Entidades culturales del Viejo Pamplona: Orígenes del actual Ateneo Navarro (1985-1990)

Si en una entrada anterior pudimos conocer la historia del primer Ateneo Navarro, en esta entrada conoceremos la historia, el origen del actual Ateneo Navarro, que, contrariamente a lo que algunos han dicho por ahí, nada tuvo que ver con el anterior. Y en esta ocasión la reconstrucción histórica no es fruto de la investigación sino de mis recuerdos personales  pues  viví, en primera persona, los primeros años de esta naciente institución, a la que  estuve vinculado de una u otra forma, entre los años 1986 y 1990. En los años de la transición hubo varios intentos fracasados para poner en marcha un Ateneo, la mayoría vinculados al grupo de poetas y escritores de la publicación Rio Arga, fundada en 1976, con el apoyo de la Caja Municipal presidida por Miguel Javier Urmeneta. Creo recordar que en 1979 se produjo otro intento, creo que alguna de las reuniones se   celebraron en el antiguo Bar Viana de la calle Jarauta, establecimiento ya desaparecido, pero entonces frecuentado por gentes del arte y la cultura, aunque dichos intentos no fructificaron. No parecían años muy propicios para el entendimiento entre diferentes. La transición en Navarra había sido ciertamente convulsa y, los grupos políticos y la gente de la  cultura parecía dividida, cuando no enfrentada, como lo estaba buena parte de la sociedad navarra.



Fue una persona ajena a este mundo de la cultura, lo que podría llamarse un «outsider» de este mundo, el que empezó a dar los primeros pasos en el lento y difícil alumbramiento de este segundo Ateneo, se llamaba Ernesto Vera y en aquel tiempo era visitador médico de la farmaceutica Bayer. Vera se puso en contacto con Victor Manuel Arbeloa, que había participado en los anteriores intentos de Ateneo durante la transición, y junto con Jesús Mauleón empezaron a barajar nombres, personas de diferentes procedencias ideológicas, de diferentes ámbitos de la cultura, grandes personalidades, sin ningún género de dudas, en sus ámbitos de trabajo, a los que sondear e ilusionar en este ingenuo y apasionante reto de poner en marcha este nuevo Ateneo. Estas tres personas lograron, con sus contactos, implicar a ocho personas más para constituir el Grupo Promotor, aunque, en honor a la verdad, recuerdo que fue determinante  la labor tenaz y constante, en esta primera etapa, del citado Ernesto Vera, que tuvo un papel fundamental, con multitud de visitas personales,  a la hora de posibilitar aceptaciones y compromisos entre los integrantes de aquel grupo. El Grupo Promotor estuvo formado, (y los cito por orden alfabético), por Pablo Antoñana, Victor Manuel Arbeloa, José Antonio Eslava, María Concepción García Gainza, Jesús Mauleón (que actuaba de secretario), Alberto Munarriz, Jose Pérez Salazar, Aurelio Sagaseta, José María Satrústegui, Miguel Javier Urmeneta y Ernesto Vera. En la foto que encabeza la entrada vemos a parte de los componentes del grupo promotor, de izquierda a derecha: Antoñana, García Gainza, Satrústegui, Eslava, Vera, Mauleón, Pérez Salazar y Arbeloa.


Como sucedió en el Ateneo del 32 era evidente que, si esta nueva iniciativa quería tener éxito,  debía integrar, incluso desde el momento de la constitución de este grupo promotor,  todas las visiones y sensibilidades que había entonces en Navarra. En dicho grupo había desde un superviviente de aquella última junta del ateneo anterior de 1936, falangista en sus años jóvenes, José María Peréz Salazar, personas vinculadas a la lengua y la cultura vascas como Satrústegui y Urmeneta o el empresario nacionalista Alberto Munárriz, la catedrática de Arte de la Universidad de Navarra, García Gainza, el socialista Victor Manuel Arbeloa y otros sin adscripción política o ideológica clara. En aquel grupo había nada menos que cuatro sacerdotes o exsacerdotes: Arbeloa, Mauleón, Satrústegui y Sagaseta. Parecía, a priori,  imposible poner de acuerdo y en pro de un objetivo común a un grupo tan dispar, tan variopinto cultural e ideológicamente pero la enorme generosidad de este grupo de personas permitió el feliz alumbramiento de esta iniciativa cultural. Este grupo promotor preparó unos estatutos, basándose fundamentalmente en los de La Rioja y San Sebastián y propuso, con ese mismo criterio diverso pero integrador, una lista de 50 personalidades más de las diferentes ramas de la cultura, (procedentes de los más diversos ámbitos ideológicos), que serían los llamados socios fundadores.


Sería prolijo detallar todos y cada uno de los 61 nombres que constituían aquella lista pero por citar algunos citaré, entre los que recuerdo, a Pascual Aldave, Montxo Armendariz, Mariano Carlón, Juan Ramón Corpas, Xavier Eder, Andres Iñigo, Jimeno Jurio, Tomas Yerro, Francisco Indurain, Miguel Urabayen, Mariano Sinués, Miguel Sánchez Ostiz, Ricardo Ollaquindia, José Luis Molins, los arquitectos Manuel Iñiguez y Alberto Ustarroz, Francisco Miranda, Joaquín Labiano, Juan Cruz Labeaga, Jesús Honorato, Pio Guerendiain, Maria Gembero, Luis Cortés, Andrés Gallego,  Fermin Echauri, Javier Fortun, Alfredo Floristan, Agustín Gonzalez y otros 22 nombres más. A diferencia del Ateneo de 1932 que tenía, por el perfil de su miembros, un carácter más político, Arbeloa era el único político en activo de este ateneo.

El 25 de marzo de 1985 se aprobaron los primeros estatutos, con la presencia, en aquella reunión fundacional del Maisonnave, de los socios promotores y 45 de los 61  socios fundadores. Se aprobaron tanto el nombre de la entidad que debía ser bilingüe  como los estatutos también redactados en euskera (17 de los asistentes votaron, no obstante, en contra de estos acuerdos). El logo fue obra de Jose Antonio Eslava. Unos días antes se había convencido al doctor Mariano Carlon, toda una personalidad en la ciudad, expresidente de buena parte de las principales institucionales culturales de Pamplona, para presidir la primera junta del Ateneo. Su perfil enlazaba con la de su predecesor en el Ateneo del 32, el doctor Victoriano Juaristi, pues era, como aquel, un reputado médico,  humanista por  su formación y carácter, capaz  de aunar voluntades y opiniones diversas y de dirigir con prudencia, ecuanimidad y sentido común una institución que nacía en un entorno y época especialmente complicados y que, este año, cumple su 30º aniversario. La primera Junta del Ateneo la constituían, además de los miembros del grupo promotor, (salvo Urmeneta), Juan Ramón Corpas, Javier Fortun, Jesús Honorato y Miguel Urabayen, hijo de Don Leoncio Urabayen.

El primer acto cultural, el acto de inauguración oficial,  creo recordar que se celebró el 22 de enero de 1986 en el Hotel Tres Reyes con una conferencia de la escritora Carmen Conde que versaba sobre Teresa de Jesús y Gabriel Miro y un recital de piano a cargo de Antonio Baciero (acto que vemos reflejado en la fotografía del párrafo anterior). En Febrero de 1986 se inauguró en la Ciudadela una exposición de Ignacio Zuloaga, a la que siguió un ciclo de conferencias sobre «Las otras medicinas», un ciclo de conferencias sobre «España en Europa» con la participación de José María de Areilza y Enrique Barón y otras actividades como conciertos, conferencias, ciclos de cine, etc. Fue igualmente destacable la presencia de Antonio Gala en octubre de 1986, que vemos en la fotografía de este párrafo, y de Adolfo Marsillach y Raúl Guerra Garrido en octubre y noviembre de 1987. Todas aquellas primeras actividades fueron del máximo nivel, dado el nivel de los responsables de las áreas y  su capacidad de traer conferenciantes o artistas de postín. Hubo también certámenes de cuentos y de ensayo promovidos por el Ateneo.

Este Ateneo tuvo su sede, al menos hasta el inicio de la década de los años 90, en el nº 50 de la calle Zapatería, donde antes estuviesen el diario falangista «Arriba España» y anteriormente el rotativo nacionalista «La Voz de Navarra». Las oficinas estuvieron durante tres o cuatro años en una fría, húmeda y destartalada dependencia, en la primera planta del citado edificio. El edificio, en un estado muy deteriorado, se le cedió durante aquel tiempo, en precario, por parte de sus propietarios, la familia San Julian, al Ateneo, en la esperanza de que con el apoyo institucional se  pudiese reformar el edificio para que sirviese como  sede a la naciente institución. Hubo, en aquel entoncesm un proyecto de reforma realizado por los arquitectos Iñiguez y Ustarroz. De hecho recuerdo que en los años 88 y 89 se lograron sendos acuerdos parlamentarios en los que se habilitaron sendas partidas de 20 y 65 millones de pesetas para la compra y rehabilitación de Zapatería, 50 como sede  del Ateneo que finalmente quedaron en nada. Fue bastante polémica, en aquel entonces, la intervención del parlamentario del PSN, Carlos Cristobal que, en su intervención, calificaba de elitista el Ateneo, nada más lejos, desde luego del objetivo de algunos de los que impulsaron y vivimos aquellos orígenes del Ateneo. Al Ateneo se le veía como un serio competidor, que quería mantener su independencia a toda costa, por parte de un gobierno  foral que no estaba dispuesto a consolidar una entidad cultural autónoma pues tenía, en aquel entonces,  una visión bastante dirigista  de la cultura.

En 1987 e impulsado por uno de sus principales promotores, Ernesto Vera se puso en marcha un programa ambicioso que pretendía bajo el nombre de «Paz, Cultura, Libertad» ofrecer el Ateneo como un espacio libre y de encuentro para el conocimiento y dialogo con otros países. Y así a finales de 1987, recién inaugurada la perestroika se trajo a Pamplona una exposición, una semana de cine, grupos artísticos, y conferenciantes de la extinta Unión Soviética que acercaron la realidad de este desconocido y gigantesco país a nuestra comunidad. Además comenzaron los primeros viajes del Ateneo, recuerdo uno en septiembre de 1988, a la URSS, a la que asistimos más de 30 ateneistas, muchos arquitectos locales, algún historiador y algunos periodistas. Además de las actividades estrictamente culturales, este programa internacional servía de encuentro del país visitante con los representantes institucionales, universitarios y empresariales de nuestra comunidad. Y es que era el país con sus máximos representantes diplomáticos el que acudía a la ciudad. Tras la Unión Soviética,  pasaron por Pamplona, Bielorrusia  en 1988 (en la foto vemos al grupo bielorruso Joroshki en plena actuación en el Gayarre), e Israel y China en abril y mayo de 1989 (adjunto portada del programa de mano de aquellas jornadas). En este último caso coincidió la presencia del embajador chino Yuan Tao con los desgraciados sucesos de Tiannamen. Las interferencias políticas desde dentro del propio Ateneo, provocaron la suspensión de aquel programa.

En abril de 1988 se nombró una segunda junta directiva, presidida igualmente por Don Mariano Carlón de la que formé parte y en la que permanecieron de la junta anterior Perez Salazar, Vera, Saraseta y Honorato. A esta segunda Junta se incorporaron Angel Garcia Larraz (sustituido luego por Carmen Itarte), Xabier Zubiri, Carlos Albillo, Emilio Echavarren, Mariano Sinues (sustituido por luego Salvador Martín Cruz), Araceli Martínez Peñuela (sustituida más tarde por Juan Jose Martinena), Pedro Lozano Bartolozzi, Javier Arlaban y Patxi Muguerza. El Ateneo contaba, entonces, con 848 socios que pagaban 2.000 pesetas de cuota de entrada y una cuota semestral de 1.800. El local seguía siendo una asignatura pendiente. En 1990, recuerdo, se exploró la posibilidad de que el Chalet de Uranga en Burlada pudiera albergar al Ateneo pero al final tampoco cuajó esta posibilidad. Ante la falta de local las actividades se desarrollaban en salones de hoteles (Maisonnave, Iruña Park), el Nuevo Casino, el Teatro Gayarre, algunos centros educativos como el Colegio Mayor Larraona, las salas de Cultura de las Cajas, la Casa de la Juventud. Las exposiciones se realizaban, algunas, en la Ciudadela, los ciclos de películas en algunas salas de cine de la ciudad, etc. La actividad era creciente. Ante las dificultades para tener una sede estable, el Ateneo optó por aceptar, a finales de 1992, la cesión de un piso, propiedad del Ayuntamiento, en la avenida de Barañain, donde sigue manteniendo actualmente su sede social. El Ateneo renunciaba a ser una institución con mucha más fuerza, influencia social y una presencia física en el centro histórico y se convertía en una entidad itinerante, cuya labor no minusvaloro en absoluto pero que se me antoja diferente, con un alcance mucho más limitado y seguramente menos ambicioso, al que sus fundadores se marcaron en un principio.Nota sobre las fotos de las diferentes personalidades: En esta entrada sobre el Ateneo de 1985 podemos descubrir por orden de aparición, de arriba abajo y de izquierda a derecha a Mariano Carlon, presidente del Ateneo Navarro entre 1985 y 1991 y a una parte de los miembros del grupo promotor, Jose María Satrústegui, Pablo Antoñana, Jesús Mauleón, José Antonio Eslava, Concepción García Gainza y Aurelio Sagaseta.

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