Inicialmente lo iba a patrocinar la Diputación Foral, el Ayuntamiento de Pamplona y la familia Huarte, pero enseguida la Diputación de Amadeo Marco se desentendió del proyecto y el Ayuntamiento tan solo prestó los espacios donde se iban a desarrollar los actos, así que la familia Huarte corrió con todos los gastos, unos 12 millones de pesetas de aquellos años. Baste con decir, para hacerse una idea del dineral que suponía esa cantidad, que ese presupuesto triplicaba el de los Sanfermines que darían comienzo unos días más tarde. Los Encuentros se inauguraron el día 26 de junio en un abarrotado Frontón Labrit por el entonces alcalde accidental, Javier Rouzaut (acto de inauguración que vemos en la foto de la izquierda de este párrafo) y trajeron a Pamplona a unos 350 artistas, con un centenar de propuestas o acciones, muchas de ellas performances, puro arte conceptual. Organizado por artistas, no por comisarios de exposiciones o expertos, el arte se sacó de los museos y galerías a la calle y además no cualquier cosa sino las formas culturales y artísticas más avanzadas que se podían ver, entonces, en Europa y en el mundo. El Festival, fue un éxito desde el punto de vista de la asistencia de público, si bien basculó entre el entusiasmo de una parte de la juventud más inquieta culturalmente, «los jóvenes melenudos», como los calificaban la prensa conservadora de la época y la perplejidad, extrañeza o desconcierto de la gente de más edad que no entendían lo que estaban viendo. No es fácil imaginarse el impacto de semejante «montaje» en una ciudad tan provinciana y conservadora en todos los ordenes y en pleno franquismo, como era Pamplona.
Además del Frontón Labrit albergaron los Encuentros otros 14 espacios diferentes: La Ciudadela, El Museo de Navarra (donde tuvo lugar la Muestra de Arte Vasco Actual en la que participaron, entre otros, los navarros Pedro Oses, Isabel Baquedano y Xabier Morras), los cines Avenida, Príncipe de Viana y Carlos III, las salas de las cajas Municipal y de Navarra, El Teatro Gayarre, el Pabellón Anaitasuna, la Iglesia de Santo Domingo, las Murallas del Redín, el Paseo de Sarasate y las cúpulas neumáticas de los Encuentros: once cúpulas de color blanco, amarillo y naranja conectadas entre sí, de 12 metros de alto por 25 de diámetro, que inicialmente se iban a ubicar en la plaza del Castillo pero que finalmente no contaron para esa ubicación con el oportuno beneplácito municipal. (Vemos las fotos de las cupulas tomadas desde diferentes perspectivas y en color y blanco y negro al comienzo de esta entrada). De las actuaciones realizadas cabe recordar especialmente sobre todos los teléfonos aleatorios de Lugan, instalados en el Paseo de Sarasate (que vemos en una de las fotos), o los dos centenares largos de muñecos, obra del equipo Crónica, que emulaban o recordaban a los miembros de la policía secreta (que también vemos entre las fotos de la entrada) y que se entremezclaban entre los espectadores, alguno de los cuales acabó bastante vapuleado, o los cubos sobre los que pintaba la gente (adjunto también una foto de ellos). Hubo de todo: proyecciones, acciones callejeras, recitales de poesía experimental, cine, teatro, danza, música experimental, mezcla de lo autóctono y lo de fuera, de lo tradicional y la vanguardia. Vinieron artistas de todo el mundo como John Cage, padre de la música electrónica, Luc Ferrari, los grupos Kathakaly o Zaj en música, Steve Reich y Laura Dean, en danza, el cine de Buñuel, Fassbinder, Godard o Arakawa, la música clásica del Orfeón, la txalaparta de los hermanos Arce, etc.
De haber tenido continuidad los Encuentros el panorama cultural de Pamplona sería, probablemente, muy diferente hoy, en día, pero no la tuvo. Fue un hito de vanguardia que se quedó como un hecho aislado, sin ningún poso ni influencia posterior. Y eso que inicialmente sus organizadores pretendían que tuviera una periodicidad bienal, osea que se realizase cada dos años. Pero no hay que olvidar el complicado momento en que se celebraron los Encuentros, en los últimos años del franquismo. Los Encuentros fueron muy polémicos y discutidos. Fue objeto de criticas por parte de un lado y de otro. Por algunos artistas vascos que los calificaron de elitistas, por los comunistas y los nacionalistas que les acusaron de formar parte o en el mejor de los casos de hacerle el juego al régimen, -en una dictadura no puede haber cultura, decía el PC-; ETA puso dos bombas en aquellos días, en Pamplona, una contra el monumento a Sanjurjo en la cercana calle Ciudadela y otra en las inmediaciones del Gobierno Civil; también hubo criticas de grupos carlistas, de la extrema derecha que consideraban intolerable los mensajes que tanto artistas como público proclamaban en los encuentros: y es que cualquier acción, debate abierto o happening era aprovechada para el lanzamiento de octavillas o para que acabase en una improvisada asamblea, donde se denunciaban la falta de libertades.
Hubo además de problemas externos algunos también internos: manifiestos de artistas que habían sido invitados y que criticaban duramente los Encuentros y la situación del arte en España, boicots, polémicas entre artistas, denuncias de manipulación, sabotajes, censuras y autocensuras. Así, el artista Andoni Tapies los boicoteó activamente, Chillida se enzarzó en una polémica de plagio con un tal Carrera, se produjo la retirada de una obra de Dionisio Blanco por los organizadores, Xabier Morras se vió obligado a cambiar su «Cristo amordazado» por otra, otros artistas retiraban sus obras en solidaridad, algunas de las cúpulas neumáticas, ideadas por el arquitecto José Miguel Prada Poole aparecieron rajadas y a los dos días de instalarse (se sostenían con el aire de 12 grandes ventiladores) se deshincharon muy sospechosamente.
Al año siguiente los principales impulsores del evento, la familia Huarte ya no estaba para aventuras como esta: sus empresas empezaban a tener problemas y Felipe Huarte era secuestrado por ETA, lo que hizo que la familia decidiese pasar, en este ámbito del patrocinio o el mecenazgo, a un discreto segundo plano. Hubo un intento en 1984 o 85, con Urralburu en el Gobierno de Navarra de rescatar los Encuentros pero uno de sus principales impulsores, Luis de Pablo había acabado muy quemado de aquella experiencia y no quiso saber nada del asunto. Hace cinco años, en marzo de 2010 se celebraba una exposición conmemorativa de los Encuentros repartida entre la Ciudadela, El Museo de Navarra y el Civican tras su paso por el Reina Sofía.
Fotos: Mena y otras sin filiar. En el resto de fotografías no comentadas en la entrada vemos por orden de aparición, los corredores de Llimos que se presentaban de forma imprevista ne muchos actos de los Encuentros, el público asistente a un concierto de txalaparta en el Museo de Navarra y una exposición al aire libre también en el patio del Museo. Al fondo se divisa el edificio del Palacio de Capitanía.
No eran "más de dos centenares…de muñecos" eran exactamente 100, ni uno más. Su primer título: "Cuidado, Alguien Vigila…", fue anulado, y, el título que se aceptó, puesto que el propuesto por Equipo Crónica fue censurado directamente por la autoridad del momento fue :"El "Espectador de Espectadores ".
Hoy día, se conservan , en número desconocido, algunos de aquellos ninots , en colecciones particulares, el Museo de Bellas Artes de Bibo, el Museo R. Sofía de Madrid, el IVAM de Valencia,y en el MOMA de N. York, al menos que se sepa, y esté documentado.
Muy buena crónica, qué días más apasionantes, la verdad.
Saludos
¡Qué curioso! Seguro que no era el mejor momento para que esas iniciativas calasen. Me ha hecho ilusión ver la villavesa antigua girando en Correos. Yo era niña pero recuerdo aquellas enormes palancas de cambios curvadas, las monedicas perfectamente alineadas y aquella especie de cilindro hueco de donde cortaban los billetes. :))))))