Estampas de antaño: las viejas barberías y peluquerías
Recuerdo que, junto a él, había otro peluquero, algo más mayor o al menos lo parecía y un poco entrado en carnes, hasta tal punto que en nuestra simple y un poco esquemática mente infantil les llamábamos «el gordo y el flaco». La peluquería, llevaba apenas un rotulo impreso en el cristal superior que decía «peluquería» y tenía tres paños de cristal translucido, en el centro, el de la puerta. Al entrar te encontrabas, a ambos lados, con varias sillas de formica donde esperar el turno, y en en el lado derecho, además, un perchero de pared, y, justo al lado, una mesa baja con tebeos y revistas, (de Mortadelo y Filemón, el Capitán Trueno…) o revistas del corazón como «Hola» o «Semana» y en la época de la transición algún «Interviu». Enfrente estaban lo dos sillones típicos de los barberos, giratorios, que se podían subir y bajar, con sus reposacodos y su reposapies de metal, como los que vemos en la foto de la peluquería de Paco Bator, en la Chantrea. Y al sentarte en el sillón tenías delante un espejo que ocupaba, prácticamente, toda la pared y sobre una repisa de madera, con cajones, todo el instrumental del peluquero: peines, tijeras, la navaja de afeitar, brochas, la máquina eléctrica, cepillos, secador y un montón de productos cosméticos, entre los que destacaba el penetrante y refrescante olor a Floid.
Los jóvenes de aquellos años comenzaron a dejarse el pelo largo, como marcaba la moda y los ídolos musicales, y esto menguó parte de la clientela de esas viejas peluquerías. Los peinados muy cortos dejaron de llevarse y con las maquinillas desechables la gente comenzó a afeitarse en casa. Incluso comenzó a cortarse el pelo, en casa, con los nuevos y sofisticados aparatos que se comercializaban, que facilitaban mucho el trabajo y permitían, además, ahorrarte unos duros. En 1981, un corte de pelo sencillo te costaba no menos de veinte duros (100 pesetas). En los 70 y 80 cerraron muchas viejas barberías de caballeros. Las peluquerías de señoras, muchas de ellas en primeros pisos, nunca sintieron la crisis, consecuencia de los cambios estéticos, usos y costumbres que afectaron a las de los hombres. Frente a las antiguas peluquerías de caballeros comenzaron a proliferar, luego, las peluquerías unisex, algunas de las cuales comenzaron posteriormente a innovar, convirtiéndose en peluquerías de diseño. Ha pasado el tiempo, y han vuelto algo las barbas y su cuidado, lo que ha hecho que algunas peluquerías unisex comiencen a recuperar los servicios de barbería. Es el signo de los tiempos.
Fotos: Foto de la peluquería Garralda (Roisin), Foto de la Peluquería Bator de la Chantrea del libro de su hijo, Juan Pedro Bator «El hombre que siempre estuvo allí».
En Canarias también existían, mi abuelo regenta a una, c/el faro, Las Palmas, si tenéis información fotos, o otros datos,