso al núcleo urbano de Leiza por el sur (actual calle Elbarren), tomada hacia el norte. Julio Altadill (1892-1915). Nº 5: Monasterio de Leyre en el término municipal de Yesa. Diputación Foral y Provincial de Navarra (1962). Nº 6: Vista parcial del corredor de la Barranca, tomada desde el mirador del puerto de Lizarraga, en la carretera Estella – Beasáin (actual NA-120). Diputación Foral y Provincial de Navarra (1956). Todas las fotografías que aparecen en esta entrada pertenecen a la Sección Archivo Abierto del Gobierno de Navarra y se encuentran bajo la licencia CC BY-NC-ND 3.0 ES. Archivo Real y General de Navarra.
Voy a hablar, en esta ocasión, de un comercio singular que formó parte del paisaje urbano de Pamplona durante más de 70 años. De hecho su nombre transcendió el ámbito local y fue una de las marcas textiles del norte de España en la postguerra, y aun después, como lo serían las boinas de Elosegui de Tolosa. Quien que no tenga cierta edad no recuerda aquel rótulo publicitario luminoso sobre uno de los tejados de los edificios de la parte este de la plaza del Castillo. En otra entrada del blog, la de «los bares del viejo pamplona» se puede observar esa fotografía. La gabardina fue además, una prenda muy asociada en España y en el mundo a aquellas décadas de finales de los 40, 50 y parte de los 60. En cuantas películas de aquellos años vimos a sus protagonistas enfundados en sus largas gabardinas, desde la mítica Casablanca a tantas cintas del género negro. Dice, Juan Liceras, hijo del fundador, en una entrevista al Diario Vasco en el año 2006 que la primera fábrica de gabardinas «El Búfalo» se abrió el 1 de agosto de 1941 en la calle Misericordia de San Sebastián. Allí debieron tener durante algún tiempo alguna fábrica y alguna de sus primeras tiendas de la capital donostiarra aunque la más conocida fue siempre y hasta su cierre la de la calle Garibay, nº 6, donde ocupaban la planta baja, con tienda y taller que se prolongaba en la primera planta del edificio y en donde trabajaban mayoritariamente mujeres aunque, como se puede ver en las fotos también trabajaban algunos hombres.
Sin embargo tras una meticulosa investigación realizada por mi estos últimos días puedo situar el origen del negocio en una fecha muy anterior. Concretamente fue el 17 de julio de 1926 cuando se inauguró la primera fábrica y despacho en el nº 3 de la calle Peña y Goñí, posteriormente en 1930 se abrió una sucursal y exposición en el número 28 de la calle Avenida y más adelante en el nº 2 de la calle Oquendo donde se instaló la sede central. Se mantuvo esta primera factoría de Peña y Goñi hasta 1968, tras un breve cierre y una reapertura posterior que tuvo lugar el 10 de marzo de 1935. Demuestran este más temprano origen que el mencionado en el citado rotativo vasco otra valiosa documentación que he ido encontrando: un corto de animación comercial de 1934 dirigido por Josep Serra y Massana que decía «Llega el mal tiempo y unos ángeles mandan grandes cantidades de lluvia y viento, pero lo mejor para soportarlo son los impermeables El Búfalo»; una carta comercial de la fábrica a un proveedor de Molina de Aragón, fechada en abril de 1930, protestando por la deficiente calidad de las pieles remitidas en su último envío, una publicidad comercial de 1929 y un curioso sobre comercial datado en 1927 con la publicidad de la empresa. Adjunto fotos de estos dos últimos documentos.
Eran propietarios de «Impermeables el Búfalo», Simón Liceras, natural de Riaza (Segovia) y su socio el señor Gómez que pocos años después abriría «Impermeables El Gamo» en el cruce de las calles Bergara y la Avenida de la Libertadde la que también adjunto una fotografía. Tras la fábrica y tiendas de Donosti se abrieron sucursales en los años 30 en Bilbao (Gran Vía, 6 y posteriormente en Correo, 15) y en Pamplona (General Moriones, 6), tal y como aparece en la publicidad adjunta de la izquierda. Recordemos que esta calle cambió su denominación en 1937, pasando, a partir de ese año a llamarse calle Pozoblanco. Para 1941, fecha de otra de otra de las publicidades de esta entrada, la de la derecha, ya se había abierto la tienda de Vitoria (Postas, 25) y contaba, según esa misma información, con una fábrica de tejidos impermeabilizados en Cornella de Llobregat (Barcelona). En los años 50 se abrió otra tienda en la calle Vitoria (nº 5) de Burgos (de la que también adjunto una fotografía, al final de la entrada) y poco más tarde la de Irún (Paseo de Colón, 10-12). La fábrica de gabardinas e impermeables El Búfalo no surtía al exterior, fabricaba y vendía tan solo en sus propias tiendas. ¿Qué fabricaba y vendía El Bufalo?: gabardinas, trincheras, gabanes de cuero, capas, chaquetas para motoristas y ciclistas, canadienses, chaquetas de gamuza, impermeables de fantasía y de todo tipo y para todo tipo de oficios: militares, ferroviarios, carteros, cobradores de banco, serenos y guardias municipales, etc, todas ellas prendas impermeables. Suyos eran el patronaje, el corte, la confección, pero muchas prendas se realizaban fuera de las instalaciones de la fábrica. Las telas se transportaban en grandes cestas, repartiéndose luego, en furgonetas. Tenían, por aquel entonces, un montón de talleres subcontratados, porque estaban en plena expansión y no daban abasto.
Tras la muerte de Simón Liceras el negocio pasó a manos de su viuda y posteriormente de su hijo Juan. Con el paso de los años y los cambios en las modas, usos y costumbres, las prendas largas y contra la lluvia (gabardinas, gabanes, etc) fueron desapareciendo, y hubo que especializarse en ropa contra el frio. Se fueron cerrando progresivamente sus diferentes tiendas hasta el año 2007 año en que se jubiló Juan Liceras y se se cerraron las dos últimas tiendas existentes, la de Pamplona en la calle Pozoblanco (de la cual ofrezco dos instantáneas, una del exterior y otra del interior de la tienda, junto a este párrafo) y la de San Sebastián de la calle Garibay. Así se cerraba un negocio que seguramente perdura en la memoria de muchos y que había durado nada menos que 81 años.
Fotos, por orden de aparición: Foto nº1: fábrica y tienda de «El Búfalo» en la calle Garibay de San Sebastián (1947). CC BY-NC 4.0 2015 / KUTXATEKA. Fondo Marin, Paco Marí. Foto nº 2: fábrica y tienda de «El Búfalo» en la calle Garibay de San Sebastián (1949) CC BY-NC 4.0 2015 / KUTXATEKA. Colección Fotocar, Vicente Martín. Foto nº 3: carta publicitaria de «Impermeables El Búfalo» datada el 23 de abril de 1927, Foto nº 4: publicidad comercial de la fábrica de impermeables y trincheras «El Búfalo» (1929) , Foto nº 5: publicidad comercial de la Casa de Impermeables «El Búfalo». (Años 30), Foto nº 6: publicidad comercial de «El Búfalo» con ocasión de la feria de Muestras de Zaragoza (Mayo de 1941), Fotos nº 7 y 8: exterior e interior de la tienda de «El Búfalo» en el nº 6 de la calle Pozoblanco. (2005). Javier Muru. Archivo Asociación Casco Antiguo de Pamplona, Foto nº 9: fábrica y tienda de «El Búfalo» en la calle Garibay de San Sebastián (1946). CC BY-NC 4.0 2015 / KUTXATEKA. Fondo Marin, Paco Marí. Foto nº 10: tienda de «El Búfalo» en la calle Vitoria de Burgos (años 50). Foursquare . Burgos en el recuerdo, Foto nº 11: fábrica y tienda de impermeables «El Gamo» en San Sebastián, (1944). CC BY-NC 4.0 2015 / KUTXATEKA. Fondo Marin, Paco Marí. Foto nº 12. Grupo de empleadas en el interior de la tienda de El Búfalo (1950). CC BY-NC 4.0 2015 / KUTXATEKA. Fondo Marin, Paco Marí. Foto nº 13: interior de la fábrica de «El Búfalo» en la calle Garibay de San Sebastián (1950). CC BY-NC 4.0 2015 / KUTXATEKA. Fondo Marin, Paco Marí. , Foto nº 14: empleados en el interior del taller o fábrica de impermeables El Búfalo (1947). CC BY-NC 4.0 2015 / KUTXATEKA. Fondo Marin, Paco Marí.
Hace un par de meses cerraba por jubilación otro comercio centenario, fundado hace 120 años. Se trata de la tienda Elizburu, la mayor parte de su historia en el número 7 de la Calle Chapitela. Inicialmente la tienda taller no estaba en la calle Chapitela sino a la vuelta, en el nº 10 de la calle Mercaderes, donde posteriormente estuvo la heladería de Gonzalo Sola y hasta hace muy poco tiempo la bisutería de Ana García. En cualquier caso, la fecha que se marca como de inicio del negocio es la de 1900 y ya para 1905 podíamos encontrar a José María Elizburu en su actual ubicación, con el oficio de grabador de rótulos. En los años 20 incorporaba a su trabajo de grabador la venta de otro tipo de artículos, recogidos bajo el nombre de objetos artísticos. El caso es que, casi siempre, han tenido la misma ocupación: elaboración de sellos de caucho y rótulos, grabación de todo tipo de placas, artículos de escritura (plumas estilográficas, etc) y más tardíamente artículos de fumador.
En los registros catastrales aparece, no obstante, en 1888 un tal Fermín Elizburu, éste parece ser que era un hermano de José María Elizburu, fundador de la tienda de Chapitela y abuelo de los actuales regidores, que tuvo, durante un breve período de tiempo, un taller de grabación de metales en el nº 18 de la calle Mayor. Fermín, junto con su hermano José María, parece que, en aquellos años de finales del siglo XIX, emigraron a América, volviendo, al poco tiempo, José María, mientras se quedaba en las Américas su hermano Fermín. Tres generaciones consecutivas de la misma familia han regido los destinos de este centenario establecimiento: al fundador, José María Elizburu, le seguirían, posteriormente sus hijos José María y Román Elizburu Mendióroz. Román tomaría otro camino comercial fuera del negocio familiar. José María Elizburu, hijo, se incorporaría a la tienda en torno a los primeros años 40, a quien vemos a la entrada de su tienda en la década de los años 50. A este le seguirían sus hijos José María y Fernando que se incorporaron a la tienda entre finales de los 60 y primeros 70 y que han continuado hasta nuestros días, más de medio siglo continuado de dedicación a este oficio que inicialmente tenía mucho de artesanal y que nunca ha perdido ese sabor de los negocios ubicados en el Casco Antiguo. Una vez más la falta de relevo generacional trunca el devenir de otro negocio centenario del Casco Antiguo.
Fotos: Nº 1: Foto postal de la tienda cedida por la familia Elizburu (sin datar). Nº 2: tienda y taller de grabación de Elizburu. Fondo Galle. José Galle, 1952. Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-Sin ObraDerivada 3.0 España.
En esta entrada hablaré sobre Casa Casla, otro establecimiento icónico y emblemático donde los haya en Pamplona. ¿Quien no se acuerda de los famosos chorizos de cartón que colgaron de sus balcones durante décadas?. En 1905 José Casla inaugura su conocido ultramarinos que permanecería abierto hasta el año 2002. José Casla, originario del pueblo La Nava de Castilnovo (Segovia) era hermano de Gregorio Casla que regentaría, igualmente, diversos establecimientos del mismo ramo en Donostia, el más famoso, la llamada Charcutería Francesa. Fue en los años 40 cuando a José Casla se le ocurrió adornar la fachada de su establecimiento y del primer piso con decenas de chorizos de El Pamplonica. Al parecer Casla era amigo de los Villanueva que por aquel entonces tenían la fábrica de chorizos en la calle Mayor y uno de cuyos hermanos fundó «Chorizos El Pamplonica». Fue una magnífica acción publicitaria que como se ve tuvo mucha más trascendencia de la que preveía su promotor. Los chorizos nunca fueron de verdad, primero fueron de madera y posteriormente de cartón, aunque más de un incauto se creyese lo contrario. En la segunda y tercera década del siglo XX aparecen numerosos anuncios del establecimiento en la prensa local: “José Casla, comestibles, vinos y licores”. O “José Casla. Primera casa en productos alimenticios. Licores y vinos de postre. Cafés bien tostados todos los días. Chocolate Martín el mejor del mundo, reconocido por las personas de buen gusto. Servicio rápido a domicilio”. Se anunciaban como la primera tienda de Pamplona de ultramarinos finos, tal y como aparece en el rótulo de la fachada.
A José Casla le sucedió en el negocio su hija Marichu que se casó con Alejandro Zabalza, con el que tuvo nada menos que 10 hijos. Todos nacieron en el edificio. En los últimas décadas de su historia una de las caras más visibles de la tienda, además de la de su madre Marichu y de alguna de sus hermanas era la de Alejandro Zabalza Casla, «Guchin», el 5º de los hermanos, coincidiendo, así, la segunda y tercera generación del negocio. Aprovechando la rehabilitación del edificio en el año 2002, la familia decidió cerrar el comercio y Alejandro entró a trabajar en una empresa de jardinería local que se encargaba entonces del mantenimiento de los jardines de la ciudad, y lo hizo hasta que se lo permitió la enfermedad, falleciendo en el 26 de agosto de 2012, a los 57 años de edad, apenas una semana después que su madre Maritxu. Alejandro Zabalza Casla fue un personaje muy popular en la ciudad: sanferminero de pro, dantzari de Ortzadar y del grupo municipal de danzas, además de txistulari, atabalero, miembro de la Corte de San Fermín, de la Cofradía de la Dolorosa y la Hermandad de la Pasión del Señor, y buen amante de la montaña, la bicicleta y la pelota. Casa Casla, es otro de los emblemáticos establecimientos que perduran en nuestro recuerdo.
Me remitió esta foto para la sección «Participa en el blog», Miguel Angel Dominguez hace un par de años, y junto a ella daba las siguientes notas sobre la citada fotografía personal: «Entre los años 50 al 58 según creo, las monjas del convento que está en la plaza de los ajos, (el convento de las Agustinas Recoletas), tuvieron abierta una guardería. Estos son los niños que íbamos a ella en el año 1956 o 57, no sé exactamente en qué año está realizada la foto, pero calculo que sería de esa época. La fotografía de la clase que está plasmada en el apartado «Recuerdos» (Nota del autor el blog: imagino que se refiere a la entrada del blog que tiene por título «Escuelas, cantinas y colonias») es parecida a la que íbamos nosotros, también teníamos un comedor muy parecido al que está fotografiado en dicha entrada donde nos daban la comida. Salíamos al recreo a la plaza de los ajos, excepto cuando nevaba mucho que entonces nos bajaban a la carbonera a jugar. También a la entrada de la guardería había un mostrador donde vendían caramelos. La foto está tomada en los jardines de la Taconera».
En realidad, la historia sobre esa presunta guardería es mucho más compleja. La citada guardería era el Asilo Cuna del Niño Jesús. El nombre de Asilo del Niño Jesús puede confundir a más de uno pues, en realidad, no era un asilo donde hubiese niños abandonados sino que era más una guardería o escuela de párvulos que otra cosa. El origen de esta institución tiene que ver en las necesidades de las primeras mujeres trabajadoras de la ciudad que tenían la necesidad de dejar durante algún tiempo del día sus hijos bajo la vigilancia y protección de cuidadoras. El elevado número de lavanderas existente a finales del siglo XIX en Pamplona fue uno de los motivos para que se crease el Asilo-Cuna del Niño Jesús. El «Asilo del Niño Jesús», fue inaugurado el 16 de julio de 1886. Dependía de la caridad privada aunque contaba con ayuda municipal que había cedido un local en la Rochapea. En 1909 en la Junta de Administración del Asilo figuraban el Obispo, el Alcalde, los Párrocos de San Lorenzo, San Saturnino y San Nicolás, dos vecinos por cada parroquia además de los seis componentes de la primera Junta de la institución. Dada la enorme demanda se empezó a buscar un local más grande. Los Marqueses de Cubas cedieron una casa en la Plaza de las Recoletas a donde se trasladó el Asilo el 19 de julio de 1889. Este edificio fue vendido en 1905 por los citados Marqueses a don Eustaquio Olaso quien lo cedió en 1908 al Obispado. Inicialmente el centro estuvo regido por las Siervas de María y, posteriormente, por las Hijas de San Vicente de Paúl. En 1903 había 320 niños a cargo de cuatro o cinco Siervas de María. En 1940 se alimentaba a 150 niños «y recibían educación gratuita unos 500». Poco a poco se fue convirtiendo en una escuela de párvulos. Así pues, este Asilo Cuna constituye, como he dicho un precedente histórico de las actuales guarderías o escuelas infantiles.
Fotos: Nº 1: foto cedida por Miguel Angel Domínguez Arbeloa (1957). Nº 2: Asilo del Niño Jesús. José Luis Zuñiga. Enero 1977. AMP.