Pamplona año a año: 1885. El año en que se urbanizó el Paseo de Sarasate

Recupero una vieja sección que repasaba de forma resumida lo que ocurría en la ciudad año a año. En esta ocasión viajo muy atrás en el tiempo y ayudándome de la prensa de la época me remonto al año 1885. Pamplona tenía ese año 28.463 habitantes. Han pasado nada menos que 140 años desde aquella lejana fecha en la que como en este año 2025 se hablaba de reformar el Paseo  llamado entonces de Valencia, hoy de Sarasate. Recurro al acta de la sesión municipal del 16 de enero en la que el arquitecto Florencio Ansoleaga a falta de un proyecto y un presupuesto que lo avalase hablaba de nuevos pasos y calzadas, retretes, fuentes y hasta un kiosko para la música. El Alcalde, Joaquín García Echarri,  hizo en dicha sesión algunas observaciones respecto a los desmontes y la manera de salvarlos así  como al arbolado del Paseo. Vamos,  más o menos como ahora. No había una opinión unánime ni mucho menos favorable al inicio de las obras, de hecho las opiniones a favor y en contra de los concejales estaban bastante equilibradas. Finalmente, en la sesión del 19 de febrero se presentaron dos presupuestos, uno  de 51.461 pesetas  y otro de  17.017 pesetas si se hacía con medios propios del municipio. Las obras se iniciaron el 23 de febrero con el derribo de todos los arboles existentes, olmos la mayoría y su sustitución por dos nuevas filas de olmos que fueron los que llegaron hasta finales del siglo XX. Al parecer los olmos del Paseo Valencia se trasplantaron del bosque cercano a la puerta de Tejería y fábrica de Pinacquy. muertos por la grafiosis como la mayoría de los olmos de la ciudad. En los años 80 murieron por la grafiosis 7.000 de los 11.000 olmos que había en la ciudad, entre ellos los olmos de Sarasate una enorme catástrofe ecológica.

Las obras se hicieron con cargo a los presupuestos y medios municipales en vez de salir a subasta y adolecieron de cierta improvisación respecto de ciertos elementos que no estaban contemplados inicialmente en el presupuesto: kiosko de la música, se hablaba de una casita para la venta de diferentes productos: prensa, helados, bebidas, de un estanque-surtidor, etc. Mención aparte merecen las estatuas que se trajeron del Palacio Real de Madrid. En los sótanos del Palacio estaban almacenadas desde hacía un siglo cerca  de un centenar de  estatuas de diferentes reyes, filiación desconocida y dudosa calidad artística. Desde el Ayuntamiento bajo criterio de Nicasio Landa y de Juan Iturralde y Suit se deseaba obtener las estatuas de los siguientes reyes navarros: Iñigo Arista, Alfonso I el Batallador, Sancho VII el Sabio, Sancho VIII el Fuerte, Teobaldo I de Champagne y Juana II de Evreux. Con ese propósito se envió al escultor pamplonés José Soler. Las estatuas llegaron por ferrocarril y desmontadas en trozos y dado su estado de conservación requirieron de ciertas labores de restauración.

Las estatuas que llegaron a Pamplona  poco tuvieron que ver con la  petición municipal. Según todas las fuentes se escogieron al voleo y sin ningún tipo de criterio. En 1956 se hizo una nueva urbanización del Paseo, de Sarasate, desde 1903 y se colocaron las estatuas en la zona más cercana a la Audiencia. En 1972 se cambiaron dos de las estatuas concretamente las de Barbara de Braganza  y su esposo Fernando VI de Borbón por las de García Ramírez el Restaurador y Felipe III de Navarra. ¿Qué pasó con el resto de las estatuas?. Acudo a  Victor Manuel Egia que nos recuerda en su blog «Ondaregia» donde se encuentran  algunas de esas estatuas que ansiaba el Ayuntamiento: «La mayoría de ellas fueron colocándose en diversos puntos del propio Palacio Real, en la aledaña plaza de Oriente o en el llamado paseo de las Estatuas del parque del Retiro. De hecho, en el piso principal, balaustrada este del palacio madrileño, se encuentran colocadas las de los reyes navarros Sancho III el Mayor y la de Sancho VII el Fuerte, en la plaza de Oriente están la de Iñigo Arista y la que se cree que es del rey navarro Sancho Ramírez, aunque mal colocada sobre un basamento que lleva la inscripción de Wamba, uno de los últimos reyes visigodos. En el paseo de las estatuas del parque del Retiro está la de Alfonso I el batallador».

Las obras de reforma del Paseo se completaron con unos baños públicos solo para hombres cerca del Palacio de Diputación que pronto recibieron críticas y en  donde posteriormente se instalaría una fuente con surtidor de hierro colado que después sería trasladada a la Taconera y finalmente a los jardines del mirador de Vistabella donde permanece actualmente. No consta fecha de inauguración del paseo reformado aunque cabe señalar que para los sanfermines de 1885 las obras podían considerarse terminadas.

A lo largo del mes de enero se dieron temperaturas  extremas de entre 12 y 17 grados bajo cero con una buen parte del rio Arga completamente congelado. En esos días el Ayuntamiento contrataba cientos de hombres para limpiar las calles de nieve. También se habilitaba la llamada «cocina económica»  que suministraba raciones mediante bonos de comida al precio de 30 céntimos para las gentes más necesitadas. Esta incluía medio kilo de pan, tres onzas de tocino y legumbres. El 19 de enero se habló de la presencia de un lobo  cerca del molino de Santa Engracia. Los carnavales suscitaban, como siempre, las críticas de los sectores sociales más conservadores. Se pedía a los pamploneses registrasen a sus perros para evitar el contagio de la rabia. La llamada a filas se podía eludir siempre que uno contase con dinero para encontrar un sustituto.

El 12 de marzo se inauguraba el Café Marina donde antes estuvo el Café Español. Era su titular el suizo Salvador Monigatti. Monigatti estaba asociado en el Café Marina con los también suizos Francisco Fanconi y con Rodolfo Lardelli, esposo de Ottilia Matossi. Los vecinos de la calle Zapatería pedían la apertura de un pasadizo a la plaza del Castillo, petición que fue desestimada inicialmente por el Ayuntamiento en el mes de marzo y tenida en consideración dos meses más tarde aunque se necesitaba el permiso del señor Garbalena, propietario del inmueble. Se volvió a suscitar como había pasado en el año anterior la posibilidad de contar en la ciudad con un tranvía de tracción animal.

A primeros de mayo hubo elecciones municipales parciales, se eligieron trece concejales permaneciendo once. Entre los nuevos munícipes estaban el farmacéutico Agustín Blasco Michelena que llegaría a ser alcalde, el droguero Ricardo Lipúzcoa, el chocolatero Tiburcio Guerendiain, Javier Isturiz, Severo Simavilla, Fermín Lecumberri, José Obanos, Martín Sara, Fermín Idoate, Domingo Sagües, Francisco Aldaz, Fermín Garjon y Manuel Izu. De los trece concejales elegidos diez pertenecían a la candidatura conservadora con algunos elementos  fueristas y napartarras, salvo Blasco, Severo Simavilla y Fermín Lecumberri que pertenecían a la candidatura liberal. Los once restantes que permanecían eran: Miguel Martínez de la Peña, Luis Echeverría, Manuel Ipar, Miguel García Tuñón, José San Julián, Mauro Ibañez, Donato Cumía, Leocadio Echarte, Hipolito Palero, Joaquín García Echarri y Manuel Puyals. Se nombró como alcalde a Miguel García Tuñón.

Entre  los asuntos pendientes para la nueva corporación había tres temas recurrentes: en primer lugar, la necesidad de construir unos nuevos cuarteles militares  que sustituyesen a los antiguos hasta entonces ubicados, desde la Desamortización  en algunos conventos del Casco Antiguo. En la sesión municipal del 5 de marzo se hablaba de ceder al Ministerio de la Guerra unos 84.200 m2 de terreno de los cuales 36.000 se destinarían a la construcción de los cuarteles. Estas  gestiones iniciales se plasmaron años más tarde en la construcción de los nuevos cuarteles que conocimos a lo largo del siglo XX durante aproximadamente 70-80 años,  construidos a finales del XIX y principios del XX.

En segundo lugar la necesidad de acometer el Ensanche de Pamplona. Recupero el texto de una entrada que hice sobre «los otros proyectos de ensanches de Pamplona» Los militares tras muchos tiras y aflojas con el municipio accedieron a estudiar el Ensanche de Pamplona  por el norte. De hecho el primer proyecto de Ensanche por el norte fue elaborado  por los propios militares. Se presentó el 15 de agosto de 1885 y fue obra del coronel de ingenieros  José Luna y  Orfila. Ocupaba los terrenos de la Rochapea más cercanos al meandro del río y que coincidía con la Rochapea Vieja así como los de la zona más cercana a la Estación del Norte, lo que hoy sería el barrio de San Jorge, tanto en el lado norte de la actual avenida de San Jorge como en la zona sur. Ambos núcleos poblaciones tenían una curiosa disposición radial, como se puede observar en el plano adjunto.

El tercer asunto pendiente era el abastecimiento de agua para una población cada vez más numerosa. Este año continuaba el debate sobre desde donde traer el agua, del rio Arga, de Subiza o de Arteta, aunque todos los criterios técnicos se inclinaban sin dudarlo por Arteta.  En 1886 finalmente se elaboraría un proyecto para traer las aguas del manantial de Arteta. Como sabemos estos tres temas dieron muchas vueltas en los pasillos del consistorio durante años porque suponían un extraordinario desembolso económico, pero a la postre, algunos antes y otros más tarde encontrarían su cauce y solución.

El Ayuntamiento de Pamplona dio autorización, a finales de mayo, a don Bonifacio Labarta para instalar un circo en el glacis interior de la Ciudadela que pese a que inicialmente contó con una autorización temporal se le renovó de manera reiterada siendo un espectáculo muy seguido por los pamploneses de la época. Hablaré, a continuación, de los sanfermines de este año que estuvieron condicionados por la epidemia de cólera que asoló la península y a la que me referiré con más detalle más adelante.

Las plazas y paseos se engalanaban en sanfermines con gallardetes y banderolas, se instalaban las casetas del ferial, las barracas, los tenderetes de los ajos, -el recibimiento a Sarasate era siempre un acontecimiento-, no había nacido todavía el riau riau por lo que las autoridades acudían a las Vísperas el día 6 con sus maceros, clarines, timbales y un inmenso gentío a la iglesia de San Lorenzo, precedidos por la Comparsa de Gigantes y Cabezudos. El día 7 desfilaba  la corporación con el Santo y los diferentes gremios y cofradías con sus pendones y estandartes. Portaba la bandera de Pamplona el abanderado de san Fermín, cogiendo las borlas dos concejales. En la noche del  7 de julio se quemó una espectacular colección de fuegos artificiales en la plaza del Castillo. Uno de los números simulaba un combate naval. Se celebraron en la plaza vieja cuatro corridas, los días 7, 8, 9 y 10 con sus correspondientes encierros que transcurrieron sin grandes percances.

En cuanto a los conciertos musicales se celebraron igualmente cuatro: los días 8, 9, 10 y 11 de julio en el Teatro Principal, participando Sarasate en el primero y en el último de ellos. También actuó durante las fiestas una compañía de opera italiana bajo la dirección del maestro Antonio Ponsini. Terminadas las corridas y de mano del mencionado Labarta se celebraron actuaciones de la compañía «La Madrileña. Gran Compañía gimnástica, acrobática y cómica» en la plaza de Toros, los días 11, 12, 19, 25 y 26 de julio, esta ultima como función extraordinaria, con clowns, equilibristas y dos elefantes amaestrados como mayor atracción. No consta sin embargo que en estos sanfermines actuase la popular funambulista Remigia Echarren. El 11 de julio por la noche las bandas de música de todos los cuerpos de ejército presentes en la ciudad tocaron por las calles y se concentraron posteriormente en la plaza del Castillo donde siguieron ejecutando varias piezas. El Paseo de Valencia fue objeto de una iluminación especial, un espectacular túnel luminoso. Y el 15 de julio, en el Teatro Principal, se conocieron los resultados del Gran Certamen Científico, Literario y Artístico convocado en honor de San Fermín.

En ese verano estallaba en nuestra comunidad una epidemia de colera, más concretamente de colera morbo asiática. El periodo más álgido en Pamplona y Navarra se produjo entre agosto y octubre de 1885. En esas fechas se quemaron miles de kilos de azufre y se utilizaba cal para sanear todos los rincones y cloruro de cal que se vertía al alcantarillado y las minetas para su desinfección. Se permitía salir por cualquier puerta pero las personas que llegaban a la ciudad eran sometidas a un férreo control. Según las estadísticas oficiales en España se produjeron entre el 20 de mayo y el 6 de octubre 266.685 casos de cólera con 93.893 defunciones y en Navarra 11.164 casos con 3.102 fallecimientos.

A mediados de agosto se produjeron en la ciudad graves incidentes entre la fuerza pública y los vecinos  provocados por el bando de alcaldía que exigía el cierre de las tabernas para las 10 de la noche y que prohibía que en sus locales aunque cerrados quedasen parroquianos en su interior. Hubo apedreamiento a la fuerza pública y una docena de detenidos. Los sanfermines chiquitos carecieron de actos cívicos a causa de la epidemia de cólera. El balance de las cuentas municipales al final del año fue ligeramente positivo: 8.081,29 pts. Constaban 1.426.968,63 pesetas de ingresos y 1.418.887,34 pesetas de gastos.

El 15 octubre de 1885, era ejecutado en la Vuelta del Castillo, al lado del portal de Taconera, Toribio Eguía, el último reo en ser ajusticiado públicamente en Pamplona. Los hechos se remontaban al 22 de noviembre de 1884 cuando asesinó a puñaladas  al párroco de Atondo, Don Manuel Martiarena y a su ama de llaves, Martina Babace. El juicio comenzó el 7 de enero de 1885 y despertó un gran interés entre los pamploneses tanto en la sala de la Audiencia que estaba en la plaza del Consejo como por parte de la prensa. Aunque su abogado Juan Cancio Mena alegó enajenación mental, el 14 de enero se le condenaba a la pena de muerte mediante garrote vil. De nada le sirvieron las apelaciones interpuestas por su abogado para evitar la pena capital. En la mañana del 15 de octubre una inmensa muchedumbre llenaba las plazas y calles  cercanas a la cárcel. El escritor Pio Baroja lo recoge en sus recuerdos de adolescencia cuando vivía al final de la calle Nueva. El año finalizaba con la muerte del rey Alfonso XII, el 25 de noviembre de 1885. El 10 de diciembre se celebraba en la catedral de Pamplona funeral en sufragio del alma del desaparecido monarca con la presencia de las principales autoridades y numeroso público.

Fotos por orden de aparición: Nº 1: Iluminación y barracas dispuestas en el paseo de Valencia para las fiestas de San Fermín. Ca.1885. Desconocido. Archivo Municipal de Pamplona (AMP). Nº 2: Estatua en los jardines del Paseo de Sarasate (1903). Aquilino García Dean. Archivo Municipal de Pamplona (AMP). Nº 3: Iluminación  en el paseo de Valencia para las fiestas de San Fermín. 1887. Desconocido. Archivo Municipal de Pamplona (AMP). Nº4: Arco triunfal erigido por los vecinos de la calle Zapatería con motivo de la conmemoración del IV Centenario de la aparición de la Virgen del Camino. 1887. Agustín Zaragueta. Archivo Municipal de Pamplona (AMP). Se observa en la foto el letrero del Café Marina en la recientemente construida casa de Garbalena. Nº 5: Proyecto del ensanche de Rochapea-Estación (1885).Archivo Municipal de Pamplona. (AMP). Nº6: Cartel de las fiestas de San Fermín de 1885. Autor: Manuel Salvi. Nº 7: Pablo Sarasate en su balcón del Hotel La Perla con las autoridades pamplonesas. Blog del Hotel La Perla. Pablo Sarasate, un cliente emblemático ~ Gran Hotel La Perla. Nº8: Portada del periódico fuerista «Lauburu», del 15 de octubre de 1885 donde se narran las últimas horas del ajusticiado públicamente por garrote vil, Toribio Eguía, autor de los crímenes de Atondo.

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