Biografías: Luis Morondo (1909-1983)
Hace 25 años tuve el honor de trabajar en el cincuentenario que ese año, 1996, celebraba la entidad fundada por Luis Morondo, la Coral de Cámara de Pamplona, una de las entidades que más hizo en el pasado siglo por divulgar el nombre de Pamplona, al margen de los Sanfermines, con sus más de 3.000 conciertos a lo largo y ancho de todo el mundo. Este año, por cierto, celebra su 75º aniversario. En mi opinión, el Gobierno de Navarra, tardó demasiado en otorgarle el Premio Príncipe de Viana de la Cultura, en 2018, a la Coral, cuando ha habido tal vez demasiados candidatos, en muchas ediciones, que se han llevado el premio sin tantos merecimientos como los que tenía esta afamada formación musical. Tuve la oportunidad de realizar aquel año (1996) decenas de entrevistas a un buen número de ex-coralistas y por supuesto tuve varios encuentros con la viuda de Morondo, Maritxu Yarnoz junto a una de sus hijas, Mari Chari en su casa. Fruto de aquel trabajo que realicé en el verano y otoño de 1996 fue la publicación, a finales de ese año, del libro «Historia de la Coral de Cámara de Pamplona» que editó el Ayuntamiento de Pamplona en su «Colección breve de temas pamploneses». Aprovecho parte de ese material y de una entrada anterior que hice hace 3 años, con algunos pequeños añadidos, para escribir un nuevo perfil biográfico para esa galería de personajes ilustres que, por diferentes razones, han contribuido a la grandeza y ensalzamiento de nuestra ciudad, a lo largo de su reciente historia, y que constituyen una de las secciones imprescindibles de este blog.
Luis Morondo, hijo de Julio Morondo y Saturnina Urra, nació en Puente La Reina el 9 de mayo de 1909. Siendo el más pequeño de los hermanos (Julio, Carmen y Rosario) y habiendo canalizado éstos sus vidas fuera de Puente, el destino del joven Julio hubiera sido posiblemente, de no mediar una serie de circunstancias, el de trabajar en las tierras que la familia tenía en el pueblo. Quisiera, sin embargo, el destino que una serie de hechos encaminaran al joven Morondo hacia el mundo de la música. Había en Puente la Reina un cura que se llamaba don Epifanio Irigoyen. Con este sacerdote que había fundado, además, el Orfeón de Puente, comenzó a dar Morondo sus primeras clases de solfeo y a ensayar en el coro parroquial. Don Epifanio se percató, enseguida, del enorme talento para la música del muchacho y recomendó a sus padres que le enviaran a Pamplona para que siguiera estudiando música. El joven Morondo venía a Pamplona, todas las semanas, uno o dos días, a dar clases de piano y armonía con don Bonifacio Iraizoz Unciti, organista de la parroquia de San Nicolás.
Cuando regresaba al pueblo y había algún ensayo que tenía cierta dificultad, su viejo maestro, don Epifanio solía consultarle. Hasta que sucedió lo inevitable. Llegó un día y don Epifanio, viendo como el discípulo ya iba superando al maestro, le dijo: ¡Luis, donde hay patrón no manda marinero, así que a dirigir!, y efectivamente, dirigió, por primera vez, con 14 años, el Orfeón de Puente en Villatuerta. Por aquella misma época -me recordaba Maritxu Yárnoz en aquellas entrevistas-, había un pianista en el balneario de Betelu que era de Puente, y cuando se retiró propuso a Luis que tocara como pianista en el balneario. Así lo hizo. Y ciertamente le vino muy bien esta ocupación, porque con el dinero que obtenía del balneario podía costearse él nuevas clases de música. Un día -contaba Maritxu-, vio Luis un anuncio en el que se convocaban plazas para dirigir el Orfeón de Castro Urdiales. Se presentó y ganó la plaza de director así como la anexa de director de la Academia de Música de la citada villa. Sin embargo tuvo que añadir dos años más a su edad real, -tenía 19 años-, para poder acceder al cargo.
Allá estuvo seis años, desde 1928 a 1936. Con la citada Coral dio Morondo cien conciertos y participó en diez concursos, consiguiendo ocho primeros premios, un segundo y un tercero. Durante su estancia en Castro Urdiales, siguió estudiando. Amplió sus estudios de armonía, fuga y contrapunto en Bilbao, con los maestros José Franco -el que fuera director de la Banda Municipal de esta localidad-, y con Arturo Dúo Vital. Posteriormente formaría parte del jurado en diversas competiciones junto al citado José Franco, el maestro Guridi y otros destacados músicos. Pero llegó la guerra civil. Esta le había sorprendido a Morondo en zona republicana. El maestro Morondo era una persona querida y respetada por todos en Castro Urdiales, e incluso su buena fama como persona y como músico se extendía por los pueblos de los alrededores. Morondo estuvo en el cuerpo sanitario, poniendo vendajes. Llegó incluso a componer un himno para la Sanidad que no se conserva. En 1937, las tropas de Franco tomaban Bilbao y Morondo regresó a Puente, pero tuvo que volver, de nuevo, al frente.
Acabada la contienda, estuvo trabajando un tiempo como administrativo en el silo de Artajona hasta que al poco tiempo le surgió otro trabajo en la compañía de seguros «La Vasco Navarra”, en Pamplona. Su hermano Julio, que también trabajaba en la citada compañía, cantaba, además, en el Orfeón Pamplonés, y por intermediación de éste, ingresó Luis en el Orfeón. Y ahí empezó su vida musical en Pamplona. Entró como tenor segundo pero enseguida le nombraron subdirector, uno de los tres subdirectores que tenía entonces el Orfeón. En 1940 fundó la Orquesta de Cámara de Educación y Descanso, cargo que ostentaría hasta 1945, y en 1943 comenzó a dirigir la Orquesta Sinfónica Santa Cecilia -la orquesta más antigua de España-, cargo en el que permanecería durante 18 años, hasta 1961, en que lo abandonó por razones de salud. Con ella daría más de 300 conciertos. En la subdirección del Orfeón Pamplonés permaneció hasta 1946. En 1939, durante las fiestas de Mendigorria, había conocido a María Rosario Yárnoz, hija de Felix Yárnoz y Francisca Ros. Dos años más tarde, el 24 de septiembre de 1941, ambos contraían matrimonio en la Iglesia de San Lorenzo de Pamplona. Tuvieron tres hijos, (dos hijas y un hijo), aunque ninguno seguiría los pasos de su padre. Maritxu Yarnoz fue su compañera inseparable, acompañándole en todos los viajes y actuaciones musicales que su maternidad le permitió. Profesor en la Escuela de Música de Pamplona, Morondo lo fue también del Conservatorio Pablo Sarasate de Navarra entre 1959 y 1970, como maestro de Historia de la Música, Estética, Conjunto Coral, Conjunto Instrumental y el último curso de Solfeo, al mismo tiempo que seguía trabajando en la compañía de seguros «La Vasco Navarra».
Siendo el maestro Morondo subdirector del Orfeón Pamplonés, había comenzado a ensayar con un grupo de solistas, canciones y madrigales de los siglos XV, XVI y XVII, género apenas cultivado entonces en España. A las ocho y media de la tarde, no iban al ensayo del Orfeón más que los verdaderamente aficionados, y como estaban perdiendo el tiempo, el maestro les propuso ensayar un poco antes, en un cuarto aparte, las citadas obras. Según María Angeles Senosiáin, Morondo hubiera querido que el Orfeón tuviera su propio coro de cámara -como lo han tenido y lo tienen actualmente importantes masas corales-. Sin embargo ese proyecto no fue entendido por los dirigentes del Orfeón, de aquel entonces. El caso es que quizás esta cuestión, amén de algunas otras diferencias personales, provocaron el abandono de Morondo así como de los mejores solistas que tenía el Orfeón en ese momento. Entre esos solistas estaban María Angeles Senosiáin, Tere Corcuera y Conchita Goñi, entre las mujeres, y Dionisio Inza y Cecilio Resano, entre los hombres. Fue Conchita Goñi una de las personas que más insistió, posteriormente, a Morondo para que diera el paso decisivo de fundar la Coral.
Y así sucedió que, en 1946, después de que Morondo y los citados solistas abandonaran el Orfeón, algunos de estos le pidieron seguir ensayando aquellas obras. Y como no tenían otro lugar, comenzaron a hacerlo en casa de Don Luis, en el nº 43 de la calle Zapatería, todos los días de la semana de 8 a 10 de la noche. Aquel primer grupo se fue ampliando en muy poco tiempo hasta quedar compuesto por 12 personas: las hermanas María Angeles y Dolores Senosiáin, Conchita Goñi, Josefita Greño, Tere Corcuera, María Ester Osés, Francisco Javier Casas, Cecilio Resano, Dionisio Inza, Pedro Turullols, Francisco Sorozábal y Valeriano Zabalza. En noviembre de 1946 se constituía oficialmente la Coral de Cámara de Pamplona. Enseguida comenzaron los duros ensayos con el fin de preparar el concierto inaugural. Me recordaban algunas de las fundadoras de la Coral el ambiente previo de aquel primer concierto. «Había ciertamente un cierto temor a la reacción del público, o mejor dicho, de parte del público, dadas las circunstancias en que se había producido su salida del Orfeón. El Orfeón -no lo olvidemos-, era además, en años, una institución poderosa en la ciudad. Ciertos críticos musicales tenían, por otra parte, estrechas relaciones con la centenaria masa coral». Sin embargo, ninguno de los negros augurios que temían se cumplieron. El concierto resultó todo un éxito de público y crítica. A los coralistas iniciales se sumarían luego, en los años siguientes, otros grandes nombres como María Eva Zabalza, las hermanas Carmen y María Asunción Asurmendi, Conchita Artaiz, Julián Olaz, José Luis Ochoa de Olza y un largo etcétera.
Los ensayos además de en la casa de Morondo, donde se realizaron durante 37 largos años, se hicieron alguna vez en casa de Pedro Turullols, en la plaza de Castillo, y en el local de “La conciliación”, en la calle Zapatería, donde ensayaba habitualmente la Orquesta Santa Cecilia. Tras su concierto inaugural, la Coral cantó en 1947 en el cine Diana de Logroño, en San Sebastian (dentro de la Quincena Musical), nuevamente en Pamplona y en enero de 1948 hicieron su primera salida al extranjero: una gira por Portugal que se saldó con un clamoroso éxito hasta el punto de que a su vuelta de la gira fueron recibidos en el Ayuntamiento. Posteriormente la Coral participó en el Certamen Internacional coral de Llangollen (Gales), en junio de 1948, ante 18.000 espectadores donde obtuvo el 2º premio y luego en Amiens, y en la sala Pleyel de París. Cada regreso de la Coral se convertía en un acontecimiento social de la mayor importancia, como décadas más tarde lo podrían ser los éxitos de Osasuna: recibimientos multitudinarios, recepción en el Ayuntamiento, etc. A este mismo concurso de Llangollen se presentaron un año después (1949) y ganaron el Tercer Premio. En 1950 llegaba la consolidación definitiva de la Coral, con la consecución del Gran Premio en el Concurso Internacional de Coros de Lille, donde se impusieron a 186 coros de 16 países. Además, recibió también la Medalla de Oro de la Ciudad. A su vuelta, el recibimiento en Pamplona fue apoteósico. Ese mismo año realizaron su primera aparición en las Semanas Musicales Internacionales de la Abadía de Royaumont, festival al que regresarían sucesivamente en años posteriores.
Tras el triunfo en Lille, la Coral arrasó también en Alemania: (Solingen, Viersen y Rheydt) y Bélgica (Tirlemon y Amberes). Posteriormente realizarían una gira por Argentina (cantaron en el Teatro Colón y en otras 16 ciudades), Chile, Brasil y Uruguay (Teatro Sodre de Montevideo), que volverían a repetir dos años después. En total dieron más de 50 conciertos. Recibieron el Diploma del Colegio de Críticos Musicales de Argentina al mejor conjunto que había visitado dicho país, así como la Medalla de Oro de la ciudad argentina de San Nicolás (Argentina). En 1953 recibieron la Orden de Alfonso X el sabio (en la persona de Luis Morondo) y en 1955 la Coral, la Encomienda del Mérito Civil. Tras Sudamérica actuaron en Burdeos, Royaumont y Estrasburgo, entre otros lugares. La Coral fue invitada, además, a visitar Marruecos y Argelia, donde en 1957 fue premiada con la Gran Copa de Plata del Festival Internacional de Música de Argel. Luego hicieron una larga gira de más de 40 conciertos por Estados Unidos y Canada actuando, entre otros lugares, en el Metropolitan House y el Town Hall de Nueva York y grabando dos discos para la discográfica Columbia. Uno de sus conciertos fue retransmitido por la NBC. Volverían a Norteamérica dos años más tarde pero antes acudirían a Holanda e Italia. En la segundad mitad de los 50 se comenzaría a renovar el coro con la entrada de nuevos cantantes que sustituirían a algunos de los históricos. En sus primeros siete años de existencia habían dado más de 300 conciertos, la mitad de ellos en el extranjero, y si nos referimos a sus primeros 13 años, serían más de 1.500 . En ese mismo período habían grabado más de 20 discos, con los mejores sellos musicales del mundo: Lumen, Telefunken, Philips, Wernminster, Movieplay, ARSIS o RTVE. En total, a lo largo de su historia grabaron más de 60 discos.
Inicialmente el coro estaba compuesto por 13 voces. En 1954 llegaría a las 18. La Coral frecuentaba, como ningún otro coro hasta entonces, los principales escenarios europeos actuando en las principales salas de conciertos de Francia (Abadía de Royaumont, Sainte Chapelle y Sala Gaveau de Paris), Italia (el Teatro della Pérgola de Florencia), Portugal, Inglaterra, Alemania (Sala Volksbühne de Hannover), Bélgica, Suiza, Holanda (Konzertgebow de Amsterdan), Austria (Kontzer-haus de Viena), y relevantes escenarios españoles como el Palau de la Música Catalana o el Teatro Real de Madrid. Durante esos años, la Coral fue invitada a participar en festivales como el de Nantes, o los Festivales Internacionales de Segovia, Epinal (Alsacia), Divonne, el Festival de Música de Gijón, Mayo Musical de Burdeos, Festival Internacional de Música y Danza de Granada, Festival Internacional de Estrasburgo, Festival Internacional de Vincennes (1955) donde recibieron la medalla de oro de la ciudad, Festival de las Noches de Borgoña, Festival Internacional de la Auvernia, Festival Internacional de Viena, Festival Internacional de Bruselas, Festival Internacional de Graz o Festival Internacional de Santander. En 1965 Austria y Alemania serían los destinos de sus giras. En 1967 se produjo una pequeña crisis por falta de voces que afortunadamente se solventó. Francia fue el único lugar fuera de España en esos años donde cantó regularmente la Coral. En 1976 la Coral hacía su tercera gira por Sudamérica. En 1977 actuaba en Suecia y Finlandia (Catedral Tampre y Finlandia Hall de Helsinki). En 1979 participaba en la Semana Internacional de Masas Corales de Jerusalén, siendo la encargada del concierto de clausura.
Al comenzar los años 80, la salud de Morondo se empezó a resentir. El concierto sanferminero de 1982 lo había dirigido José Luis Eslava, que en los últimos tiempos había suplido las forzadas ausencias del fundador. El lunes, 17 de enero de 1983, en el concierto que la Coral daba en la iglesia de Santa María de Tafalla, el maestro Morondo tuvo que interrumpir la dirección del concierto al no sentirse bien. A pesar de no encontrarse bien de salud él había querido hacer un esfuerzo por dirigir aquel concierto. «De algún modo se estaba probando. Quería ver si disponía de fuerzas para poder dar el gran concierto del Teatro Real de Madrid el día 24», comentaba su viuda Maritxu Yárnoz-. El concierto de Tafalla fue, sin embargo, su último concierto. El domingo, día 23, era internado en la Residencia Virgen del Camino y el miércoles, 26, a las dos menos cuarto de la madrugada fallecía, a los 73 años de edad. El concierto del Teatro Real había sido un éxito histórico pero su fundador no lo pudo ver. El día 27 tuvo lugar la conducción de sus restos al camposanto así como el funeral. El féretro fue conducido desde la entrada del camposanto hasta el panteón a hombros de miembros de la Coral. Tras un responso rezado por su sobrino, Julio Morondo, el féretro fue inhumado mientras la Coral de Cámara cantaba, entre lágrimas de algunos de sus componentes y de las personas congregadas en torno a la familia, el “Agur Jaunak”. En el funeral -celebrado en la iglesia de San Nicolás abarrotada de gente-, la Coral interpretó varias obras de homenaje, que también terminaron con el “Agur Jaunak” -un último “agur jaunak” al Maestro, y el Orfeón Pamplonés cantó el emocionante “Responso» de Perosi. El día 11 de marzo, el Ayuntamiento de Pamplona tributó un homenaje póstumo a Morondo, en el Teatro Gayarre. Intervinieron la Coral de Cámara, el Orfeón Pamplonés y la Orquesta Santa Cecilia. El alcalde, Julián Balduz entregó a su viuda, Maritxu Yárnoz, la Medalla de Oro de la ciudad.
Aunque se fundó para cultivar la música polifónica y renacentista de los siglos XV, XVI y XVII, posteriormente dio paso en su repertorio a la música de vanguardia y contemporánea, con páginas folklóricas y populares vascas y españolas. Luis Morondo fue director invitado de grandes orquestas internacionales como la Orquesta de la Radiodifusión Francesa; la del SODRE de Montevideo; la del Teatro Colón de Buenos Aires, la de Minneapolis, etc; y con la colaboración de importantes masas corales ha dirigido obras como «Las cuatro estaciones», de Haydn; «El Mesías», de Haendel; el «Magnificat», de Bach; la «Misa solemne» y «Novena Sinfonía», de Beethoven; la «Misa», de Strawinsky, el «Orfeo» de Monteverdi o la «Sinfonía Concertante» de Mozart, por citar algunos ejemplos. Es autor de diversas obras y adaptaciones de música antigua, entre ellas la música del Misterio de San Guillén y Santa Felicia, representada en la villa de Obanos. Diversos lugares han homenajeado su figura: el Ayuntamiento de Pamplona puso su nombre a una calle del barrio de Azpilagaña y lo mismo hicieron los Ayuntamientos de Puente La Reina y Castro Urdiales a sendas plazas, además de la Escuela de Música de Barañain y un coro de Puente que, de igual forma, han acogido su nombre. Es hijo predilecto de Puente La Reina e hijo adoptivo de Obanos. Han transcurrido 75 años desde aquella lejana fecha, 75 años en los que la Coral de Cámara de Pamplona ha dado más de 3.000 conciertos y ha grabado más de 60 discos, la mayoría de los cuales están agotados. La Coral ha participado en decenas de festivales internacionales, obteniendo más de una docena de premios y condecoraciones y, sobre todo, ha llevado el nombre de Pamplona a lo largo y ancho del mundo, por más de 22 países. La Coral de Cámara de Pamplona es, sin lugar a dudas, la obra personal de un hombre, Luis Morondo, que elevó con su pequeño coro de cámara a la música vocal a las más altas cotas de perfección interpretativa.
Fotos por orden de aparición: Nº1: Luis Morondo Urra, fundador de la Coral de Cámara de Pamplona (1909-1983). Nº 2: Una de las primeras fotos de la Coral tras su fundación,1947. Nº3: La Coral de Cámara en El Certamen Internacional de Llangollen. Junio 1948. Nº 4: La Coral de Cámara en el Concurso Internacional de canto de Lille. Mayo 1950. Nº 5, La Coral. Años 50 Nº 6: La Coral de Cámara junto al compositor Salvador Bacarisse en la abadía de Royaumont, Nº7: La Coral de Cámara junto al compositor francés Henry Sauguet en el Festival de Dos Mundos en Spoletto (Italia). Julio 1963, Nº8: La Coral de Cámara en Estados Unidos (1957) (fotos 1 a 9. Archivo fotográfico Familia Morondo para el libro “Historia de la Coral de Cámara de Pamplona”. Ayuntamiento de Pamplona. Colección Breve Temas Pamploneses. Nº 34). Nº 8: Gran Enciclopedia Navarra. Fundación Caja Navarra.
Coincidí con él en el conservatorio Pablo Sarasate, siendo mi profesor de historia de la música y si algo puedo de decir es que amaba la música y era sobre todo un hombre bueno. Más tarde estuve viviendo durante un tiempo en la ciudad de Castro-Urdiales y allí pude ver una calle dedicada al «Maestro Morondo» además de fotografías y recuerdos imborrables en el local de ensayo donde él dirigía al coro.
Desde que nací he vivido con La Coral. Primero siendo niña, esperando con entusiasmo la vuelta de mi madre y mi abuelo ( Julian Olaz y Celia Olaz) de las grandes giras que hacían por el mundo y luego como coralista participando en grandes conciertos como el del Teatro Real al que haces referencia. Tuve la suerte de cantar con el Maestro en su último año de actividad.
Gracias Carlos por este gran artículo y felicidades a La Coral por este 75 aniversario.
Celia Poza Olaz
Gracias a tí por tus palabras y por haber contribuido con tu participación a hacer grande ese grupo musical que tanto hizo/ha hecho por difundir el nombre de nuestra ciudad por el mundo con su buen hacer