Aquellas boticas de antaño (1863-1963)

La palabra farmacia se deriva del griego «pharmakon» (remedio). La palabra botica viene del griego «apotheka» que significa bodega, almacén, tienda (tienda donde se expenden y comercializan  productos medicinales y también el lugar donde se producen remedios o medicamentos). Curiosamente, del mismo término, se derivan las palabras «boutique» y «botiquín». Desde los orígenes de la humanidad siempre ha existido el natural deseo de curar las enfermedades y de evitar o retrasar la llegada de la muerte. Antes de la aparición de los actuales medicamentos, fruto de avanzados procesos industriales, se utilizaban los remedios que la naturaleza ofrecía; en los tiempos más primitivos combinados con ritos religiosos y mágicos. Posteriormente, en las civilizaciones antiguas, como la egipcia, se utilizaban con todo tipo de aplicaciones  y sistemas de administración (oral, colirio, rectal, etc). Galeno, un griego que vivió en la época romana hablaba de la importancia de la posología (cantidad), de la forma de administración y de la duración del tratamiento pues ningún fármaco o remedio, ya sea natural o sintético, es inocuo.

En el siglo XV, con la imprenta,  se editaron los primeros libros impresos, con todas las fórmulas curativas conocidas hasta entonces.  En el siglo XVII y XVIII se estudió  de forma especial y minuciosa la botánica, base de la farmacopea. En el siglo XIX se avanzó en el conocimiento de la química y se profundizó en el conocimiento de los principios activos de las plantas. Con el siglo XX se comenzaron a producir fármacos de origen sintético en un proceso de fabricación industrial. Y cuento todo esto para explicar cuan  diferente era el papel de los farmacéuticos a mediados o finales del siglo XIX y en la actualidad. Antaño casi todos elaboraban sus fórmulas magistrales y sus preparados en las farmacias, hoy la mayoría son, en este ámbito, únicamente dispensadores de medicamentos en la cadena de distribución farmacéutica, además, por supuesto de tocar otros muchos campos: dermoestética, higiene personal, etc. Eso, si, antes como ahora, sus valiosos consejos y el conocimiento de los productos que venden se me antoja fundamental para todos nosotros, potenciales clientes que somos  de las farmacias en muchos momentos de nuestra existencia diaria. Y es que quien, en un momento dado, no ha pedido consejo a su farmacéutico, por ejemplo, con algún catarro o una afección menor.

A lo largo de esta entrada podemos encontrar una amplísima selección de fotografías, donde vemos desde  algunos productos fabricados por nuestros antiguos boticarios, pasando por una vasta selección de antiguos medicamentos, casi todos pertenecientes  al período 1913-1953,  aunque también hay algunos de años anteriores, y que proceden, la mayoría, del banco de imagenes de la Real Academia Nacional de Medicina de España. Si analizamos detenidamente uno por uno los componentes de buena parte de muchos de esos antiguos medicamentos de la primera mitad del siglo XX,  nos llaman la atención dos aspectos:  que muchos de sus componentes eran extractos de plantas y que había un gran número de laboratorios locales o provinciales, frente a la casi exclusiva existencia actual de compuestos sintéticos y al monopolio de las grandes corporaciones farmacéuticas nacionales e internacionales. Hoy parece que desde la medicina oficial  se mira con desconfianza todo lo que aparece bajo la denominación de medicina natural. Sin embargo la historia farmacéutica nos enseña como no hace tanto tiempo,  la farmacopea  se basaba, en buena medida, en las plantas y la galénica era una disciplina  estudiada en la carrera farmacéutica y cultivada  por muchos de nuestros sabios y habilidosos boticarios. Ah, pero los tiempos cambian. De ello dan fé también las páginas de revistas y periódicos y los anuncios sobre aquellos antiguos remedios y medicamentos, algunos de los cuales vemos aquí, tan diferentes de los actuales.

En el año 1863, había en la ciudad de Pamplona media docena de boticas, algunas de ellas también eran droguerías. Entre esas primer boticas podíamos encontrar la de Javier Blasco, en el nº 22 de la calle Zapatería; la de Teodoro Inda en Estafeta, 18; la de Fernando Borra Tarazona, en Nueva, 2 (actual farmacia Maeztu); la de Manuel Esparza en Zapatería, 35; la señora Viuda de Jadraque en Bolserías, 18, (luego San Saturnino), donde hoy está la farmacia Sánchez Ostiz y  la de la señora Viuda de Landa en Chapitela, 15. La que sería posteriormente farmacia  Sánchez Azcona pasa no obstante por ser la más antigua de la ciudad, pues un rótulo en su interior indica que fue el año 1845 la fecha de su fundación. Además de farmacias  también eran droguerías las citadas de Viuda de Landa  y la de Manuel Esparza.

Era muy común, a principios del siglo XX,  ver juntas, en muchos establecimientos,  las actividades de Farmacia y Droguería.  Aquellas boticas de entonces eran una especie de colmados donde se vendía de todo y donde convivían, la parte vinculada a la elaboración artesanal  de fórmulas magistrales que curaban todo tipo de dolores y afecciones y la parte de droguería, que como su mismo nombre indica, aludía a la expedición o venta de drogas y de determinadas sustancias y productos químicos. Con el tiempo las boticas se especializaron en los preparados medicinales, mientras que las droguerías se especializaron en vender productos químicos, pinturas, cosmética y posteriormente productos de limpieza y perfumería.

En 1879 a Javier Blasco le había sustituido su hijo Agustín y continuaban Fernando Borra, -que ese año solicitaba al Ayuntamiento permiso para erigir la fachada actual- y Manuel Esparza, además de Ramón Aramburu, Juan Mª Cordoba, Rodrigo Erice, Manuel Lizarraga y Urrutia, (de los que intentaré descubrir donde tuvieron  sus despachos de farmacia; puede que en Chapitela y/o Estafeta). En Bolserías, 7 estaba Matías Colmenares, luego Valencia y Colmenares (hoy ahí está el establecimiento «10.000 pasos»); Manuel Mercader había abierto una farmacia en Mercaderes, 18, en 1873, antes de abrir la de la calle Curia (actual Farmacia Garate),  y en 1880 a las citadas se sumaba la de Negrillos en el nº 59 de la calle Mayor. En 1883, donde estaba la Viuda de Jadraque, en las escalerillas de San Saturnino,  estaba Nicasio Iribarren  y en 1888 se instalaron  Miguel Martínez de la Peña, en el nº 10 de Chapitela y Felipe Irurita,  en el nº 28 de la calle San Nicolás.

En 1894,  Abundio Irisarri abría una botica en Chapitela, 22 (actual Farmacia Gabas), al que seguiría, por largos años, desde 1913,  Manuel González Boza (esta farmacia ha estado, durante muchas décadas, vinculada a la misma familia); Joaquín Aguinaga, en 1888, abría su farmacia en el nº 25 de la calle Zapatería (también y salvo algún período de regencia, siempre, desde su fundación, ha estado en manos de la familia Aguinaga, desde el bisabuelo Joaquín al bisnieto Roberto pasando por Justo y Joaquín aunque inicialmente apareciera como Sucesores de Esparza); continuaban Nicasio Iribarren, Felipe Irurita,  Miguel Martínez de la Peña, Manuel Mercader, Manuel Negrillos y Javier Valencia. A Borra le había sustituido, a partir de 1888, Valentín Marquina que conduciría la farmacia hasta 1920. Eran también droguerías la de Agustín Blasco que, luego a partir de 1900, será Viuda de Blasco, Negrillos, Marquina  y Valencia y Colmenares, luego sólo Valencia. Como en otros muchos establecimientos comerciales del casco viejo, era muy común que el propio farmacéutico o boticario viviese encima de la tienda, generalmente en el primer piso, teniendo acceso directo a ella. Estos  fueron los casos de  Aguinaga, Mercader, Sánchez Azcona, que yo sepa, al menos. Cuatro han sido fundamentalmente los locales de farmacias que han mantenido su apariencia original: la antigua farmacia Borra (actual Maeztu), la antigua farmacia Blasco (actual pastelería Tentacelia), la farmacia Aguinaga, y la farmacia Sánchez Azcona (actual «10.000 pasos» que  fue farmacia hasta finales de los años 90 (1997)).

En el siglo XIX se había comenzado a regular la profesión, concretamente, en el año 1898 se obligó a la colegiación para la práctica de la medicina y la farmacia. Sin embargo, en 1904  la Instrucción General de Sanidad estableció que la colegiación fuera voluntaria y no fue hasta 1917 cuando se volvió a establecer la obligatoriedad de colegiarse. Anteriormente en Navarra había funcionado el Real Colegio de Medicina, Cirugía y Farmacia, creado por las Cortes de Navarra en 1828, que dejó de funcionar en 1840.  En 1845 se creaban las primeras facultades de Farmacia en España. El Colegio Oficial de Farmacéuticos de Navarra se fundó el 8 de agosto de 1899, constituyéndose la primera junta directiva compuesta por Jacinto Baranguan Castejón en la presidencia, Nicasio Iribarren como tesorero, Fernando Palacios como secretario-contador y Luis Ferrandiz y Eduardo Labeaga como vocales. En esos primeros años y hasta 1926 aparecía vinculado al Colegio de Médicos, y tenía su sede en el 3º piso del nº 22 de la calle Chapitela. En 1971 el Colegio se trasladó a la calle Navas de Tolosa.

El primer colegiado fue D. Celedonio Oficialdegui, de Villava. Perteneció a la Junta de la Asociación en 1915, junto a Ángel Mocoroa y Joaquín Lambea, de Mañeru;  y la primera mujer colegiada  fue Dª Marina Cuevas, concretamente en los años 20. Hasta el siglo XIX no había título oficial de farmacéutico, el boticario, como en otros gremios,  adquiría sus conocimientos, como aprendiz, al lado de un profesional que llevase muchos años en el oficio. En 1915, el colegio de farmacéuticos estaba presidido por Manuel Negrillos, en la tesorería, Antonio Corti y en la secretaría González Boza. En 1921, el Colegio lo presidía Gonzalez Boza con Antonio Corti y Joaquín Arteaga como tesorero y secretario y un año más tarde Miguel Lino Ezcurra,   con Joaquín Blasco y Sebastián Iribarren en los principales puestos de la Junta, mientras que en 1924 la presidencia la ostentó Justo Aguinaga y en 1925 Gonzalez Boza.

A principios de siglo, en 1900, se instalaba Marcos Sola en el nº 4 de la plaza de la Constitución, y en 1901, Vicente Udobro en Chapitela, 15 y Froilán Landa en Zapatería, 22. A Nicasio Iribarren le sustituía en la farmacia de las escalerillas de San Saturnino, durante un corto período de tiempo, Elías Martínez para, posteriormente, volver a recuperar la titularidad. En el nº 32 del  paseo de Valencia se instalaba Santiago Arteaga, donde creo que, en la segunda mitad del siglo XX,  se instaló la Farmacia Cabiró y en el nº 42 de la plaza de la Constitución, desde 1902, Alberto Garbalena y más tarde Julio Villanueva. En 1903 Irurita intercambiaba su licencia de farmacia con José Martialay que desde ese año pasará  a ocupar su lugar en la farmacia de la calle San Nicolás.  Este dirigirá la farmacia hasta 1915 en que se hace cargo Gabriel Castiella y que regirá el negocio hasta mediados del siglo. A mediados de 1906 se inauguraba la farmacia modernista de los hermanos Ondarra en el nº 21 de Mercaderes, (más conocida como Farmacia Blasco), y en el nº 9 de Navas de Tolosa se  instalaba la farmacia de Félix García Larrache. En 1911 a Landa le sustituía Bautista Altolaguirre a quien en 1915 le encontramos en el nº 2 de la calle Santo Domingo.

Se cuenta  que, a principios del siglo XX, siendo propietario de la antigua farmacia Borra, Valentín Marquina, que debía ser por aquel entonces concejal del Ayuntamiento, y dado que el sistema de calefacción de la casa consistorial no siempre funcionaba bien, se llegaron a reunir los concejales, en  alguno de los días más fríos del año, en  la trastienda de la farmacia. En noviembre de 1920 Valentín Marquina comunicaba al Ayuntamiento el traspaso de su farmacia a los hermanos Ezcurra. Estos estuvieron al frente de la farmacia desde 1926 a 1931. Entre 1931 y 1956 estuvo regentada por Pío Ezcurra. La farmacia del nº 1 de la calle Nueva, tiene una imponente fachada exterior de color verde, con una figura religiosa, de la Virgen del Camino, en una vitrina situada  en la esquina de la fachada con la calle Nueva. Destaca su estrecha escalera de caracol de hierro que conduce a un sobrepiso lleno de botecillos y destilados, cuando la farmacia tenía mucho de alquimia; Su decoración tiene un estilo neomudéjar, con los arquillos de las estanterías policromados en rojo, ocre y azul y  su techo artesonado. Y dentro se puede contemplar  una bella estancia llena de azulejados y columnillas. Similar estilo, aunque menos refinado, presenta la antigua farmacia Sánchez Azcona, con su techo artesonado y sus muebles hoy pintados de blanco. Resultan igualmente destacables el magnífico estilo modernista de la farmacia Ondarra o Blasco, tanto en el interior como en el exterior, y los detalles neogóticos y de art decó de la farmacia Aguinaga.

A mediados de la segunda década del siglo se produjeron muchos cambios en el panorama de las boticas pamplonesas. Gabriel Castiella ya estaba instalado en 1915 en su nueva oficina de farmacia del nº 74 de la plaza de San Nicolás, donde hoy se encuentra la Farmacia Iragui. Antonio Corti había tomado el relevo de Mercader en su farmacia de Curia 2 (la actual Garate y Beltrán), en 1911. De la antigua farmacia de Abundio Irisarri en Chapitela se había hecho cargo en 1913 Manuel González Boza y de la botica de Javier Valencia en San Saturnino, 4, a partir de 1909, Julián Sánchez Azcona. Sánchez Azcona fue  el padre de Miguel Sánchez Ostiz, que regentaría la farmacia de las escalerillas de San Saturnino hasta mediados de los 80. A Joaquín Aguinaga le había sucedido su hijo Justo. Muchos de los citados farmacéuticos tendrán largas trayectorias en sus despachos de farmacia. En algunas farmacias de transmisión familiar, en tanto en cuanto los descendientes no pudiesen hacerse cargo del negocio, por no tener ni la edad ni la carrera, se permitía la existencia de un regente o encargado ajeno a la familia que llevase, mientras tanto,  las riendas de la farmacia.

En 1920 los hermanos Ondarra habían dejado la farmacia en manos de Don Joaquín Blasco, en cuya familia seguirá el despacho de farmacia hasta finales del siglo,  y como novedades encontrábamos la farmacia de Félix Velasco en la Rochapea y la de Juan Bornas en Sarasate. Tras el fallecimiento de Nicasio Iribarren,  la titularidad de la farmacia pasará a su hijo Sebastián que la mantendrá hasta mediados de los 50 en que se hace cargo Miguel Sánchez Ostiz, padre de la que hasta hace cuatro meses fue su  titular, María José Sánchez Ostiz,  que  ciertamente, ha sido una de las pocas farmacéuticas que ha mantenido, hasta hoy, la vieja tradición galénica de las fórmulas magistrales de las antiguas boticas.

A mediados de los años 20 se incorporan nuevos farmacéuticos y oficinas de farmacia: Miguel Ángel Martínez en el nº 110 de la calle Mayor (actual farmacia Planas). Poco después, desde 1931,  esta farmacia estará regida por José Gabriel Beunza y Mina que  permanecerá a cargo del establecimiento hasta 1933. Tras la guerra, y durante las décadas siguientes, el titular será Jesús Sagredo hasta que en 1963, se hace cargo del establecimiento Antonio Rodríguez Arbeloa que permanecerá igualmente durante varias décadas. La otra farmacia que aparece a mediados de los años 20 es la de Navascués y Sayans en el nº 89 de Estafeta y 1 de Juan de Labrit. Esta farmacia fue fundada curiosamente bajo el epígrafe municipal de «comercio de venta de artículos de cirugía, química, óptica y droguería». Posteriormente continuará como despacho de farmacia y droguería al por menor y finalmente solamente  como farmacia. Tras Javier Navascués la titularidad de la farmacia la heredará su hija Concepción.

Los problemas de los farmacéuticos de aquellas primeras décadas del siglo tenían su origen en el intrusismo de las droguerías en su ámbito, el precio de los medicamentos, los horarios de apertura, la limitación en las concesiones administrativas, el proceso de adaptación a la comercialización de los medicamentos industriales, -en oposición a los que se elaboraban en la oficina de farmacia-, los acuerdos con la beneficiencia municipal  para atender farmacéuticamente a las clases más desfavorecidas.  Los farmacéuticos vendían, además,  sus productos de forma muy variada, en primer lugar, libremente, de acuerdo a la tarifa; en segundo lugar, casi gratis, pues se pagaba una pequeña cantidad, a cambio de una asignación municipal que recibía el farmacéutico, pero previa presentación de las recetas de los médicos titulares; en tercer lugar a los pobres, a través de la beneficiencia municipal. También había servicios de igualas a través de un acuerdo   con las familias a través del cual se les servía medicamentos por una cantidad  anual pactada.

En 1931 se hizo cargo de la farmacia  Negrillos,  Marino Díaz Santesteban que la regentó  durante un largo período de tiempo, por lo menos hasta los años 60. Entre sus especialidades más famosas estaba «el agua milagrosa de los carmelitas» o el «vino tónico fosfatado». Su última titular, fue hasta hace unos meses,  Ana Díaz Fernández Gil. Surgieron nuevas farmacias en 1931 en el Ensanche y Rochapea: Ruiz Prados en la avenida de San Ignacio y Ramón Aldaz  en Rochapea, cuya farmacia,   al año siguiente cogerá Juan Azqueta. Los hermanos Ezcurra abrieron una segunda farmacia en la avenida de Carlos III. En el nº 4 de la calle Chapitela se inauguraba una nueva farmacia, la de Sabino Castellot que hoy continúa en el mismo lugar. Casi al final de la guerra, en 1938, se hacía cargo de la antigua Farmacia Corti, antes Mercader, Santiago Beltrán, suegro de la actual titular, Sagrario Garate.  Beltrán  elaboraba también específicos, bajo el nombre de Laboratorios Rono,  que  se distribuían incluso  por toda España. Aquellas producciones farmacéuticas  estaban muy alejadas de los actuales procesos industriales y tenían mucho de elaboración artesanal en la rebotica. En 1943, Joaquín Aguinaga recibía la titularidad de la farmacia de su padre Justo.

La guerra civil afectó a las farmacias, pues la mayoría de los medicamentos y productos de cura se desviaron a los frentes de guerra, con la consiguiente escasez entre la población. En 1944 entraba en vigor el Seguro Obligatorio de Enfermedad y aparecieron los inspectores farmacéuticos. Se establecieron conciertos en los que quedaban fijados qué medicamentos y a qué precios y con qué descuentos se ofertaban así como el pago de ellos por el Estado (Instituto Nacional de Previsión). Los primeros intentos por crear sociedades farmacéuticas de distribución de medicamentos para no depender de los drogueros son de finales del XIX y principios del XX. En 1959 se fundaba la cooperativa farmacéutica de Navarra NAFARCO,   en 1964 la Facultad de Farmacia de la Universidad de Navarra y en 1969, uno de los mayores laboratorios farmacéuticos actuales del país, que tiene su sede en Navarra: CINFA.

Tras la guerra,  con  la culminación  del Ensanche y la expansión urbanística en el resto de  barrios, el número de farmacias se incrementará progresivamente. Al filo de los años 50,  había una treintena de farmacias en Pamplona y más de un centenar de farmacéuticos en otros tantos pueblos de Navarra, que se redujo  a 80  en 1963, mientras que en la capital, casi se duplicaba su número incrementándose hasta las 50. En Pamplona, al margen de los históricos boticarios mencionados en la entrada habría que señalar en 1953 a los hermanos Azqueta en la calle Ciudadela (Félix) y Rochapea (Juan), a Félix Aliaga, en Fernández Arenas que luego en los años 60 cogerá la farmacia de Pio Ezcurra en la plaza Consistorial, Jesús Basarte en Carlos III, María Cabodevilla en Conde Oliveto, María Jesús Ezquieta en la calle Tafalla, Esteban Indurain en la calle Gorriti, Leonardo Oficialdegui en la calle Sangüesa, Martín Oteiza  en la calle San Fermín, Melchor Ruiz en la avenida de Franco, José María San Juan en el Barrio de la Milagrosa y Félix Zorrilla  en la calle Dr. Huarte, entre otros.

En los años 60 (1963), y sin ánimo de ser exhaustivo a los ya citados cabría añadir a Cabiró en Paseo de Sarasate, Felisa Razquin en la bajada de Javier, -donde hoy está la farmacia Villanueva-, Ezequiel Lorca en la plaza del Castillo, -donde ahora está la farmacia Ruiz Bacaicoa-, Valerio Castiella sucedía a su padre en San Nicolás, 74, María Teresa Astiz en la avenida de Zaragoza, Francisco Garde en Echavacoiz, José María González, Francisco Bayona y Maria Victoria Santesteban  en el barrio de la Chantrea, Miguel Bengoechea y Mari Carmen Borda en el barrio de La Milagrosa, Manuel Goyena en Abejeras,  Maria Luisa Lorente en la Rocha, Antonio Liso en el barrio de San Pedro, Luis Martínez Barrio en San Juan, además de otra decena de farmacias en el Ensanche como las de Alcalde, Alfonso, Sagardía, Chocarro, Estebanez, Huarte, Lacalle, Vives, Yarnoz, Lorca, San Juan, etc.

Fotos por orden de aparición: Nº 1: foto de frascos de farmacia extraída de medicablogs.diariomedico.com/. Números 2, 14, 16, 20, 21, 24 a 38, 43 a 45, 47 a 56: Medicamentos antiguos: 1913-1953. Banco de Imagenes de la Medicina Española. Real Academia Nacional de Medicina de España.

   

5 opiniones en “Aquellas boticas de antaño (1863-1963)”

  1. JM Enriquez-Navascues dice: respondió el 4 de abril de 2023

    No es Navascués y Sayans, sino Navascues Asiain, (mi abuelo) y después Mª concepción Navascues Orcoyen, mi madre.
    Hoy la regenta Pedro Iturria

    • Carlos Albillo Torres dice: respondió el 4 de abril de 2023

      No me estaba refiriendo a un segundo apellido. Inicialmente su abuelo estuvo asociado con un tal Sayans, tal y como figura en la Hoja Catastral del Ayuntamiento de Pamplona, aunque dicha asociación duró poco tiempo porque para 1927 ya sólo aparecía como titular de la razón social su abuelo D. Javier Navascués. Le paso por privado copia de la Hoja Catastral donde se certifica ese dato.

  2. Gracias por este blog tan interesante.
    Busco un tema antiguo para escribir un libro y la verdad es que aquí hay mucha información como he dicho interesante, curiosa y también instructiva.

  3. Javier Ruiz Bacaicoa dice: respondió el 11 de noviembre de 2019

    Enhorabuena Alfredo!!! Un magnífico trabajo de recopilación propio del mismísimo Joaquin Arazuri.

    • Carlos A. T. dice: respondió el 11 de noviembre de 2019

      Gracias, Javier. Carlos, no Alfredo soy.

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